El pasado 22 de julio, el sherpa y gran especialista en las montañas más altas del planeta Mingma G, grababa y subía a sus redes sociales un vídeo anunciando la dramática situación que se estaba viviendo en el K2. Se trata de la segunda cumbre más alta del mundo, de 8.611 metros, algo más de 200 por debajo del Monte Everest. Hasta ahora, había sido el techo del mundo el que había generado las mayores alarmas.
Sin embargo, este K2 no tiene nada que envidiarle al coloso más elevado de la Tierra. Todo lo contrario. Es una montaña mucho más imponente y tenebrosa y más complicada de escalar. Así lo certifica que los 8.848 metros del Everest hayan sido hollados más de 10.650 veces, mientras que a la cima del K2 solo se ha conseguido llegar en unas 380 ocasiones. Una diferencia abismal que marca el abismo que separa los dos ochomiles más icónicos del planeta.
En ese citado vídeo publicado por Mingma G y secundado por otro de los sherpas más famosos del mundo, Nirmal Purja, mostraba unas colas interminables por las laderas del K2 que hacían presagiar que la montaña estaba sufriendo un profundo proceso de transformación. De ser una de las cimas más peleadas a ser el nuevo Everest, protagonista por sus aglomeraciones y por los supuestos peligros personales y medioambientales que producían esas inmensas colas.
El negocio de Mingma G y Nirmal
A la hora de realizar expediciones y escaladas tan exigentes como las que se requieren en las montañas más peligrosas del mundo, no todo es la altitud. Por ello, el K2 supone un contrincante mucho más temible que el Everest. Este coloso pakistaní que supera los 8.600 metros tiene una superficie mucho más abrupta y difícilmente conquistable que el Everest. Además, cuenta con una sección técnica y muy peligrosa que es conocida como el cuello de botella y que supone un reto incluso para los mejores alpinistas del mundo.
Sin embargo, esta temida montaña, que antes era refugio de los más puristas y hábiles, ahora se ha convertido también en un lugar de peregrinación para muchos aventureros e inexpertos que a cambio de unos cuantos billetes consiguen pelear cara a cara con los mejores escaladores del mundo. Esta es la situación que ha explotado en esta temporada de verano. Se han llegado a registrar cifras cercanas a las 150 cimas al día.
Según el sherpa Mingma G, la mayor parte de estas aglomeraciones se han producido en algunas de las zonas más complicadas posibles. Una de ellas se trata de un paso dominado por un serac colgante, una masa de hielo de poca fiabilidad en la que se pueden producir desde aludes hasta caídas masivas. Este alpinista deja la duda abierta sobre si lo que allí se está produciendo es una situación insegura de verdad o si está jugando con el poder de ciertas imágenes.
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Para Alex Txikon, quien analiza para EL ESPAÑOL la situación con el máximo respeto hacia la labor de estos sherpas, todo tiene un pequeño truco. "Nadie tira piedras contra su propio tejado". Sin embargo, nadie conoce mejor la montaña que ellos y por ello se han encargado de hacerse los amos y señores del medio que ahora mismo les está permitiendo hacerse ricos.
Mingma G y Nermal Purja, junto a sus equipos, se convirtieron en los primeros en hacer una cima invernal en el K2 en el año 2021. Ese fue un viaje que cambió sus vidas, ya que descubrieron donde podría estar el gran negocio del momento. Ahora, juntos lideran una expedición tras otra para poder hacer cima en la segunda montaña más alta del planeta. Han conseguido convertir el reto infernal de hollar este coloso casi en un 'paseo' para decenas de alpinistas aficionados, restando valor al hecho de conquistar una de las cimas más imponentes del planeta.
Tradicionalmente, las épocas más adecuadas para este tipo de expediciones se situaban en primavera y otoño. Sin embargo, ampliar ese mercado también a verano podía suponer un negocio redondo. La dificultad está en esquivar el monzón que imposibilita acercarse a las montañas más elevadas de Nepal en estas fechas. Con muchos medios, material y un amplio equipo formado por los mejores sherpas del mundo han conseguido su gran reto y ahora el K2 va camino de convertirse en el nuevo Everest.
