"Para mí es libertad". Irati Idiakez (Getaria, 1996) define así el snowboard, la disciplina que le enseñó el camino hacia la felicidad después de sufrir un accidente que le cambió la vida. Ella encontró el deporte de alta competición por casualidad. O más bien, por una de esas desgracias que aparecen cuando menos se esperan.
En su caso fue al otro lado del mundo, ya que fue víctima en diciembre del año 2017 de un accidente de tráfico mientras realizaba un trayecto en autobús en Chile, donde estaba de viaje de estudios. El conductor perdió el control del vehículo y este volcó. El brazo de Irati se llevó la peor parte. Eso sin tener en cuenta el enorme disgusto que se llevaron sus padres cuando se enteraron, casi por casualidad, de que su hija había sufrido un grave percance sin tener más noticias sobre ella porque había perdido el móvil en dicho accidente.
Superado aquel trance a través de una dura batalla que necesitó de todo el apoyo de su familia y también de un duro trabajo psicológico, encontró el snow y, a la vez, la luz. Descubrió una vida de ensueño que jamás había imaginado. En resumidas cuentas, encontró una vía para ser feliz que nunca se hubiera planteado cuando para ella el deporte solo era un espacio en el que pasárselo bien y estar con sus amigas.
Ahora, Irati es una estrella. Su enorme progresión la convirtió en la mayor promesa del snowboard adaptado en España y ha sumado éxitos tan importantes como el Globo de Cristal. En menos de cinco años se ha convertido en una referencia absoluta y ahora ha firmado una plata y un oro en los Mundiales de Para Snow que se están celebrando en La Molina. Desde allí atiende a EL ESPAÑOL para charlar sobre su deporte, sobre su cambio de vida para mejor y sobre el trabajo que le ha llevado superar su golpe más duro.
Chile lo cambió todo
La vida de Irati estaba predestinada a ser una más. Estudiar. Sacarse una carrera. Tener una familia seguramente. Lo de siempre. Sin embargo, lo que para muchos hubiera sido una tragedia, para ella, superado el duelo, fue una oportunidad que no dejó escapar para cambiarlo todo. Se podría decir que en Chile, Irati perdió un brazo y ganó una nueva vida que, como ella misma asegura, "mola más" que la que probablemente hubiera tenido.
Irati tiene ahora 26 años. Nació en Getaria y hasta hace muy poco tiempo pensó que su vida giraría en torno al Trabajo Social, la profesión que había elegido estudiar: "Estaba estudiando Trabajo Social y el primer semestre del último año fui de movilidad bilateral a Chile. Cuando ya terminamos los estudios y las prácticas hice un viaje con una compañera. Ya habíamos comprado el avión de vuelta y queríamos ir en autobús de playa en playa, pero no llegamos ni a la primera porque el autobús, por un giro brusco del conductor, terminó volcando".
Lo que podría haber sido una simple anécdota o un susto sin más en aquel trayecto entre Santiago y Viña del Mar dejó en Irati una secuela para toda la vida: "Por el accidente sufrí la amputación de mi brazo derecho. Después, estando ya en rehabilitación, como quería llevar una prótesis, me dijeron que era importante que practicara algún deporte porque eso me ayudaría. Yo quería preguntar para saber qué deporte hacer y me llamaron directamente de la Federación Vasca para ver si quería probar el snowboard".
Y así fue como descubrió su nueva pasión. Una modalidad que siempre le había llamado la atención, pero a la que nunca se había acercado: "Era un deporte que siempre había querido practicar, pero nunca se había dado el caso. Entonces fui a la primera concentración, creo que fue en abril de 2018, probé y desde ese día hasta ahora".
A veces, es necesario sufrir un shock tan importante como el que Irati vivió para encontrar el camino correcto en la vida. Solo cuatro meses después de aquel suceso fatal en Chile, Irati se subió a su primera tabla de snowboard. Todavía recuerda los golpes contra la nieve en aquella primera concentración en Baqueira Beret en la que descubrió que la tabla de snow sería su nueva compañera en busca de la felicidad.
