El deporte italiano es un reducto habitual de importantes éxitos a todos los niveles. A lo largo de la historia, los atletas del país transalpino se han acostumbrado a ganar en diferentes disciplinas y a tener grandes competidores en muchas modalidades. Atletismo, baloncesto, fútbol, ciclismo e incluso en el mundo del motor.
Sin embargo, en casi todos ellos ha tenido cabida también una importante lacra social que ha ido de la mano de las victorias: el racismo. Italia no es un país racista, ya que no se puede afirmar que ningún estado o sociedad lo sean por definición. Sin embargo, Italia sí es un país donde existe racismo en altas dosis y donde esta circunstancia campa a sus anchas sin que se haga mucho detenerla.
España se convirtió hace unas semanas en el centro de todas las miradas cuando se viralizó el 'Caso Vinicius'. El futbolista brasileño del Real Madrid acalló a base de goles y bailes a aquellos que le deseaban una vuelta a su país o que le decían que dejara de "hacer el mono". Algunos aficionados del Atlético de Madrid se encargaron en su momento de echar por tierra la imagen de todo un país.
[La Fiscalía de Madrid investigará los cánticos racistas contra Vinicius en el Metropolitano]
En una situación parecida, aunque infinitamente más grave, se encuentra Italia. Muchos han sido los deportistas que a lo largo de la historia han sufrido persecuciones allí. Jugadores como Romelu Lukaku, Koulibaly o Kessié han tenido que lidiar con este mal. Pero también futbolistas locales como Mario Balotelli. Y en las últimas fechas, quienes más alto se han quejado de esta situación han sido la velocista Zaynab Dosso y la jugadora de voleibol Paola Egonu.
El suyo es un caso especialmente grave. A sus 23 años es una de las mayores estrellas del voleibol europeo. Tanto es así que por sus manos pasan muchas de las aspiraciones que tiene Italia de traerse una medalla en los Juegos Olímpicos de París de 2024. Sin embargo, ahora mismo, Paola ha rechazado volver a jugar con el equipo nacional por culpa de las presiones y de los insultos a los que se ve sometida cada vez que se viste de corto solo por su color de piel.
El calvario de Egonu
Paola Egonu ha dicho basta. Y no lo ha hecho para concienciar a nadie de que el racismo sigue vivo en Italia. O para ser un ejemplo o una referente. Lo ha hecho porque no puede más. Con 23 años es una de las mejores jugadoras europeas de voleibol y gran estrella de su selección nacional. Sin embargo, a pesar del prometedor futuro que tiene por delante, ha decidido no volver a vestir la camiseta azzurra.
El pasado sábado, Paola consiguió junto a sus compañeras la medalla de bronce en el Mundial de voleibol disputado en Holanda. Mientras todo el equipo nacional festejaba en la pista el tremendo éxito, ella se acercó de manera tímida y solitaria hacia una de las gradas. Allí habló brevemente con su representante y móvil en mano rompió a llorar.
[Escándalo racista de Daniil Medvedev: llama "mono" al público francés en un partido contra Wawrinka]
Nadie sabía lo que estaba pasando, pero las palabras que salieron de su boca anunciaron el terremoto: "No puedes entenderlo, no puedes entenderlo. Estoy cansada. ¡Me han preguntado cómo puedo ser italiana! Este es mi último partido con la selección. El último, el último. Estoy cansada". Marco Raguzzoni, que sabe que tiene entre sus manos a una joya en un momento frágil, miraba atónito la escena. Con toda su carrera por delante, su pupila le decía que no vestiría nunca más la camiseta de su país.
La escena fue grabada por un aficionado y recorrió rápidamente las redes sociales, lo que provocó que el incendio fuera aún mayor. La doble medallista mundial y europea estaba completamente destrozada y ni siquiera su entorno sabía cómo ayudarla. Solo podían intentar capear el tremendo temporal. El berrinche de Paola fue importante, pero como reconoció poco después, no era cosa de un calentón. Era el impulso que necesitaba para tomar una decisión que ya venía meditando.
En una entrevista con La Reppublica, Egonu confesaba su malestar: "Me pregunto por qué, con la camiseta de la selección, tengo que representar a personas que me preguntan por qué soy italiana. Doy el alma y el corazón, nunca le he faltado el respeto a nadie y duele mucho esto". Paola no se siente ya con fuerzas para seguir luchando contra un racismo que está más presente que nunca en Italia. En el deporte, en las calles e incluso en el panorama político. Es esta desoladora situación la que ha llevado a la jugadora del VakıfBank turco a decir basta, ya que no tiene más fuerzas para cargar más piedras en su deteriorada mochila.