Se ha transformado en una montaña casi sin dificultad y con los medios suficientes como para que cualquier aficionado pueda conquistarla si el tiempo lo permite. Así es como han llegado a sumar una expedición tras otra con oleadas de hasta 400 personas. Sin embargo, como comenta Txikon, algo no encaja en todo esto. Si ha encontrado allí un gran negocio, ¿por qué promocionar que puede existir un cierto peligro por las supuestas aglomeraciones y las cifras de récord si podría dañar su éxito? La explicación está detrás de una campaña.
Del K2 al mundo
EL ESPAÑOL ha hablado con Alex Txikon para saber a ciencia cierta qué está pasando en el K2 y cómo se suelen producir este tipo de aglomeraciones en la montaña y si realmente son peligrosas o si pueden tener algunos intereses ocultos. Y lo cierto es que, aunque parezca increíble, todo está movido por fuerzas comerciales.
"Es una estrategia de marketing total. Mingma G tiene su agencia y sus experiencias y yo he visto cómo trabajan. Lo que quería era sacarlo el primero y ha dado en el clavo. Yo lo digo con respeto, pero lo cierto es que es así. Su interés es que su agencia salga en todos los lados y eso que funciona de manera dudosa porque paga mucho menos a los pakistaníes que utiliza de porteadores respecto a sus amigos que se llevan miles de dólares. Si ellos cobran unos 8.000 dólares, a los que son de allí, que han hecho todo el camino, que han subido botellas de oxígeno a los campos base y demás pues a lo mejor solo les dan 1.500".
Alex asegura que lo que estos sherpas han intentado es que se hable del K2 en todo el mundo y ser ellos mismos quienes retransmiten lo que supuestamente está sucediendo. Así consiguen visibilizar el K2 y también sus agencias para que su negocio siga creciendo. De manera normal, el K2 no sería noticia ni aunque se produjera un hito sin precedentes. Sin embargo, filas de gente haciendo cola para poder subir y avanzar está demostrado que sí vende y que eso tiene hueco en los medios de todo el mundo. Y más si se acompaña del término récord.
"Para empezar sucede una cosa curiosa y que es contradictoria. La persona que ha publicado y distribuido esas fotos quiere generar desconcierto. Va contando toda la cantidad de gente que hay. Él es un nepalí que se llama Mingma G que ha escalado las 14 montañas más altas del planeta y que tiene su propia agencia y parece que mostrando eso se echa piedras contra su propio tejado. Eso me descoloca. Es una cosa extraña".
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Este tipo de situaciones provoca que el alpinismo esté cambiando a pasos agigantados y que se esté convirtiendo en algo que antes no era. Una situación que evoluciona al ritmo de la sociedad, pero que genera críticas y que no es bien valorada por el sector más clásico de aquellos que dedican su vida a la montaña.
Alex, que ha escalado 12 veces montañas por encima de los 8.000 metros, se mantiene al margen del debate, pero establece una serie de principios básicos que se deberían respetar siempre: "Hay que entender que en las expediciones en el Himalaya desde hace 120 o 130 años han ido cambiando como la propia sociedad. Ellos salían de casa y volvían incluso años después".
"Ahora, desde que sales de tu casa, en unos 20 días puedes coronar una montaña de 8.000 metros. El cambio más considerable en este tiempo ha sido la industrialización que se ha producido, el impacto de las ventas de este tipo de experiencias ha crecido mucho. Y lo digo yo que no soy más que nadie. A mí no me parece ni bien ni mal esto. Mientras den trabajo a la gente, se haga bien y se respete el medio natural todo está bien".
"Pero esto no se hace y en parte es porque las normativas son muy laxas en zonas como Nepal o Pakistán. No puede ser que haya descontrol con los residuos, o que haya miles de personas orinando en un glaciar, para eso hace falta hacer las cosas mucho mejor. Eso es lo único negativo porque por otro lado generan un gran impacto en las comunidades locales".
Sin embargo, también entiende a aquellos que no pueden comulgar con esas nuevas ideas: "Entiendo y respeto el malestar de aquellos que escalaban hace 40 o 50 años y que han visto como ha cambiado todo. Antes por ejemplo no había redes sociales y ahora las hay. Pues esto es igual, antes la gente no iba al Himalaya y ahora sí. El problema es a qué estamos jugando ahora. Se muestran unas fotografías para que den la vuelta al planeta y para que todos los medios se hagan eco de ello y no sé cuál es la intencionalidad de todo eso, pero se están llevando todo el dinero con lo que hacen".