Sin embargo, antes de llegar a recuperar la sonrisa, Irati tuvo que superar momentos muy duros que ahora recuerda con EL ESPAÑOL: "En el primer hospital en el que estuve querían amputarme el brazo desde arriba, pero como era una chica joven, me quitaron la vena safena de la pierna izquierda y me la pusieron en el brazo. Y funcionó. Regaba bien la sangre y demás. E intentaron salvarlo".
"Después mis padres vinieron y me llevaron a otro hospital privado especialista en brazos. Ahí me hicieron muchas limpiezas quirúrgicas y todo fue bien. Unos días podía hacer la pinza con algunos dedos, otros días podía con otros, pero resultó que al final pillé una infección y me dijeron que había que amputar".
En ese momento, la situación llegó a un punto crítico: "Era o el brazo o yo porque si no la infección iba a ir subiendo y afectando a diferentes órganos. Me acuerdo que me lo contaron mis padres llorando. Bueno, antes de que me lo dijeran, en cuanto vi su cara, sabía lo que me iban a decir. Al principio me lo tomé bien y firmé, pero claro, estaba muy drogada, estaba muy medicada, entonces yo creo que tampoco era consciente".
Poco a poco, la ahora rider española, por aquel entonces solo estudiante de Trabajo Social, se fue dando cuenta del túnel en el que se estaba adentrando: "De los primeros días no me acuerdo bien, pero ya después, cuando me subieron a intermedios me sentía mucho mejor. Al final la zona donde me amputaron estaba enferma, pero después ya me empecé a sentir algo mejor. Cuando ya era más consciente, me acuerdo que llevaba un camisón que era bastante ancho, con mangas bastante largas y yo hacía como que no pasaba nada. Como no veía nada, pues no pasaba nada".
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"No era huir... pero bueno, como no lo veía pues no pasaba. Un día se me cayó el camisón y aún así hice como que no veía nada tampoco. Pero poco a poco te vas dando cuenta de lo que ha pasado. Al principio la verdad fue muy duro. Lloraba mucho porque era como si se me cayera el mundo encima. Mis padres lloraban mucho conmigo también y poco a poco tuve que trabajar mucho con la psicóloga. Al final es un duelo, como si se hubiera muerto mi abuela, pero era mi brazo el que había muerto.
Con la misma naturalidad y franqueza con la que explica a EL ESPAÑOL cómo vivió los días más difíciles de su vida, Irati detalla también la gran lección de vida que le dieron sus amigos y personas más cercanas. La snowboarder vasca, estrella ahora de los Mundiales de Para Snow de La Molina, reconoce que nada ni nadie le puso más trabas que ella a sí misma.
"Al principio era yo misma. Tenía que aceptarlo. Eso era lo más difícil. Después, la película que yo me había montado en la cabeza de que pensaba que nadie me iba a querer no fue así. Pensaba que a mis amigos les iba a dar vergüenza estar conmigo porque me faltaba un brazo. Y te vas dando cuenta de que no pasa nada, que para ellos era igual. Como si me hubiera cortado el pelo, pues casi lo mismo, no pasaba nada".
Ahí fue cuando encontró el calor de los suyos para iniciar juntos un camino y un aprendizaje: "Yo creo que incluso mi entorno ha ido aprendiendo a la vez que yo, poco a poco. Al principio necesitábamos ese aprendizaje. Yo ahora mismo soy una mujer independiente y autónoma. Para lo único que necesito ayuda es para hacerme la coleta para entrenar. Las barreras creo que me las ponía yo misma".
