Rafael Nadal ya no es el jugador con mayor número de Masters 1000 de la historia, la categoría más importante del circuito tras los torneos del Grand Slam. La victoria de Novak Djokovic en la final de Miami (6-3 y 6-3 a Kei Nishikori) permitió al serbio celebrar 28 títulos del máximo prestigio y superar al español (27), que había mantenido el récord desde que lo consiguió en Madrid 2010, cuando dejó atrás los 17 de Andre Agassi.
La victoria, además, tuvo otra importante recompensa: inmediatamente después de levantar el título en Florida (cuarto de 2016), Djokovic se convirtió en el jugador con más ganancias de siempre, acercándose a los 100 millones de dólares (Roger Federer ocupaba esa posición hastahoy, con más de 97). Eso, sin embargo, es un asunto menor, casi sin importancia. Nole no pelea por aumentar su botín, pelea por quedarse en solitario como la leyenda más importante de todas.
El número uno, que por cuarta vez en su carrera (2011, 2014, 2015 y 2016) cerró invicto la gira estadounidense de Indian Wells y Miami, dio un paso más en su camino hacia el Olimpo haciendo suya la marca de Nadal, uno de los objetivos que se había marcado a principios de curso (cumplido en abril). Desde 2011, el año de su eclosión definitiva, Djokovic ha ganado 23 Masters 1000. En ese mismo período de tiempo, Nadal ha sumado nueve. Eso no es un bocado, es todo un banquete. Si algo define al serbio, claro, es el apetito insaciable que lleva tiempo demostrando.
Idéntico resultado sin la máxima brillantez
Mientras sus máximos rivales patinaban (Federer no saltó a pista por un virus estomacal, Nadal abandonó en el estreno después de sufrir un golpe de calor y Andy Murray cedió prematuramente en la tercera ronda frente al búlgaro Dimitrov), el número uno del mundo no perdió ni un minuto.
Viendo que sus principales oponentes le despejaban el camino, el campeón de 11 grandes redobló la concentración, evitando pensar que la copa ya era suya. Además, y consciente de su estado actual (a buen nivel, pero lejos de la brillantez que le acompañó en Doha y en el Abierto de Australia), Djokovic apretó los dientes para tapar con ganas y trabajo los pocos agujeros de su juego.
Así, Nole aterrizó a California tras retirarse en cuartos de Dubái (contra Feliciano López) por una infección en el ojo y después de sufrir de lo lindo para dar a Serbia el cuarto punto en la primera ronda de la Copa Davis ante Kazajistán (consumió las cinco mangas ante Mikhail Kukushkin). En consecuencia, al llegar a Indian Wells necesitó algunos partidos para reengancharse a su implacable dinámica ganadora. Por ejemplo, perdió la primera manga en su estreno frente al estadounidense Fratangelo, se exprimió en dos desempates con Jo-Wilfried Tsonga y encaró ante Nadal un exigente cruce en semifinales. Salió, en cualquier caso, vencedor de todas esas situaciones, imponiendo la ley de un jugador que está hecho de otra pasta.
En Miami, y sin acabar de encontrarse con esas sensaciones mercuriales, Nole fue pasando rondas superando la fatiga corporal (con Dominic Thiem), los dolores de espalda (con Tomas Berdych) y la oposición de un rival inspirado (con David Goffin). Antes de encarar la final, unas palabras de Nishikori anticiparon qué ocurriría en la pelea por el trofeo. “A ver qué pasa”, dijo el japonés, como el señor que va al casino esperando tener suerte esa noche en la ruleta, reconociendo así que lo más probable era salir derrotado.
A por Nadal
En su viaje hacia la eternidad, el número uno lleva tiempo cercando al balear. Primero, el serbio rebasó a Nadal en semanas como número uno del mundo (pulverizando las 141 del español) y apuntando hacia las 200, cifra que conseguirá en unos meses. Después, le recortó una ventaja en el cara a cara que parecía imposible (14-4 llegó a mandar el mallorquín) hasta dominar por primera vez la rivalidad entre ambos tras ganar la final en Doha a principios de año (25-23 ahora mismo). Luego, al celebrar el título en Indian Wells, consiguió empatarle en número de Masters 1000 (27), olfateando la marca que Nadal llevaba custodiando desde 2010. Finalmente, el triunfo en Miami permitió al número uno apartar a su oponente de la marca que tanto esfuerzo le había costado construir. Ahora, lo que Djokovic tiene entre ceja y ceja es algo más serio: los 14 grandes de Nadal, que podría igualar si gana todos los torneos de Grand Slam este año, una barbaridad.
La gira europea de tierra batida arrancará el próximo 10 de abril en Montecarlo y se cerrará a principios del mes de junio en Roland Garros. Djokovic se juega tanto como Nadal en esos tres meses (Montecarlo, Madrid, Roma y París ). El serbio tiene la oportunidad de darle otro zarpazo mental al mallorquín asaltando su parte favorita del año, una que en el pasado dominaba con puño de hierro. En cualquier caso, la meta está bien clara porque es la misma que lleva atormentándolo al serbio desde 2012: ganar Roland Garros, cerrar el círculo al coronar los cuatro 'grandes' y entrando al infinito por la puerta grande. Antes, otro bálsamo para una confianza que ya no puede crecer más.
En Miami, donde ganó su primer Masters 1000 en 2007, Djokovic consiguió un nuevo récord. Desde hoy, nadie tiene más torneos de la categoría que él. La pregunta, evidentemente, es otra: ¿hasta dónde podrá estirar esa marca un jugador que nunca tiene suficiente?