La historia de Andriy Protsenko es de las más asombrosas vistas en el deporte desde que comenzara la invasión rusa en Ucrania. Más de cinco meses han pasado de aquello y él, que se vio atrapado en la guerra como tantos de sus compatriotas, acaba de lograr el mayor de sus éxitos: bronce mundial en salto de altura.
Protsenko estuvo en los Mundiales de Eugene, Oregón, celebrados durante la pasada semana. Quizás no debería haber estado allí. Un solo paso en falso se lo habría impedido y probablemente hubiera tenido consecuencias fatales para él y su familia. Es la crudeza de la guerra, de la que pudo esconderse y huir hasta estar a salvo.
El 24 de febrero empezó la invasión de Rusia en Ucrania y 144 días después Protsenko se subió al podio en la gran cita del atletismo a nivel mundial. Para lograrlo tuvo que sacrificarse, salvaguardando su vida y la de su familia, pero también encontrando la forma de seguir entrenándose a pesar de las circunstancias. Esta es su historia.
[Mykhailo Romanchuk, una medalla por Ucrania: del exilio en Alemania a las ganas de "matar a Rylov"]
A Protsenko le pilló el inicio de la invasión en su ciudad natal, en la región de Kherson, al sur del país. Salir de la zona de guerra pasó a ser su prioridad y emprendió la huída junto a su esposa Katerina y sus dos hijas, Sofia (5 años) y Polina (9 meses). Atrapado, se ayudaba del móvil para dar con una ruta de escape.
A través de un canal de Telegram, servicio de mensajería instantánea que usaron muchos ucranianos para sortear a los rusos, Protsenko hizo un primer intento junto a otros amigos. Fue fallido: "Ya había hostilidades en el camino que íbamos a hacer. Después de eso, hicimos las maletas y esperamos a que apareciera una nueva ruta", contaba en una entrevista para el portal ucraniano Suspilne Sport.
Otra ruta apareció, aunque debería superar siete puntos de control bajo el mando ruso: "No pude irme de inmediato y pasé un mes en la ocupación. Pudimos salir y tras superar siete controles de los rusos, llegamos al territorio controlado por Ucrania. Y solo después de que dejé la ocupación, pude entrenar más o menos normalmente".
Entrenar en mitad de la nada
Se asentó en una zona de la que nunca ha querido dar especificaciones por la seguridad de sus paisanos. Solo se sabe que era un terreno totalmente rural, en medio de la nada, donde se encontraba una casa de ladrillos. Se conoce gracias a las fotos que se hizo el propio Protsenko mostrando los rudimentarios mecanismos que usó para entrenar.
A cinco meses de los Mundiales de Oregón, Protsenko tuvo que improvisar. Encontró una barra y junto a dos neumáticos pudo hacer levantamiento de pesas, montó unas vallas con elementos agrícolas para entrenar la técnica de carrera y la movilidad de su tren inferior y usó las millas de terreno como pista de atletismo. Sin equipamiento, era todo lo que tenía.
"No había salto de altura, pero encontré la posibilidad de correr. No fue tan difícil encontrar algo para crear el equipo. Lo principal era encontrar la motivación para entrenar, pero afortunadamente pude hacerlo", decía en declaraciones a worldathletics.org.
Su 'campamento' no duró mucho, hasta el 13 de abril cuando decidió partir con la misma bolsa que salió de casa ya que el ejército ruso se acercó a la zona. De nuevo en terreno seguro, la situación mejoró algo: "Cuando cambiamos de ciudad podía entrenar máximo cuatro veces por semana. Pero no era el entrenamiento que suelen hacer los atletas"
Finalmente, pudo salir de Ucrania pasando por varios países. Primero Portugal y luego España, donde fue asistido por sus respectivas federaciones. Luego puso rumbo a Francia, donde aún se encuentra su familia. Con ella se reunirá ahora como medallista mundial, siendo un ejemplo del mundo entero.
Era su séptima aparición en un Mundial, compitiendo en ellos ininterrumpidamente desde Berlín 2009. Era también su primera final y, por ende, su primera medalla. Saltó 2,33 metros, de largo su mejor marca de la temporada. Para darle más epicidad, Protsenko reconoció que compitió en la final con un dolor en el talón: "Me reuní de valor para lograr este resultado en el momento adecuado", dijo. "No hay secretos", añadió.
El reconocimiento de todos
Oro fue el qatarí Mutaz Essa Barshim, que saltó 2,37 metros. Este elogió a Protsenko: "Es un campeón", dijo. "Luchó, a pesar de todo lo que había estado pasando. Se presentó y produjo una actuación. No fue fácil para él, pero está aquí arriba, un medallista, tienes que darle eso".
No fue el único. El italiano Gianmarco Tamberi, que compartió el oro con Barshim en los últimos Juegos Olímpicos e hizo cuarto esta vez, compitió en marzo pegándose una bandera ucraniana en su hombro derecho como muestra de apoyo. También se escribió los nombres de Protsenko y Bodhan Bondarenko, que no podían estar allí por el conflicto.
Protsenko lo ha logrado y su nombre está dando la vuelta al mundo mientras su país sigue combatiendo contra los rusos. Tras subirse al podio con la bandera de Ucrania y reunirse con su familia en Francia, el siguiente objetivo de su plan es mudarse a Polonia. Allí está la base de operaciones de su entrenador, donde se ejercitan otros atletas ucranianos. Un medallista mundial se unirá pronto a ellos.