El accidente, al principio, no solo fue un trauma para ella, si no también para sus padres, quienes se despertaron una fría y lluviosa mañana de diciembre con la peor noticia de su vida: "El accidente fue en Chile y ellos estaban en España. Había una diferencia horaria importante. Un policía encontró mi teléfono y mandó un mensaje a mi madre por privado y a un grupo que tenemos toda la familia que decía 'he encontrado este celular, llámenme cuando puedan'".
Difícil pensar en algo más desesperante para una familia: "Mis padres, cuando se despertaron, llamaron, pero nadie lo cogía. Se fueron a trabajar y después mi madre volvió a llamar, creo que habló con este policía y le dijo que yo había sufrido un accidente. Mi madre le preguntó si yo estaba mal y el policía le dijo 'si fuera mi hija, yo le diría que viniera'". Con esas palabras, los padres de Irati, movidos por la desesperación y el desconocimiento, se pusieron a buscar la forma de llegar desde Getaria hasta Chile.
"Volvieron a casa e hicieron las maletas. Mi hermano se quedó para estar un poco de intermediario con el resto de la familia y mis padres se vinieron con los padres de mi amiga. Iban a volar hasta Madrid, pero por meteorología era imposible que el avión saliera de Bilbao. Tuvieron que coger un autobús. Veían que no llegaban a Madrid porque hacía un tiempo malísimo. Llegaron y justo cuando yo, por vía de otra conocida, pude mandar un audio a mi hermano para decirles que estaba bien, ellos ya habían puesto el móvil en modo avión porque iban a despegar hacia Chile. Fueron trece horas de estrés. Me contaron que fue lo peor de lo peor. Cuando ya llegaron y escucharon el audio se tranquilizaron. Bueno, no es que se tranquilizaran, pero pudieron respirar".
La sensación de esos padres nada más aterrizar en Chile oyendo las palabras de una hija cuyo estado de salud desconocían es indescriptible. Por suerte, pudieron reunirse pronto con ella. Juntos comenzaron un viaje que les unió más que nunca: "Para mí lo han sido todo. Lo más importante. Siempre han estado ahí todo el rato, para cualquier cosa que necesitara. Han venido a La Molina a verme, están siempre conmigo. Y siempre les digo es que si no estuvieran ellos yo creo que no lo hubiera podido superar. Tengo un hermano también, tres años mayor, que ha sido muy importante. Tengo una familia que somos una piña. Han sido súper importantes para poder superarlo".
La aparición del snow
Cuatro meses después de sufrir el accidente, ya en España y en pleno proceso de recuperación, Irati se acercó al snow y conoció el deporte desde otra perspectiva: "Yo jugaba fútbol de pequeña, pero era un poco la que animaba al grupo. Yo ni siquiera era buena jugadora al principio. Luego ya aprendí, pero era la que ponía un poco de humor, cantaba... Yo creo que me querían más en el equipo por eso que por lo que valía como jugadora. Era un poco pasar el rato, compartirlo con mis amigas, hacer deporte y diversión".
Ese feeling de libertad, de pasar tiempo con gente que la hacía sentir en familia, que la daba confianza y que la permitía evolucionar fue lo que encontró desde la primera vez que se subió a una tabla de snow en aquella concentración con la Federación Vasca de Snowboard Adaptado. Una sensación que ahora, convertida en una estrella mundial cinco años después, no ha perdido. Seguramente, esa sea una de las claves de su éxito.
En aquellas concentraciones conoció a dos personas que se han convertido en amigas y en pilares de su nueva vida. Dos apoyos con los que compartir su nueva pasión, esa que ahora mismo es también en una profesión de élite. Son Raquel Martínez, con quien se acaba de proclamar campeona del mundo en La Molina, y la leyenda Astrid Fina, su referente.
"A la primera concentración a la que fui vi a Raquel, a Astrid y a otros deportistas que también tenían diferentes discapacidades y que seguían con su día a día y fue lo que me ayudó a llevar una vida normal. Encima llevaban una vida más guay de la que lleva la gente normal. Yo creo que eso me ayudó mucho e hice un cambio de chip. Volví como nueva a casa y hasta dejé las pastillas del dolor del miembro fantasma".
