“Es una vergüenza”. “Sólo piensan en el dinero”. “Alguien debería tomar medidas”. Las frases, repetidas en la zona de jugadores de Roland Garros durante todo el martes, radiografiaron al detalle la situación del segundo Grand Slam de la temporada, al borde del abismo. Después de cancelar la jornada del lunes por completo como consecuencia de la lluvia, posponiendo todos los partidos sin que se disputase un solo punto, los organizadores del torneo se vieron obligados a devolver el 100% del precio de las entradas, como recoge la normativa.
Así, y cuando a la mañana siguiente el cielo amaneció igual de negro, los mandatarios se echaron las manos a la cabeza, imaginando otro día de pérdidas millonarias y el consecuente retraso del orden de juego. A día de hoy, un enigma indescifrable (hay jugadores en cuartos de final y otros que todavía no han comenzado sus cruces de octavos). En consecuencia, la organización del torneo aprovechó dos pequeñas treguas, con el agua cayendo con menos violencia (pero cayendo), e intentó sacar la jornada adelante, fracasando en el intento y provocando la indignación del vestuario. La queja fue unánime: competir lloviendo es una locura.
Le ocurrió a Agniezka Radwanska tras perder un partido que tenía completamente dominado (6-2 y 3-0 ganaba el domingo, antes del aplazamiento) y que acabó cediendo 6-2, 3-6 y 3-6 contra la búlgara Pironkova, encajando un parcial de 0-10 (¡0-10!) en la reanudación del encuentro. También a Simona Halep, que cayó 6-7 y 3-6 frente a la australiana Stosur, cuando vencía 5-3 antes de la suspensión. Las dos, candidatas a discutir el título, se marcharon maldiciendo por algo que consideraron una injusticia.
“Estoy muy enfadada y sorprendida por tener que jugar bajo la lluvia”, reconoció la número dos del mundo, que no ocultó su frustración después de caer eliminada en París. “No estamos en un torneo de 10.000 dólares. Esto es un Grand Slam. ¿Cómo puedes permitir que los jugadores compitan bajo el agua?”, se preguntó en voz alta la polaca. “Yo no puedo hacer mi trabajo en esas condiciones”, prosiguió Radwanska, que intentó sin éxito convencer a los organizadores de que jugar así era imposible. “Me parece increíble que permitan jugar de esta manera, pero a ellos les da igual lo que pensemos, se preocupan de otras cosas. Estoy decepcionada”, insistió, con el gesto torcido.
“¡Es que a nadie le importa la opinión de los jugadores!!”, coincidió Halep, agarrada al mismo discurso que la polaca. “¡Hacen las cosas sin darte razón alguna!”, dijo, cargando contra la organización de Roland Garros de la misma forma que Radwanska. “Sólo nos hacen salir y jugar. Quizás les asuste que el torneo avance y no se disputen partidos”, caviló. “Estoy frustrada. He tenido que esperar tres días hasta jugar mi partido para después tener que hacerlo en mitad de la lluvia. Esto no puede suceder. No me he sentido segura en la pista”.
“ESTO NO DEBERÍA PASAR”
Lejos de ser pegadoras, las dos comparten algo evidente: su envergadura (pequeña) les aleja del tipo de jugadora que domina hoy en el circuito, con la altura y la fuerza como principales pilares. Así, Radwanska (1,72m y 56kg) sufrió un calvario durante su encuentro de octavos. Con la pista pesada, después de más de dos días de lluvia incesante, la polaca se encontró con unas exigentes condiciones para su estilo de juego, lleno de sutilezas y golpes de clase. Lo mismo le ocurrió a Halep (1,67m y 60kg), incapaz de domar las pelotas, que se convierten en piedras al empaparse de agua (“Son como balones medicinales”, se escuchó en el vestuario).
“Hace años me operé la muñeca”, recordó la número dos, distinguida en el vestuario por su mágico juego de toque, una delicia entre tanta tenista cortada por el mismo patrón. “Jugar con esas bolas en este tipo de pista es básicamente imposible. Las pelotas se vuelven muy pesadas tras un par de golpes, la pista está resbaladiza.… Todo es mucho más complicado”, aseguró la polaca.
“¿Qué puedes hacer? Las cosas empeoran juego a juego. Lo he intentado. Quizás, haya jugado peor, he bajado mi nivel respecto a otros días y respecto al inicio del partido, pero esto no debería haberse permitido”, reiteró. “No deberíamos jugar bajo esta lluvia. ¿Qué sentido tiene si todavía nos quedan días de torneo? Hace 10 años que no juego en unas condiciones como estas. Y también fue aquí. Esto no debería pasar”.
SIN PARTIDOS MASCULINOS ACABADOS
Tras posponer varias veces la decisión final, la organización de Roland Garros decidió suspender la jornada definitivamente antes de las siete de la tarde, sin que ningún encuentro masculino hubiese finalizado. La medida, obligada por el tiempo, deja un escenario tan incierto como preocupante para el miércoles, con una pila de partidos por acabar, y también para la recta final del torneo.
Cuando se confirmó que no habría más juego en París, Novak Djokovic ganaba a Roberto Bautista (3-6, 6-4 y 4-1), Marcel Granollers acababa de empatar su duelo contra el austríaco Thiem (2-6 y 7-6) y David Ferrer arrancaba el suyo frente a Tomas Berdych (2-1), todos encuentros de octavos de final. La conclusión es evidente. Los ganadores saben que por delante tienen un maratón inhumano: si nadie dice lo contrario, el jueves deberían disputar los cuartos y el viernes las semifinales. Eso, a cinco mangas, es una barbaridad.