Han pasado 50 años, pero los Juegos Olímpicos de Múnich siguen en el recuerdo. Fueron los Juegos del trágico ataque terrorista de un grupo palestino que provocó la muerte de 11 miembros de la delegación del equipo israelí y un oficial de policía local.
Pero más allá de la tragedia que acompañó a Múnich '72, el nombre propio de aquella cita fue, sin duda, el de Mark Spitz, el hombre que logró en una semana siete medallas de oro en una de las mayores actuaciones individuales de la historia del deporte. Pero su camino había empezado mucho tiempo atrás.
Cuando era un niño se integró en las filas del club YMCA y con nueve años ya contaba con su propio entrenador, Sherm Chavoor. Su primer preparador lo llevó a pulir todas las cualidades y capacidades que Spitz había demostrado desde sus inicios en las piscinas.
Al igual que muchos de los atletas olímpicos, su constancia en los entrenamientos y mentalidad ya estaban fuera de lo normal para una persona de su edad. A los 11 años ya había roto 17 récords nacionales dentro de los competidores de su edad y, con ese gran potencial, se inscribió en el Club de Natación Santa Clara.
Su capacidad en el agua era tan grande como su carácter fuera de ella. Según fue creciendo se veía un nadador fuera de serie y una personalidad un tanto arrogante y en los Juegos previos a Múnich, México '68, "fracasó" ante las altas expectativas que había puestas en él, ya que en ese momento había establecido cinco récords mundiales. "En México ganaré seis pruebas", anunció el nadador estadounidense.
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Con 18 años se inscribió en los 100 m libre y en las dos distancias de mariposa, su especialidad (el hectómetro debutaba ese año como prueba olímpica), y se daba por segura su presencia en los tres relevos.
El día 17 de octubre debutó con un oro en el 4x100. Dos días después llegó el primer gran compromiso individual de Spitz, la final de los 100 m libre. Pero el californiano no cumplió con sus propias exigencias y tocó la pared en tercer lugar.
De más a menos
El día 21 afrontó dos finales más. Llegó el momento de su prueba, los 100 m mariposa. Tenía en su poder el récord mundial en 55.6, pero marcó 56.4 y llegó segundo, superado por su compañero Douglas Russell. Esa medalla de plata hizo mucho daño a Spitz, aunque unos minutos después ganó el oro en el relevo 4x200.
El día 24 cerró su semana de altibajos con el peor resultado posible en los 200 m mariposa. El cansancio de tantas pruebas acumuladas y la inseguridad ante unos resultados por debajo de lo esperado le pasaron factura de golpe: la estrella llamada a triunfar fue el último nadador de la final. Spitz confesó después que no tenía en la selección estadounidense ni un solo amigo.
Unos Juegos en los que ya acumuló unas cuantas preseas, pero en los que quedó una sensación amarga. Sin embargo, Múnich encumbró al nadador norteamericano. Ganó siete medallas de oro y estableció un récord del mundo en cada una de las siete pruebas: 100, 200, 4x100 y 4x200 libre, 100 y 200 mariposa y 4x100 estilos.
Durante 36 años fue el deportista con más oros en una única edición de los Juegos hasta que su compatriota Michael Phelps le arrebató la marca con sus ocho victorias en Pekín 2008.
Cabe destacar que la mayoría de las finales de natación en los Juegos de 1972 estaban programadas para la tarde y, deseoso de probar la luz ambiental en la piscina en ese momento, Spitz se acercó a los rusos en la víspera de los Juegos para preguntarles si podía meterse en la piscina para 10 minutos durante la sesión de entrenamiento asignada. Los entrenadores rusos estuvieron de acuerdo y despejaron un carril para el nadador estadounidense. Entonces tuvo lugar una de las anécdotas de aquellos JJOO.
"Mientras nadaba de un lado a otro, noté que había un montón de ventanas submarinas y luces estroboscópicas que se disparaban cuando pasaba", recordó Spitz en una entrevista para los medios oficiales del COI. "Así que hice un poco de espalda y vi que la mitad del cuerpo técnico había desaparecido, estaban en esas ventanas submarinas mirándome. Así que hice una brazada realmente estúpida cuando llegué al final de la piscina, para tomarlos por sorpresa, sacarlos del rastro".
Una personalidad peculiar
"Cuando salí, se acercaron, descaradamente con sus cámaras, y el entrenador que hablaba inglés dijo: 'Mis colegas nunca te han visto nadar en persona; quieren saber, ¿siempre nadas con esa brazada en particular?' Y dije: 'Oh, sí, lo hago'", añadió Spitz.
Una muestra de la personalidad que tenía Spitz, tanto dentro como fuera de la piscina. Un símbolo recordado también por su famoso bigote, al que los rusos pusieron en duda: "La siguiente pregunta fue, '¿No te va a retrasar?' Y no sé qué me impulsó a decir esto, pero me acaricié el bigote y dije: 'Este bigote desvía el agua de mi boca y me permite ir mucho más abajo y más aerodinámico en el trazo y por lo tanto es menos probable que trague agua, y me permite nadar más rápido y me ayudó a romper un par de récords mundiales el mes pasado'".
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Según el propio Spitz, en 1973 todos los miembros del equipo de natación masculino ruso se habían dejado crecer el bigote. Sin embargo, para entonces Spitz ya estaba retirado, ya que consideró que tras los siete oros de Múnich dejó la natación al más alto nivel.
Se retiró a los 22 años y su carrera la culminó con cinco medallas de oro en Panamericanos, 11 medallas Olímpicas, 8 campeonatos universitarios y 26 récords mundiales en su haber. Un palmarés gigantesco en una breve carrera, pero que sirvió para inspirar a las generaciones posteriores para tratar de imitar sus gestas, algo que tan solo el mencionado Michael Phelps ha podido conseguir.