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Irati pasó en muy poco tiempo de no saber sostenerse sobre una tabla de snow a competir en una prueba de la Copa de Europa en Landgraaf, en Holanda, y en otra de la Copa del Mundo en Hafjell, Noruega. Era finales de 2019 y aunque poco después llegaría la pandemia de la Covid-19 para detener su progresión profesional, para entonces Irati ya se había convertido en una rider experta que generaba una enorme expectación.
Empezó a formar parte también de la Federación Española de Deportes de Personas con Discapacidad Física y del Centro de Deportes de Invierno Adaptados (CDIA). Y le dedicó al snow casi más horas de las que tenía el día. Su velocidad de progresión y aprendizaje hicieron de la nieve casi una sana adicción. Su habilidad dio paso a un talento que hasta entonces había permanecido escondido, el cual trajo consigo grandes resultados y victorias como el preciado Globo de Cristal o las dos medallas cosechadas en los Mundiales del año 2021.
Tanto y tan rápido creció que la ayuda psicológica que le había permitido salir del bache del accidente tuvo tirar de ella para no quedarse atrapada en la presión de los resultados: "No sé si el trabajo psicológico ha sido lo más importante, pero igual de importante que entrenar seguro que sí. Al principio tuve que trabajar con la psicóloga el haber perdido el brazo y tener una nueva vida. Pero desde que estoy en el equipo trataba con una psicóloga deportiva que me ayudaba a aprender a gestionar los nervios, a dejar los miedos, la frustración, a tener felicidad. Al final son muchas emociones y hay que saber cómo gestionarlas".
Ahora, cuenta a EL ESPAÑOL cómo le abruman los éxitos que consigue: "Yo creo que soy demasiado humilde. Ahora hemos quedado campeones del mundo, pero para mí solo he ganado una carrera. Nada más. Es como algo normal. Yo lucho para ganar carreras, pero no para me digan que soy una campeona. Ayer le decía a Raquel 'qué fuerte, es que somos campeonas del mundo, es verdad'. Me hacen homenajes y actos cuando voy a mi pueblo y les digo que esto me da mucha vergüenza. Yo aspiro a ganar, pero no sé, no me acostumbro a esto, no me gusta".
Irati tiene la 'mala suerte' de ser una de las mejores en lo que hace. Aunque todavía aspira a más medallas en los Mundiales de Para Snow de La Molina, de momento ya ha conseguido una plata en las pruebas de boardercross individual y un oro en la competición por equipos. Sin embargo, la clave de su éxito está en nunca perder su esencia: "El snow me hace sentir muy feliz y estoy muy feliz con el equipo. Entonces pensé, si esto me hace sentir así, ¿por qué lo voy a dejar? Para mí es libertad".
Mirando hacia el futuro
Irati sabe que es protagonista de una de esas grandes historia que a veces el deporte tiene escondidas. Incluso aunque le abrume reconocerlo, es un ejemplo de superación, de naturalidad, de trabajo y de saber aceptar que caer es humano, pero que es de obligado cumplimiento el levantarse como ella hizo cuando dejó de llorar y se dio cuenta de que la película que tenía en la cabeza, esa de "nadie me va a querer así", no iba a proyectarse en el cine de su vida.
Por eso, con tiempo, con esfuerzo y con la positividad que siempre desprende su sonrisa, aprendió a dar los pasos correctos para protagonizar una nueva historia: "Mi vida ahora es mejor. El estilo de vida que llevo ahora mola mucho más. Si no hubiera sido lo de siempre: estudiar, trabajar, ir a casa, volver... Y al final el viajar tanto, el conocer tantas culturas, tanta gente, idiomas, hacer tanto snowboard y competir también mola, te aporta mucho más".
