Hay viajes en tren que son más largos: 59 minutos necesitó Jana Cepelova para eliminar a Garbiñe Muguruza (6-3 y 6-2) en la segunda ronda de Wimbledon, donde la española defendía la final de 2015. Sin decir ni mu, la campeona de Roland Garros se despidió de Londres en un partido gris que jugó pero nunca compitió, sin alma, sin piernas y sin golpes. Así, claro, es imposible aspirar a algo que no sea la derrota. [Narración y estadísticas: 6-3 y 6-2].
La checa, clasificada para el cuadro final desde la fase previa, consiguió un triunfo fantástico que le permite buscar una plaza en los octavos de final ante Lucie Safarova (6-3 y 6-4 a la estadounidense Crawford) tras aprovechar el apagón de la número dos, que con la derrota pone en peligro su ránking (podría caer hasta el quinto lugar de la clasificación) y dice adiós al sueño de asaltar el trono de Serena Williams.
“Estaba sin energías, apagada”, reconoció luego Muguruza, que aceptó la eliminación con buena cara, evitando dramatizar. “Me faltaban las fuerzas. A la hora de correr lo he notado, no tenía frescura ni chispa. No me ha salido nada, estaba agotada, pero nada más”, prosiguió la número dos del mundo, que sumó 22 errores no forzados, más de uno por juego. “Tenía que estar atenta y viva porque Cepelova tiene un juego diferente y ella ha jugado como ha querido”, dijo sobre su contraria, impecable de principio a fin. “Hay que aprender de esto”.
Tras ganar Roland Garros, Muguruza viajó a Mallorca para abrir su gira de hierba. Casi sin tiempo para asimilar su primer grande, la española se encontró jugando un torneo menor y sobre una superficie completamente diferente. La derrota a la primera contra la belga Flipkens confirmó lo que el vestuario sabe desde hace mucho: gestionar la resaca de conseguir un Grand Slam es casi tan difícil como lograrlo, y ahí están las campeonas anteriores para confirmarlo.
“Pero yo no cambiaría nada porque no he hecho nada mal”, aseguró Garbiñe, intentando defenderse ante las preguntas de los periodistas. “He entrenado a tope y me he preparado al máximo para llegar aquí en la mejor forma posible. Eso sí, tengo que cuidar los días de descanso. Al final, cuando tienes muchas ganas hay que compensarlas con descanso”, apuntó. “Vine a Wimbledon intentando olvidarme de todo, sin pensar en llegar a otra final ni nada por el estilo. Obviamente, perder siempre es una decepción, pero me lo voy a tomar de una forma positiva, sin depresiones. No merece la pena”.
Este es el resumen de lo que ocurrió. Inmediatamente después de levantar el título en París, Garbiñe dio la bienvenida a un mundo nuevo, con la presión y la responsabilidad siempre presentes. Con su primer título de Grand Slam bajo el brazo, el éxito ahora pasa por saber aceptar su nueva condición para esquivar la inestabilidad y evitar apagones como el de Wimbledon, sin importar si son físicos o mentales. Ese desafío terminará marcando hasta dónde puede llegar una jugadora bendecida con el don de las elegidas: el de marcarse su propio techo.