En el mejor momento de su carrera, Pablo Carreño (Gijón, España; 1991) disputará este sábado la final de dobles del Abierto de los Estados Unidos junto a Guillermo García-López en un encuentro que les cruzará con Bruno Soares y Jamie Murray, una de las mejores parejas del circuito.
Aunque su evolución ha sido escalonada, el español ya es una consolidada realidad. Hace unas semanas levantó su primer título ATP en Winston-Salem, está entre los 40 mejores del mundo y la final de dobles en Nueva York confirma lo evidente: tiene la sombra de Nadal revoloteando todo el tiempo a su alrededor, pero ha sabido encontrar su hueco tras años de esfuerzo y sacrificio a fuego lento.
Horas antes de la final, y mientras del estadio Arthur Ashe ruge durante el partido entre Novak Djokovic y Gael Monfils, Carreño se sienta con EL ESPAÑOL en la terraza de jugadores del torneo para hablar de la playa, sus inicios en un mundo tan difícil y el esfuerzo que exige la carrera de tenista.
Septiembre es buena época para disfrutar del final del verano en Gijón.
Además son las fiestas en Asturias. Claro que me encantaría estar con mis amigos y con mi familia, celebrando el título que gané en Winston-Salem la semana pasada, por ejemplo. Pero creo que tampoco es mal sitio estar aquí en Nueva York para jugar la final de dobles de un Grand Slam.
¿Cuándo fue la última vez que estuvo 10 días en la playa?
Con 14 años, cuando me iba de vacaciones 15 días con mi familia. Me acuerdo que solíamos ir a Fuengirola. A partir de ahí, entré en el CAR (Centro de Alto Rendimiento) de Barcelona y la idea de ir diez días seguidos en la playa… Puedo ver la playa en algún torneo que la tenga cerca o puedo ir algún fin de semana que estoy en Barcelona entrenando, pero hace muchísimo que no estoy descansando, tomando el sol o bañándome tranquilamente.
¿Está enterado de lo que pasa con sus amigos? Novias, discusiones, viajes…
¡No les da tiempo a contarme todo lo que ha pasado cuando estoy en casa! Voy cada mucho tiempo y durante pocos días. Me gustaría poder irme con ellos de viaje. Por ejemplo, a Benidorm, a Tarifa, a Mallorca… en esos planes no pueden contar conmigo. Me dicen: ‘Nos vamos 10 días a Mallorca, ¿te vienes?’ Y les digo siempre igual: ‘Imposible. Os veo en el aeropuerto si hacéis escala en Barcelona’.
Al margen, en verano hay muchos torneos y tenemos todavía menos tiempo libre. Cuando tengo algún día intento irme a casa, pero entre que saludo a la familia, a mis amigos, hago alguna entrevista en Gijón… ya me tengo que volver.
¿Qué le dijeron sus padres después de ganar en Winston-Salem?
Quizás mi madre lo expresa un poco más, pero creo que los dos están igual de contentos. Sé que mi padre está encantado. Él siempre me llevaba en coche a jugar de pequeño, de un lado a otro. Ellos saben todo el esfuerzo que hecho. Estar fuera de casa, lejos de mi familia… todo eso no es fácil, sobre todo para mi madre. Es una alegría enorme para todos, no solo para mí.
Como tantos otros, usted ha tenido que crecer como jugador siendo comparado con Rafael Nadal.
En la comparación con Nadal cualquiera sale perdiendo, obvio. Cada uno tiene que saber de dónde viene. Con 14 años yo no me dedicaba al tenis. Hay gente que a esa edad está casi jugando torneos del Grand Slam. No pensaba ganarme la vida con el tenis. Hasta que me mudé a Barcelona becado por la federación no tenía en mente jugar, ni sabía cómo funcionaba el circuito. Me gustaba como una afición, pero no me planteaba nada más.
Es normal que yo vaya más lento que otra gente, he empezado más tarde. Voy a mi ritmo, no sé si lento o no. Al final, llevo 10 años dedicándome a esto y creo que he conseguido bastantes cosas que no todo el mundo puede lograr: mi primer título ATP, una final de Grand Slam ahora… Está claro que siempre puedes dar un poco más. Hay que entender que somos humanos, que cometemos errores. Con 15, 16 o 17 años es lógico querer estar con tus amigos, salir de fiesta o no tener que madrugar un domingo para entrenar. Pero esto es lo que he elegido, estoy encantado y no lo cambiaría por nada. Aunque tiene sus cosas buenas y menos buenas.
Con lo de empezar tarde no quiero decir que si hubiese empezado antes sería como Nadal, para nada. Nadal es único. Si alguien consigue repetir a Nadal estaría haciendo algo imposible de hacer. Mar
Javier Martí, castigado cruelmente por las lesiones, y Carlos Boluda, son dos ejemplos de ese efecto Nadal.