Las realidades del K2
Alex Txikon confiesa a EL ESPAÑOL cuál es la situación real que se está viviendo en el K2 y se aventura a explicar también cuáles son los problemas o los puntos con los que de verdad hay que luchar. Critica duramente que el foco de la famosa batalla medioambiental no se está poniendo donde debería y eso sí puede llevar a poner en problemas a los grandes templos de la naturaleza. Una situación deficiente que también puede suponer un grave peligro para las personas que ahora abarrotan el K2 como antes lo hacían con el Everest o el Annapurna.
"Yo he hablado con gente que está en el K2 y me han dicho que no es para tanto. Hay que tener en cuenta que venimos de dos años de pandemia en los que casi nadie ha podido escalar el K2 y todas las montañas de Pakistán, por eso ha habido una concentración más alta".
"Por el contrario, muchas familias que se dedican a esto y con poco poder adquisitivo van a poder tener dinero para cosas tan básicas como ir al hospital gracias a los ingresos de esas expediciones. Hay cosas muy positivas, pero también muy negativas. En general, falta mucha preparación".
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Él ha rechazado de manera frontal acudir este curso al K2 porque sabía cuál iba a ser la situación: "Como alpinista sí puedo decir que es un mal año para ir al K2. Yo con lo mínimo puedo tirar hacia delante y es una cumbre a la que puedo llegar, pero no a cualquier precio. Lo cierto es que estuve tentado, pero lo pienso y me da pereza. No me interesa hacerlo así".
El de Lemoa tiene una amplia experiencia ya que su primera cima la hizo nada más y nada menos que con tres años. Fue en el Monte Gorbea, entre Álava y Vizcaya, y que se eleva hasta rozar los 1.490 metros de altitud. Desde entonces no ha parado pasando por picos tan emblemáticos como el Gasherbrum South, el Laila Peak, el Nanga Parbat, el Pumori, el Ama Dablam, el Lhotse, el Annapurna, el Shisha Pangma, el Dhaulagiri o el Manaslu.
A lo largo de su vida ha desarrollado una gran afición por las ascensiones invernales y sin oxígeno (los retos más complicados para los alpinistas) y por llegar a cimas a las que no ha conseguido llegar nunca nadie. O al menos que esté documentado.
Ahora, mantiene su acertada visión de que este universo avanza hacia la industrialización exacerbada y que eso explica comportamientos como el de Mingma G, quien ha conseguido promocionar su agencia por todos los medios del mundo. Sin embargo, lo que más le preocupa es que las cosas no se hagan bien, porque si se hacen, no hay por qué lamentar daños materiales o personales.
"Si las cosas se hacen bien no tiene por qué haber accidentes. Se está yendo hacia una industrialización y también hacia la banalización de las montañas. Igual que se hacen excursiones de trekking pues también se llevan estas experiencias a la montaña. Turísticamente tienen valor aunque para mí como alpinista no la tenga. Para mí, en estas condiciones, escalar cualquier cordillera del mundo que tenga una mínima dificultad ya tiene más valor que escalar el K2".
"Lo digo desde el respeto, pero si lo haces en temporada normal, por la ruta más habitual, todo guiado por cuerdas y sin peso pues no es lo mismo. Pero es la época que ha tocado. No deja de ser un trekking de altura y hay que diferenciar los méritos".
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Por último, Txikon analiza el peso de la guerra medioambiental que siempre ha perseguido esa visión comercial de la montaña. Para Alex, las famosas colas y aglomeraciones son la punta de un iceberg que pasa totalmente desapercibido.
"Todos se fijan en las cosas que se hacen por ejemplo en el Everest, pero nadie se fija en que la zona es un parque natural. O en qué pasa con la gestión de los residuos, o con el cuidado de los bosques. Por ejemplo, todos se quieren duchar todos los días. Pero nadie piensa en los árboles que se talan de allí para calentar esa agua. Además, lo hacen con unos árboles que son un icono de Nepal y con la tala se está extinguiendo".
"Las colas del Everest son una cosa puntual, pero los más de 120.000 turistas que entran al parque nacional sí son un problema. Otro ejemplo, allí todos los que van llevan agua mineral comprada y a lo mejor se llevan cuatro botellas cada día, ¿qué pasa con ese plástico? Pues que lo van tirando en un descuido, en un descanso, en un parón… Como no hay basureros pues lo dejas allí a más de 4.000 metros. Las colas son el mal menor. Hay que hacer una visión más global del impacto que tenemos como turistas desde que salimos de nuestra casa".