Tanto ha volado esta rider vasca que incluso se ha animado a probar con el surf, una disciplina muy relacionada con los deportes de nieve adaptados: "El surf y el snow son dos deportes que quería practicar, pero nunca se había dado el caso y ahora sin buscarlo ha surgido". Aunque todavía no tiene muy claro lo de dedicarse también al surf porque le parece complicado y porque pediría al día más horas para hacer snow, no lo descarta dentro de sus nuevas aventuras. Tanto se ha acercado ya al agua que hasta le ofrecieron ir al último Mundial de Para Surf.
El surf fue una salida para Irati justo cuando estaba superando su peor momento. Y en él encontró a una persona que cambió su vida porque, sobre todo, la entiende como nadie ha podido hacerlo: "Astrid Fina para mí era mi guía porque yo cuando entré en el equipo me explicaron su historia. La fui conociendo poco a poco y nos dimos cuenta de que era como si fuera una 'Astrid 2.0', porque era lo mismo".
Habíamos sufrido un accidente, nos habían llamado para probar. Empezamos la prueba y nos metimos directamente en el equipo. Éramos muy parecidas también en todo lo que sentíamos. Yo me acuerdo que había momentos que sentía que me miraba y me decía ya lo sé Irati, es que yo también he vivido eso. Y luego ella se ponía a llorar, yo me ponía a llorar... Éramos iguales. Entonces sí, ojalá llegar hasta donde ha llegado Astrid por el camino que ha hecho".
Astrid, que tiene ahora 39 años, sufrió la amputación de un pie en 2009 tras un accidente de moto. Dos años más tarde descubrió el snow y en 2012 ya era parte del equipo nacional. En 2018 consiguió la medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de Pyeongchang en la clase SB-LL2 dentro de la disciplina de campo a través.
Ahora, Irati confiesa a EL ESPAÑOL que sueña con seguir sus pasos y que tiene grandes objetivos: "Sueño con el oro individual. Obviamente sueño en el oro. Pero les decía a Raquel y a Emilio que me hizo más ilusión el oro por equipos que creo que si lo hubiera conseguido sola porque al final es un deporte individual, pero hay mucho equipo detrás. Entonces, el conseguirlo todos juntos es mucho más satisfactorio para mí, pero si lo consigo individual, súper bienvenido también, ojalá".
Y si Astrid brilló en Pyeongchang 2018, Irati ya tiene en mente poder hacerlo en 2026 en Milán y Cortina d'Ampezzo: "Desde que empecé, el objetivo principal era ese. No sabes lo que va a pasar, pero el objetivo era ese y está todavía ahí arriba en mi cabeza. Espero a que llegue ese año".
Por último, Irati se despide haciendo una valiosa reflexión y hallando a través de sus recuerdos lo realmente importante que tiene el deporte que le cambió la vida: "En el snow está el verdadero valor del deporte. El hecho de tener discapacidad creo que también puede tener algo que ver. El año pasado, cuando fui a los Mundiales y veía a la gente del esquí, ni me miraban a la cara. Yo les decía algo en inglés y ni me miraban. Es súper diferente. Aquí todos se preocupan por ti. Es como si fuera una familia internacional, todos se alegran un montón por ti".
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"Ven que yo, por ejemplo, empecé en mi primera competición y ni siquiera conseguía hacer una curva bien, pero la gente me felicitaba todo el rato, estaban súper pendientes y te iban felicitando por todas las mejoras que hacías y todo lo que aprendías. Se alegran un montón, te abrazan un montón y al final eso también te motiva porque el hecho de que te muestren tanto cariño también es importante. Al final el cariño muchas veces está en la familia. La familia está lejos cuando compites, pero aquí sientes a la gente tan cercana que es muy bonito. Todos somos una piña". Irati espera seguir ampliando su palmarés de éxitos a medida que se va convirtiendo en un ejemplo para aquellos que tienen el privilegio de conocerla y de estar un rato con ella.