El caso de Paola, que se está haciendo viral en todo el país y en el mundo, es algo que sucede en Italia casi cada fin de semana, sea cual sea el nivel, deporte o categoría en el que haya una disputa. El racismo se respira en el ambiente y se hace protagonista en cada cancha. A pesar de su juventud, Paola lleva lidiando con estas situaciones mucho tiempo, al igual que les sucede a los Balotelli, Dosso y tantos otros deportistas.
[Wayne Rooney expulsa a uno de sus jugadores por insultos racistas en la MLS]
Raguzzoni, agente de Egonu, siempre recuerda una anécdota que vivió hace tiempo Paola y que le hizo reflexionar sobre la situación del deporte italiano. En el año 2018 la selección femenina consiguió la plata mundial. Entonces, la marca que patrocinaba al equipo masculino y también al femenino decidió hacer dos fotos oficiales con su logo a modo de marca de agua. En la de los hombres, esta no tapaba a nadie. En la de las féminas, caía sobre Paola y sobre su compañera Miriam Sylla, también negra. Nunca creyeron que fuera algo casual.
Ahora, su esperanza es que su representada pueda reflexionar con el tiempo y pensar fríamente lo que le conviene a su carrera. No pierde la esperanza de que la decisión de acabar con todo y decir adiós a la selección fuera un calentón y que decida reconsiderar esa arriesgada apuesta.
Una vida de pelea
Paola Egonu milita ahora en el VakıfBank, un equipo turco considerado como el mejor de Europa. Su enorme talento y sus condiciones atléticas le han convertido en una de las mejores jugadoras del Viejo Continente y en una auténtica estrella de una Italia que sueña con algo grande en los Juegos Olímpicos de París 2024. Sin embargo, su vida no ha estado siempre ligada al éxito, pero sí a la lucha contra el racismo. Y lidiar con eso, cuando tu voz no la escucha nadie y se ahoga en las cuatro paredes de una habitación, es mucho más duro.
La jugadora de la selección italiana nació en la bonita urbe de Cittadella, en la región norteña de Padua, en el año 1998. Italiana de pro, pero de padres nigerianos, algo que muchos no respetan y por ello le hacen la vida imposible. Su padre era camionero en Lagos y su madre enfermera en Benin. Juntos emigraron hacia Italia donde nació ella y también sus dos hermanos, Angela y Andrea.
[La Premier ya no dejará arrodillarse contra el racismo: el gesto que solo Adama impulsó en España]
Tanto es su amor por su tierra, aunque muchos no lo vean y no lo crean, que es la única que sigue viviendo en Italia mientras todo su entorno se ha mudado al Reino Unido, a Mánchester. Desde muy pequeña empezó a jugar al voleibol aprovechando su altura y su envergadura y se quedó prendada de un deporte que ahora mismo es su vida, una vida acomodada gracias a su talento.
Creció pegada a un balón y a una red, pero también a un episodio racista, ya que cada partido que disputaba era una nueva oportunidad para ir minando un poco más su moral. Uno que le marcó especialmente y que recuerda habitualmente en entrevistas lo padeció con solo 14 años: "En un partido, los padres de las rivales empezaron a decirme insultos racistas, a hacer el sonido del mono. Fue horrible y es difícil ignorar maldades como estas".
A pesar de estos ataques, Paola ha conseguido crecer, formarse y crear una carrera hasta convertirse en una estrella. Tanto es así que en los pasados Juegos Olímpicos, el Comité Olímpico Internacional la seleccionó junto a otros cinco deportistas como abanderada para llevar la enseña de los aros olímpicos. Un reconocimiento que lejos de suponer un orgullo para muchos de sus compatriotas, sirvió como excusa para atacarla sin piedad. Otra situación que hirió profundamente su orgullo y que la hizo sentir masacrada por sus propios 'hermanos'.
La mayoría de las críticas que recibió por algo que no había elegido ella, es que había muchos deportistas blancos que tenían mayores méritos que una atleta de color. Una triste realidad con la que Paola tiene que convivir día a día y que ahora le ha llevado incluso a renunciar a lo que un día fue un sueño: representar a Italia por el mundo haciendo lo que más le gusta.