Scott Hall tenía 63 años como 'Macho Man' Randy Savage tenía 58. Para Ultimate Warrior eran 54, 46 para André The Giant, 45 para Chyna, 44 para Mr. Perfect, 41 Big Boss Man, 40 para Rick Rude, 39 para British Bulldog y 34 para Yokozuna. Son las edades tempranas a las que murieron estos luchadores, todos grandes estrellas de los 80 y los 90 del wrestling, conocido entonces en España como pressing catch.
Ellos son algunos de una interminable lista de wrestlers que con los años han fallecido a causa de problemas cardiacos. Las causas han sido varias, desde abusos de drogas y alcohol hasta el desmedido uso de esteroides, anabolizantes y la hormona del crecimiento.
Lo de Scott Hall, fallecido el pasado lunes, fue fruto de unas complicaciones tras ser operado de la cadera. Su machacado cuerpo no soportó la intervención, sufriendo hasta tres infartos que le obligaron a ser conectado a un soporte vital. Sin esperanzas de sobrevivir, su familia tomó la decisión que esta semana ha bañado de luto el wrestling a nivel mundial.
El adiós a otra leyenda de la industria es doloroso, pero a su vez algo a lo que los aficionados del wrestling se han acostumbrado con los años a recibir de forma periódica: "La esperanza media del wrestler es bastante baja. Quien llega a los 70 es con algo de suerte". Quien habla es Carlos Romo, wrestler español de 26 años que pelea en rings de todo el mundo dentro del circuito independiente.
Carlos explica a EL ESPAÑOL lo que suele haber detrás de estas muertes: "En los 80 era muy común un estilo de vida de rockstar: mucha droga, mucha fiesta, eran habituales los anabolizantes y esteroides... El castigo físico y los golpes en la cabeza no estaban tan protegidos", comenta.
Es chocante escuchar que no sabe, aún así, lo que a él le espera: "Está por ver qué esperanza de vida media tiene mi generación o la que vino un poco detrás". Y añade: "Es muy duro. A mí como luchador me preocupa mucho. Soy una persona que ahora mismo mentalmente está fresca, físicamente está medianamente bien... Pero no sabes a qué nivel estás hipotecando tu futuro".
Un wrestler tiene una probabilidad de morir de un infarto 15 veces mayor que la de otro ciudadano
La Universidad de Eastern Michigan hizo en 2014 el mayor estudio hasta la fecha sobre la mortalidad de los wrestlers. Para ello se nutrieron de 557 luchadores con pasado en la industria entre 1985 y 2011, comparándolos con el resto de seres humanos. Las conclusiones eran claras: quien se sube al ring es 15 veces más probable que muera de un infarto que otra persona, 6 más por cáncer y hasta 122 más por drogas.
FiveThirtyEigth también hizo un análisis el que se determinó que los wrestlers de los 80 triplicaban la tasa de mortalidad de los jugadores de la NFL y la NBA de su época. Por suerte, a día de hoy los datos no son los mismos.
Riesgos y medidas
De un tiempo a esta parte se han implementado medidas para mitigar los daños. En grandes ligas, con la mítica WWE -antes conocida como WWF- a la cabeza, se hacen test de drogas, está prohibido el uso de anabolizantes y en la lucha no se permiten acciones como, por ejemplo, los sillazos a la cabeza. "No es como en los 90 que en RAW los tenías (los sillazos en la cabeza) cada lunes".
En las empresas independientes, las de menores dimensiones, no se hacen tantos controles, pero también se ha quitado esa parte de presión que tenían los luchadores por tener "un cuerpo de culturista". Ahora se busca uno "funcional", reduciendo así el consumo de sustancias con las que se buscan la figura perfecta.
Los riesgos y las consecuencias de este trabajo, de todos modos, están a la orden del día: fracturas de hueso, desgarros musculares, golpes, esquinces... El impacto es constante. Tanto que Carlos Romo es así de claro: "Directamente te estás jugando la vida".
A Carlos le tocó vivir en sus propias carnes un accidente en el ring. Fue en enero y a día de hoy sigue recuperándose de las secuelas que le dejó en el cuello una mala caída. Por un malentendido entre su rival y él acabó impactando de cabeza contra el suelo sin protección: "Caí y sentí que había vuelto a nacer. Lo primero que hice al caer fue mirar si podía mover las extremedidades porque me podía haber quedado tetrapléjico".
