El culturismo ha estado marcado por figuras colosales que desafían los límites del cuerpo humano. Sin embargo, el costo de estas transformaciones a menudo es alto, como lo demuestran las trágicas muertes de varios atletas en los últimos años.
Illia Yefimchyk, mejor conocido como 'Golem' en el mundo del culturismo, fue uno de estos gigantes, no solo en tamaño físico, sino también en su dedicación extrema. Su fallecimiento a los 36 años ha sacudido a la comunidad deportiva y ha puesto nuevamente el foco en los peligros de las prácticas extremas en el culturismo.
Nacido en Bielorrusia, Yefimchyk se ganó el sobrenombre de 'Golem' y 'El Mutante' por sus descomunales dimensiones físicas. Con 1,85 metros de estatura y un peso de 160 kilogramos, su presencia era impresionante.
Además de su altura y peso, sus medidas eran igualmente asombrosas: un cuello de 60 centímetros, brazos de 64 centímetros de circunferencia y un pecho que superaba los 150 centímetros. Estas proporciones le valieron el título no oficial de "el culturista más monstruoso del mundo".
A pesar de no competir profesionalmente, Golem era una figura reconocida en las redes sociales, donde compartía su rutina de entrenamientos, dietas extremas y su experiencia con el consumo de sustancias como los esteroides.
Su enfoque honesto y abierto sobre los métodos que utilizaba para lograr su impresionante físico lo diferenciaba de otros culturistas. Con más de 100.000 seguidores, era conocido por levantar pesos descomunales, como 272 kilogramos en press de banca y 317 kilogramos en peso muerto y sentadillas.
Una dieta extrema
Uno de los aspectos más polémicos de la vida de Yefimchyk era su dieta. Para mantener su masa muscular, Golem consumía diariamente unas 16.500 calorías, una cantidad que supera por mucho la ingesta calórica recomendada para un adulto promedio (que es de alrededor de 2.500 calorías). Su alimentación incluía siete comidas diarias, con una ingesta desmesurada de proteínas y carbohidratos.
Su desayuno, por ejemplo, consistía en 300 gramos de avena. Pero lo que más destacaba de su dieta era su segundo almuerzo, que incluía la impresionante cantidad de 108 piezas de sushi. Esta porción descomunal estaba compuesta por 1,6 kilogramos de arroz y 800 gramos de salmón.
Además, su día se completaba con el consumo de 2,6 kilogramos de carne, combinada con 700 gramos de queso. Este exceso de comida reflejaba su necesidad de alimentar el cuerpo enorme que había construido a través de años de entrenamiento y dedicación.
Aunque Golem hablaba abiertamente de su régimen, para muchos expertos, una dieta tan extrema no solo es innecesaria, sino también peligrosa. Ingerir más de 16.000 calorías al día supone un sobreesfuerzo para el cuerpo, especialmente para órganos como el corazón y los riñones, que deben procesar tal cantidad de alimentos. Además, se sabe que el consumo excesivo de proteínas puede ser perjudicial para la salud a largo plazo, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas y renales.
Una muerte trágica
El 6 de septiembre de 2023, Golem sufrió un ataque cardíaco en su hogar en Bielorrusia. Su esposa, Anna, intentó reanimarlo mientras llegaban los servicios de emergencia. Fue trasladado en helicóptero a un hospital, donde los médicos lograron que su corazón volviera a latir. Sin embargo, dos días después, Yefimchyk falleció. Anna informó que, aunque su corazón había sido reanimado, su cerebro ya no mostraba señales de vida.
La muerte de Yefimchyk, aunque impactante, no fue una completa sorpresa para aquellos que seguían su carrera. Durante semanas antes de su fallecimiento, Golem había reducido su actividad en las redes sociales, lo que preocupó a sus seguidores.
A pesar de que no se han revelado detalles precisos sobre las causas exactas de su muerte, muchos especulan que su estilo de vida extremo, que incluía una dieta desmedida y el consumo abierto de esteroides, jugó un papel crucial en su trágico final.
Los peligros del culturismo extremo
El fallecimiento de Golem es solo uno más en una preocupante tendencia en el mundo del culturismo. En los últimos meses, otros culturistas, como el británico Neil Currey, de 34 años, y el brasileño Antonio Souza, de 26, también perdieron la vida en circunstancias similares. Currey, según se informó, falleció debido al uso prolongado de esteroides, mientras que Souza murió de un paro cardíaco tras una competencia.
La obsesión por alcanzar el "cuerpo perfecto" en el culturismo ha llevado a muchos atletas a adoptar regímenes extremos de entrenamiento, alimentación y uso de sustancias, sin considerar los efectos a largo plazo sobre la salud. Si bien Golem era admirado por su disciplina y su impresionante físico, su muerte es un recordatorio sombrío de los riesgos asociados con el culturismo extremo.
A pesar de su trágica muerte, Golem dejó un legado en el mundo del culturismo. Su transparencia sobre el uso de esteroides y su enfoque implacable para transformar su cuerpo le ganó tanto admiradores como detractores. Pero más allá de sus éxitos y controversias, su muerte pone de relieve la necesidad de un debate más amplio sobre los límites del cuerpo humano y los riesgos que los atletas están dispuestos a correr en su búsqueda de la perfección física.