Cuando era infantil y cadete, Boluda y Martí estaban por encima. Yo estaba en los torneos Nike y similares y ellos iban a jugar, yo a pasármelo de bien, de vacaciones y a disfrutar. Ellos vivían el tenis de una forma muy distinta a la mía.
Por desgracia, Martí ha tenido muchas lesiones. Creo que ahora ha empezado a jugar otra vez, pero no sé si está recuperado del todo, ojalá sea así. Y Boluda… los resultados que consiguió de pequeño eran muy buenos, pero comprarte con Nadal es muy complicado. Es imposible salir ganando.
¿Se pierde dinero en la etapas iniciales?
Un jugador en su etapa júnior sale perdiendo. Obviamente no tiene ingresos y depende mucho de los patrocinadores que pueda tener. Si no tiene sponsors es un esfuerzo económico enorme para la familia poder mantener ese ritmo de competición. Si encima hablamos de que está en una academia o de que tiene un entrenador particular que viaja con él… los gastos se disparan muchísimo.
No todo el mundo puede mantenerlo, de hecho yo no podía. Tuve la suerte de ir a la federación y me cubrieron mi etapa como júnior totalmente ellos. Creo que conmigo se hizo un gran trabajo a todos los niveles: de entrenamientos, estructura, calendarios… Lo agradezco eternamente. No todos los casos en la federación española han sido malos, también han hecho cosas buenas.
Javier Dudu Duarte le acompañó durante los primeros años de su carrera, en una etapa crítica. A principios de 2016 decidió cambiar de entrenador. ¿Se lo pensó mucho?
Dudu era el director técnico cuando llegué a la federación. No me entrenaba, pero siempre estuvo atento y pendiente de mí. Cuando salí de la federación me fui con él, directo. Albert Molina, mi agente, me consiguió un sponsor que me costeaba todos los gastos del entrenador. Solo me quedaban los gastos de los viajes.
Llevaba cinco temporadas con Dudu. Son muchos años, muchas cosas. Me ha enseñado muchísimo, creo que me he hecho tenista con él. Me había marcado pautas que siguen siendo importantes para mí. Es verdad que la relación entre un jugador y un entrenador viajando cada semana… Tuve la suerte de tener patrocinadores, pero tenía que compartir habitación con Dudu y pasábamos mucho tiempo juntos. No tenía recursos para contar con dos habitaciones en cada torneo. Vas a un torneo bueno y los hoteles son geniales. Eso está muy bien, pero si quieres pagar dos habitaciones pueden ser 250 euros la noche. Si estás siete días no salen las cuentas.
Al principio cuesta. La relación se va desgastando un poco, pero al final lo que necesitaba era un cambio porque te acomodas y te relajas. Necesitaba un impulso en mi carrera. Creía que Dudu me había enseñado mucho y quería un cambio de aires, verlo de otra manera, que me lo dijeran de otra forma. La decisión la tomé yo, no la tomó nadie por mí. Mi familia me apoyó, mi agente me apoyó, pero la decisión es mía. Creo que ha sido un paso correcto y los resultados lo están demostrando.
Ahora es 39 del mundo y está asentado entre los mejores. ¿Qué le diría a todos aquellos que le criticaban cada vez que se iba a jugar un Challenger cuando podría haberse apuntado a otros torneos de mayor prestigio?
Es que hablar desde fuera es muy fácil si no te importa nada lo que opine el que está dentro. Yo veo fútbol muchas veces y digo que un delantero es muy malo porque ha fallado una ocasión clara. Todo el mundo opina libremente. Estás en un bar con los amigos y todos metemos el penalti o la falta por la escuadra, pero al final son solo Messi y Ronaldo los que lo hacen. En el tenis pasa lo mismo. A veces, la forma en la que se dicen las cosas se puede medir un poco porque no es la correcta. Le digo algo claro: si yo decidía jugar un Challenger tenía un motivo, no era porque me no atreviese a jugar ante Djokovic o Nadal.
¿Se imaginaba llegar a la final de dobles aquí?
La final es totalmente inesperada. Empecé la gira estadounidense y nunca hablamos de poder llegar a la final de dobles en el Abierto de los Estados Unidos. Jamás. Nunca se me pasó por la cabeza y creo que a mi entrenador tampoco. La semana pasada en Winston-Salem iba a jugar con Guillermo, pero llegué tocado de Cincinnati y no pude hacerlo, no quería forzar. También lo teníamos hablado. Si en algún momento pasa algo, el dobles es lo primero en quedar a un lado.
Vinimos aquí y las cosas nos han ido bien desde el primer momento. Nos queda el último paso.
¿Qué le parece el cambio de nombre del estadio de su equipo?
¿Se va a llamar Burger King, no? Eso he escuchado.
Eso se rumorea.
Yo podría opinar sin saber, es lo que hablábamos antes. Sus razones tendrán… Yo le seguiría llamando El Molinón, pero mientras el Sporting de Gijón se mantenga ahí y vaya bien se lo perdonaremos. Qué remedio.