Carlos Molina (Córdoba, 1991) ha atravesado unas últimas semanas muy convulsas. Su nombre fue uno de los más repetidos en el panorama del deporte español a finales del mes de febrero, justo cuando las tropas de Vladímir Putin entraban en territorio ucraniano. Era el inicio de una guerra que aun hoy continúa mientras castiga al pueblo de Ucrania que registra víctimas y destrozos casi diarios fruto de los ataques enemigos.
A Carlos, el estallido del conflicto le pilló en el centro del huracán, ya que era jugador del Motor Zaporozhje de balonmano, un equipo de la ciudad de Zaporiyia, al sureste de Ucrania. Rápidamente, el suyo fue uno de los nombres más buscados por todos los medios deportivos, ya que era una persona que estaba viviendo la guerra en primera persona y que estaba peleando por escapar del infierno en el que se había convertido su actual casa.
El internacional español finalmente consiguió completar su reto de abandonar el país antes de que la guerra le pillase, aunque no sin esfuerzo. Su deseo de libertad fue una realidad en pocos días y por suerte, ahora ya puede decir que ha comenzado una nueva vida hasta que todo se haya solucionado.
El integrante de los 'Hispanos' ha firmado un contrato hasta final de temporada con el Sinfín Balonmano. Un bonito reto para uno de los mejores defensores del panorama nacional que intentará ayudar a sus nuevos compañeros en un servicio que durará hasta la conclusión de la temporada. Ahí verá cómo está la situación en Ucrania y decidirá qué hacer de cara al nuevo curso.
El 'refugio' de Santander
Este pasado martes, el Unicaja Banco Sinfín Balonmano anunció la llegada de su nuevo y gran fichaje. Se trata de Carlos Molina, quien encuentra así una especie de refugio a su situación de incertidumbre. El defensor español, tras salir del Motor Zaporozhje después de su huida de Ucrania, ha recibido una gran oportunidad fichando por el equipo santanderino.
De momento, llega hasta la conclusión de la temporada después de haber conseguido desvincularse de su anterior club. Su huida ha dado los frutos esperados y ahora ha encontrado en la localidad cántabra una segunda opción para concluir el curso y poder seguir compitiendo.
Además, Molina y el resto de sus compañeros del Sinfín Balonmano tienen un importante reto por delante, salvar la categoría de un equipo que ahora mismo está en más que serios problemas. Se sitúan penúltimos en la tabla de la Liga Asobal con solo 15 puntos y en disputa con clubes como el Puente Genil, el Atlético Valladolid, el Torrelavega, el Huesca o el Viveros Herol.
Una dura pelea en la que ahora el conjunto santanderino tendrá una ayuda extra de un valor que se podría calificar como incalculable. Carlos es un excelente especialista defensivo, habitual con la selección española, y que puede jugar un papel diferencial en la lucha por la permanencia porque la solidez atrás será clave.
Huida de la guerra
Carlos está feliz e ilusionado con la que será su quinta aventura diferente en la Liga Asobal. El jugador español ha militado ya en las filas del Barça, del ya extinto BM Aragón, el Huesca y el Ciudad de Logroño. Una vez decidió probar suerte en el extranjero, su viaje ha sido de lo más positivo hasta encontrarse con ese problema inesperado de la guerra iniciada por las tropas de Vladímir Putin en Ucrania.
En sus primeros saltos no se marchó muy lejos, ya que pasó por el Magdeburg alemán y por el Benfica en Portugal. Sin embargo, después decidió dar el gran paso de su carrera y fichar por el Motor Zaporozhje ucraniano. Una decisión que a priori fue positiva, pero que ahora le ha hecho vivir la peor experiencia de su vida.
Tras llegar en 2020 y levantar títulos como la Liga de Ucrania, la Copa o la Supercopa, esta temporada ha tenido que huir del país cuando estaba disfrutando de la Liga de Campeones. Sin embargo, un buen día, Rusia invadió territorio enemigo a golpe de bomba y atentado y Carlos se las tuvo que arreglar para poder llegar a la frontera del estado y conseguir así salvar la vida. Un viaje en coche en su mayor parte que duró una semana agónica y que le hizo vivir situaciones dramáticas.
"Las últimas semanas han sido muy duras para mí, pero el Sinfín me ha convencido y me ha dado la oportunidad de poder seguir disfrutando de una de mis pasiones como es la de jugar al balonmano. Vengo a sumar, a disfrutar con el equipo y a luchar por el difícil y apasionante objetivo de la salvación".
Molina no estaba del todo convencido de volver a jugar este curso ya que el difícil trance que vivido en los últimos días le ha dejado muy tocado. Siente muy profundamente que algunos de sus compañeros no hayan podido salir del país y tengan que estar viviendo momentos tan complicados e incluso tener que postularse para entrar en el ejército.
El jugador español ha sufrido, ya no solo por el riesgo de perder la vida y de verse envuelto en mitad de una guerra, si no por ver cómo la gente y el país que le rodea está muriendo y está siendo bombardeado día y noche mientras el gobierno ucranio intenta encontrar un camino hacia la paz. El conflicto estalló tras jugar un partido en Polonia, donde la plantilla intentó quedarse para no regresar a Ucrania. Sin embargo, el club les obligó a regresar a Kiev. Y en ese momento, todo se torció.
Una de las personas que más cerca ha estado ayudándole ha sido su amigo Aidenas Malasinskas, quien ha sido como un padre para él en todo este tiempo y con quien decidió escapar del infierno gracias al apoyo del gobierno lituano. Junto a él también pasó horas interminables en un refugio donde oían explotar bombas constantemente.
Desde su llegada a España, y antes de firmar por el Sinfín, Molina ha recibido el apoyo de las instituciones deportivas nacionales. Tanto es así que fue recibido hasta por la Real Federación Española de Balonmano y por el Comité Olímpico Español. Francisco V. Blázquez y Alejandro Blanco quisieron transmitirle todo su apoyo y su ayuda para superar esta situación cuanto antes. Ellos, junto al apoyo de su familia, le animaron a seguir jugando este curso para recuperar una normalidad que ahora está cerca de experimentar.
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