D. V.
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El próximo 31 de diciembre, Miki Oca pondrá punto final a una etapa irrepetible en la historia del waterpolo femenino español. Tras 15 temporadas al frente de una selección que este verano culminó su trayectoria con la conquista del oro olímpico en los Juegos de París, el entrenador madrileño ha decidido dar un paso al costado, dejando un legado que va mucho más allá de las medallas.

Es el adiós de un técnico que siempre se definió como "normal", pero cuya carrera, vista con perspectiva, resulta indiscutiblemente extraordinaria. La noticia se conoció este miércoles, cuando Oca comunicó su decisión a través de una carta remitida a la Agencia EFE.

En sus líneas se respiraba una mezcla de gratitud, serenidad y la convicción de que todos los ciclos, por más brillantes que sean, tienen un final. "Han sido quince temporadas llenas de experiencias y emociones hasta llegar a estos últimos Juegos Olímpicos", reconoció.

Un periodo que comprende desde su llegada al banquillo en 2010 hasta el cénit vivido en el verano de 2024 en París, donde el conjunto español alcanzó la gloria con un oro histórico.

En su misiva, Oca subrayó la importancia de haber vivido este tiempo "con entrega y pasión", dos rasgos que han definido su método de trabajo. Ahora, sin embargo, considera que ha llegado "el momento de parar".

Sus palabras no son un portazo, sino un gesto de agradecimiento: "Tras todo este tiempo no hay más que gratitud. Soy muy afortunado por haber podido vivir todas las experiencias que estos años nos han traído, tanto en lo personal como en lo profesional".

Al repasar los años, reconoce el valor de las jugadoras, los técnicos, los trabajadores de la federación, así como las personas del entorno deportivo, desde la Real Federación Española de Natación (RFEN) hasta el CSD, el COE y los Centros de Alto Rendimiento de Sant Cugat y Sierra Nevada.

Miki Oca choca su mano con Paula Leiton en los Juegos Olímpicos REUTERS

Historia del waterpolo

Miki Oca insiste en que seguirá siendo parte de la familia del waterpolo español, ese entorno que lo vio crecer primero como jugador y luego como técnico. "De aquí en adelante seguiré siendo parte de esta familia… empujando en los momentos difíciles y celebrando los éxitos que están por venir", apuntó.

No se trata de una despedida definitiva, sino de un cambio de rol en la escena de un deporte en el que su nombre permanecerá indeleble. La reacción oficial no se hizo esperar. Fernando Carpena, presidente de la RFEN Aquatics, reconoció que "respeta y acepta" la decisión de Oca.

"Ha sido un seleccionador ejemplar, con quien el waterpolo femenino ha vivido momentos inolvidables, repletos de éxitos", aseguró a EFE, recordando que con él se alcanzó la máxima excelencia en la cita olímpica de París. Carpena subrayó que ahora se abre "un período de pausa y reflexión" antes de decidir quién tomará el relevo al frente del equipo femenino campeón olímpico.

Pero, ¿quién es Miki Oca y por qué su marcha resulta tan simbólica? Nacido en Madrid en 1970, Oca fue primero un extraordinario jugador que formó parte del legendario "Dream Team" español de waterpolo masculino que se coronó campeón olímpico en Atlanta 1996.

Tras aquellos años gloriosos, se apartó temporalmente de la piscina para dedicarse a otras actividades, pero el destino lo reclamó de nuevo. En 2010 asumió las riendas de la selección femenina, un equipo que entonces luchaba por hacerse un nombre en la élite internacional.

Palmarés único

El balance de estos 15 años es apabullante: 14 medallas en grandes competiciones internacionales, incluidas preseas en Juegos Olímpicos, Campeonatos del Mundo y Campeonatos de Europa.

Bajo su dirección, el waterpolo femenino español dejó de ser una disciplina casi invisible, con apenas 1.200 jugadoras federadas, para convertirse en una potencia mundial capaz de tutear y superar a selecciones con mayor tradición. Su éxito no fue fruto de la casualidad, sino de una metódica combinación de talento, planificación y confianza mutua entre todos los estamentos del deporte.

El verdadero impulso al proyecto llegó de la mano de Rafael Aguilar, director técnico de la RFEN, quien confió plenamente en Oca desde el principio. Pese a un inicio duro –un discreto sexto puesto en el Europeo de Zagreb en 2010 y un undécimo en el Mundial de Shanghái en 2011– se decidió mantener el rumbo.

Tal como expresó en su día Joan Jané, anterior seleccionador, hacía falta paciencia y convicción: "Quien le ha nombrado ha tenido un gran acierto; Miki está haciendo un gran trabajo y hay que confiar en él".

Ese voto de confianza dio sus frutos cuando las categorías inferiores, bajo la batuta de Oca y con el trabajo constante de Jordi Valls en la base, conquistaron el oro en el Mundial júnior de Trieste en 2011.

Aquella generación dorada no tardó en sumarse al primer equipo. En Londres 2012, ya con Oca al mando, llegó la primera gran sorpresa: una medalla de plata olímpica que puso a las jugadoras españolas en el mapa global.

A partir de ahí, el ciclo ganador no hizo más que ampliarse. En 2013, España se proclamó campeona mundial en Barcelona, y en 2014 hizo lo propio en el Europeo de Budapest. La evolución del equipo no se detuvo. Más entrenadores especializados, un enfoque profesionalizado, la llegada de un entrenador de fuerza, una analista de vídeo, atención psicológica, más estancias internacionales…

Todo ello potenció un modelo de trabajo basado en la coherencia, la humildad y el afán de superación. De esta manera, Oca fue construyendo paso a paso una potencia duradera que alcanzó su máxima expresión con el triunfo en París 2024.

La obtención del oro olímpico en la capital francesa fue la guinda final. Como señala el propio Aguilar, aquel éxito quizá era la meta personal más codiciada por Oca. Con esa medalla en el bolsillo, ya no quedan objetivos mayores que cumplir.

Miki Oca, el técnico tranquilo, el "tipo normal" que no buscaba reflectores ni protagonismo, ha completado el círculo: primero como campeón olímpico jugador, luego como campeón olímpico entrenador.

Ahora vuelve a su silencio, a su vida discreta, a su refugio personal. Se marcha dejando una impronta imborrable: ha demostrado que, incluso partiendo de una base pequeña, es posible situar a España en la cima mundial si se trabaja con visión, paciencia y dedicación.

Su legado, más allá de títulos y medallas, es un ejemplo de que lo extraordinario puede ser alcanzado por quienes se atreven a soñar y a creer en el crecimiento constante. La selección femenina de waterpolo español inicia así una nueva etapa, pero lo hace con una inercia ganadora y con la convicción de que la huella de Miki Oca permanecerá siempre ahí, inspirando a las futuras generaciones.