CTE: un infierno impredecible
Son las lesiones cerebrales por los reiterados golpes en la cabeza las que más preocupan a los luchadores. Es la temida CTE (ECT, en español): Encefalopatía Traumática Crónica. Es, básicamente, la suma de los traumatismos craneales que sufren durante su vida los luchadores y que acaban teniendo un efecto crónico. Sus consecuencias son tan duras como impredecibles: actitud agresiva e impulsiva, pérdida de memoria, demencia temprana, depresión y hasta conductas suicidas.
"Ha habido bastantes luchadores que se han quitado la vida por una mezcla de problemas de salud mental, estilo de vida, lesiones, abusos en redes sociales... Con la cabeza muy fina puedes gestionarlo bien, pero si no corres un riesgo de pasarlo muy mal. Es una industria que daña mucho la mente y con las lesiones a largo plazo te estás quitando herramientas para luchar contra esos efectos", analiza Carlos.
En el ideario colectivo del wrestling repercute aún el caso que más conmocionó: el de Chris Benoit. Estrella de los 90 y los 2000, llegó a ser campeón máximo de WWE en el gran evento de Wrestlemania XX (2004). Solo tres años después, en 2007, este luchador canadiense asesinó a su mujer y a su hijo para luego ahorcarse a sí mismo. En la autopsia se reveló que padecía CTE.
Los golpes con sillas de acero han dejado de usarse desde entonces, pero los luchadores siguen sufriendo en cada combate daños en la cabeza ya sea por golpes de antebrazo, puñetazos, patadas o caídas y rebotes contra el suelo. En la NFL, donde sus jugadores también sufren mucho esto, se han dado casos igual de dramáticos que el de Benoit: Aaron Hernández mató a su novia y luego se suicidó en su celda y Phillip Addams asesinó a tiros a cinco personas y luego se mató. Ambos tenían síntomas de CTE.
¿Cómo sé que esas personas eran monstruos o se les 'rompió' el cerebro de tanto golpe?
Muchas preguntas surgen en las cabezas de los luchadores ante estos casos y Carlos las expresa así: "¿Cómo va a llegar mi cuerpo o mi cerebro a más mayor? ¿Cuánto te jode eso y cuánto daña a la persona? ¿Cómo sé que esas personas eran monstruos o se les 'rompió' el cerebro de tanto golpe? ¿Puedo acabar yo con la cabeza tan descolocada como esas personas?".
El lado oscuro del wrestling
En la escena independiente están más acostumbrados todavía a escuchar y ver en primera persona tragedias de algunos compañeros. En diciembre de 2021, sin ir más lejos, se supo de la muerte de dos wrestlers: Markus Crane y Jimmy Rave, de 33 y 39 años, respectivamente. El primero había sufrido una grave lesión cerebral en 2019 y el segundo había sufrido la amputación de un brazo y dos piernas por una infección.
Daffney Unger y Ashley Massaro -ex de WWE- son dos luchadoras que se quitaron la vida en 2021 y 2019, respectivamente, tras pasar un infierno por sus problemas cerebrales relacionados con la CTE.
Es el lado oscuro del wrestling profesional, el que por suerte también ha hecho crecer la conciencia de luchadores y promotores en los últimos años. A fin de cuentas, como dice Carlos Romo, todos quieren sentirse seguros cuando van a trabajar: "Lo sientes cuando ves que el ring es bueno, que el oponente es alguien experimentado en quien puedes confiar para poner tu cuerpo en sus mano... También que la compañía tenga algún médico, cosa que lamentablemente no es lo estándar".
Carlos también explica que "cada uno pone sus límites". Se refiere a que ningún luchador tiene que ir más allá en un show de lo que está dispuesto a hacer: "Cuando se involucran objetos, como sillas o escaleras, la compañía debe informarte y debería también conllevar un aumento en los pagos. Hablas con el promotor y con el otro luchador y si hay cosas que no estás dispuesto a hacer lo dices, así de simple".
El wrestling lleva décadas funcionando como uno de los espectáculos más impresionantes del mundo. Desde nivel televisivo, como hace WWE con sus grandes shows, hasta un sector más underground, casi marginal, que disfruta de pequeños eventos donde la adrenalina se siente en cada esquina. "Es muy vocacional y cuando descubres lo que sufre el cuerpo o lo amas o te sales de ello", sentencia Carlos Romo.
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