En la victoria más importante en casi dos años, Rafael Nadal recuerda sus peores días con la naturalidad que le acompaña siempre. Tras conseguir el título en el Masters 1000 de Montecarlo (7-5, 5-7 y 6-0 a Gael Monfils en una exigente final de 2h46m), el campeón de 14 grandes se sienta en la sala de prensa a responder las preguntas de la prensa internacional junto a la copa de vencedor, que descansa en una mesa baja rodeada por un lazo rojo y blanco.
Luego, el número cinco sale a la terraza y mientras devora tres barritas de chocolate repasa en EL ESPAÑOL el camino que ha seguido para dejar atrás los días más grises de su vida deportiva y levantar de nuevo una copa del máximo prestigio sobre la tierra que le ha convertido en un mito de su deporte.
“No me había olvidado de ganar, pero uno tiene menos seguridad a la hora de ganar”, se arranca Nadal, que no consiguió en todo 2015 un gran trofeo. “Cuando vienes ganando dos semanas seguidas es más fácil seguir haciéndolo. Ocurre lo mismo que al perder: es más fácil seguir perdiendo si estás en esa racha negativa. Son las inercias del deporte”, prosigue. “El año pasado tenía un problema mental”, revela el número cinco mundial sobre ese curso, el peor año de su carrera. “Y cuando uno tiene un problema mental no es capaz de ejecutar lo que hacía anteriormente”, añade, explicando cómo la ansiedad le impedía jugar con soltura.
“Si uno no tiene el temple para golpear la bola bien es más complicado. Poco a poco, porque las cosas no pasan de cero a 100, estoy recuperando ese temple”, celebra. “Las victorias son las que me ayudan a poder recuperarlo. Jugar bien, jugar puntos largos, competir bien, vivir situaciones complicadas… todas esas cosas están pasando últimamente”, insiste, echando la vista atrás para rescatar sus torneos en Doha (final) o Indian Wells (semifinales) de este mismo año. “Por eso sigo jugando a este deporte. Eso es lo que me hace feliz. Todavía juego porque me hace feliz”.
Tras pasarse lesionado la última parte de 2014 (primero una desinserción de la vaina del cubital posterior en la muñeca derecha y luego una operación de apendicitis), Nadal arrancó 2015 atormentado por las dudas. Así, y tras completar un gris trimestre de año (primera ronda en Doha, cuartos en el Abierto de Australia, semifinales en Río de Janeiro y título en Buenos Aires, pese firmar un torneo irregular), el balear reconoció por primera vez que tenía “ansiedad”. La palabra, desconocida durante la carrera de un jugador mentalmente impenetrable, destapó la parte más terrenal de la leyenda, llena de nervios y dudas.
¿Cómo podía sentir Nadal todo eso? Piropeado con frecuencia por su cabeza de hierro, el mallorquín se pasó todo el año saliendo a la pista con miedo al fracaso de no poder jugar. Como competía con la vista nublada, como era incapaz de controlar sus pulsaciones, Nadal representaba a un tenista engullido por sí mismo. Lo nunca visto. Tras caer en el Abierto de los Estados Unidos, viendo cómo por primera vez en su carrera un contrario (Fabio Fognini) le remontaba un 2-0, el español inició un plan para volver a ser competitivo. Alejándose de objetivos mayores, como pelear por torneos del Grand Slam o regresar al número uno, Nadal puso trabajo y sacrificio diario, la fórmula de siempre. Hasta que funcionó.
“El final de 2015 fue muy bueno en superficies complicadas para mí”, rememora el balear, que hizo una excepcional gira de pista cubierta. “Fue un gran final de temporada y sorprendentemente he tenido un mal inicio de 2016. Me sentía muy bien y había entrenado fenomenal en diciembre”, continúa. “Jugué muy bien en Abu Dhabi y en Doha. Sinceramente, me encontraba listo para hacer un gran torneo en el Abierto de Australia y perder en primera ronda fue muy duro, no voy a engañar a nadie”, dice.
“A Sudamérica no llegué muy bien preparado porque tuve que hacer un tratamiento antes de viajar y no pude entrenar el tiempo suficiente. Aún así, podría haber ganado los dos torneos. Estuve cerca de hacerlo, pero perdí en semifinales teniendo punto de partido en Buenos Aires y a muy pocas pelotas de conquistar la otra en Río de Janeiro”, reitera. “Las condiciones eran extremas y la humedad tremenda, pero a partir de ahí seguí trabajando bien. En Indian Wells jugué muy bien. Antes de salir de Mallorca hacia aquí, estaba hablando un día con mi tío Miguel Ángel y me preguntó qué tal me encontraba. Le respondí que estaba jugando bien, que me sentía bien, pero que me faltaba ganar”.
Tranquilidad, calma y confianza
En Montecarlo, después de atravesar situaciones de todos los colores, el balear alcanzó lo que llevaba meses buscando: el triunfo final. “Esta semana ha habido cosas muy positivas”, reconoce Nadal. “Con Thiem, aguanté muy bien el primer set. Con Wawrinka, jugué un partido bueno en general. Con Murray, cuando el encuentro no iba bien fui capaz de incrementar mi nivel en los dos siguientes sets. Y hoy [por el domingo] en la final con Monfils, exactamente lo mismo”, prosigue sobre el intenso cruce contra el francés. “Cuando el partido se había puesto feo, después de perder el segundo set, he sido capaz de volver a aumentar mi nivel”.
¿Cómo se consigue eso? ¿Qué es lo que no se ve fuera de la competición? ¿Cuál es la clave para haber salido del laberinto? “El trabajo es un esfuerzo diario de ir superando situaciones”, asegura el balear, un enamorado de la cultura del esfuerzo. “Con el trabajo, uno va encontrando las sensaciones que quiere. En mi caso, tranquilidad, calma y confianza. Al final, necesitas victorias porque los deportistas nos alimentamos de ellas. Las últimas semanas han sido positivas para mí, salvo el accidente de Miami. Y lo que ha pasado en Montecarlo es buenísimo: ganar en tierra es muy importante para mí”.
El balear, que el domingo por la noche ya estaba en Barcelona para disputar el Conde de Godó, encara ahora lo que le queda sobre tierra (el propio Godó, Madrid, Roma y Roland Garros) con otra cara, consecuencia de la victoria en Montecarlo. “Si en mi debut en Barcelona hago un desastre, será menos desastre por el hecho de haber ganado aquí”, argumenta el número cinco.
“En tenis no hay mucho tiempo para disfrutar de las victorias, pero ayudan. Ahora tengo una buena oportunidad de jugar bien en el Conde de Godó. A partir de ahí, no sé lo que va a pasar. Es un torneo complicado y no tengo un cuadro fácil. Granollers jugó muy bien aquí y me puede tocar de entrada, pero lo afronto con la máxima ilusión de jugar bien. Confío en completar otra semana que me ayude”, añade.
Así se escribe una recuperación meteórica: desde este domingo, Nadal está listo para pelear por todo. El vestuario está avisado. Cuidado, el campeón anda suelto.