Una flota de coches del Abierto de Australia va llegando a la puerta del impresionante hotel Crown, ciudadela de muchos jugadores durante el primer Grand Slam de la temporada. Son días de gran actividad, con tenistas que llegan del aeropuerto, otros que van a entrenar y algunos que se marchan a casa porque ya han caído en la previa del torneo, que pone en marcha su fase final el próximo lunes 16 de enero.
Es última hora de la tarde y los rayos de sol se cuelan por una cristalera que deja a la vista el río Yarra, como siempre lleno de vida. Carlos Moyà (Mallorca, España; 1976) aparece cuando se abren las puertas de uno de los seis ascensores del ala derecha de la recepción del hotel. Dice que está peleando contra el jet lag, porque llegó el lunes pasada la medianoche y el cuerpo necesita un lógico período de adaptación. Hace una hora que ha finalizado su entrenamiento con Rafael Nadal, que desde esta temporada puede llamarle entrenador.
El ex número uno del mundo, que bromea con las fechorías que ambos han hecho por todo el mapa (“la última vez que hicimos flexiones fue aquí hace un tiempo, y casi nos echan”, cuenta riéndose y señalando hacia la parte trasera de la entrada al hotel), es la gran apuesta del campeón de 14 grandes, un movimiento inesperado incluso para el propio Moyà, que se sienta con EL ESPAÑOL para diseccionar los motivos de la incorporación y el futuro del número nueve mundial en un año clave para el resto de su carrera.
En un año, usted llevó a Milos Raonic a su primera final de Grand Slam en Wimbledon, además de ayudarle a ascender del número 14 al tres mundial. ¿Por qué romper?
Uno de los motivos es que viajé demasiadas semanas con Raonic en 2016, fueron más de las que pensaba. Hice unas 18 semanas, muchas, demasiadas. Además, jugué varios torneos del Champions Tour (el circuito para jugadores retirados) y la IPTL (International Premier Tennis League, por sus siglas en inglés). Y se me hizo un poco complicado. Viajé demasiado teniendo en cuenta mi situación familiar, estando casado y con tres hijos.
¿Cómo apareció la oportunidad de entrenar a Nadal?
Toni Nadal me llamó cuando estaba jugando la IPTL. Él sabía que ya no estaba con Raonic y me preguntó si quería formar parte del equipo y también de la academia. Le dije que en principio sí, pero que necesitaba hablar con Rafa. Quería saber su nivel de involucración primero. Podía imaginarlo, pero necesitaba oírlo de su propia voz. Necesitaba saber si estaba dispuesto a hacer todo para volver a ganar torneos del Grand Slam, para volver a ser número uno del mundo… Y sí, efectivamente tenía mucha predisposición, hambre e ilusión. Para mí, eso fue fundamental.
¿De verdad pensaba que no acabaría sentado en su banquillo? No me lo creo…
No, es la absoluta verdad. Siempre tuve claro que acabaría su carrera con Toni y Francis Roig, nunca pensé que daría el paso. En cualquier caso, yo soy una persona que viene de fuera, pero soy el menos externo que podría haber encontrado Nadal. Creo que eso ha sido algo decisivo. A Rafa no le gustan los cambios, ni en su vida ni en su entorno. Por eso acepta a alguien que conoce ese entorno incluso antes de que trabajaran con él. Toni, Joan Forcades (preparador físico), Benito (jefe de prensa)…
Aunque sigo siendo alguien de fuera que ve cosas distintas, alguien en el que ha confiado en el pasado como amigo. Y creo que el año que he hecho con Milos ayuda a eso, a dar el paso. Anteriormente, Rafa podía pensar que yo no quería viajar. Creo, tampoco lo sé seguro, pero ver que he viajado con Milos y que le ha ido bien ayuda seguro.
Usted es amigo íntimo de Nadal desde hace mucho tiempo. ¿Nunca ha hecho de entrenador sin ser su entrenador?
Jamás. Obviamente hemos hablado de tenis, pero nunca pisé ese terreno. Era una manera mía de respetar a su equipo. Si me han preguntado algo quizás lo he dicho, pero yo no he llamado a Rafa para decirle que le jugase a un rival de una forma o entrenase algo en concreto. Ese no era mi lugar. No lo hice durante los años que estuve solo, tampoco lo iba a hacer estando con Raonic, lógicamente. Pero claro que hay contacto. Es mi amigo. Le tengo mucho cariño y quiero lo mejor para él.
Viene de ayudar a crecer a un jugador que tenía un margen enorme de mejora, que de hecho todavía lo tiene. ¿Y ahora?
Es distinto el enfoque, no tiene nada que ver. Raonic no ha llegado a su límite, no ha alcanzado todo su potencial. Y Nadal es al revés. Ha llegado totalmente, pero quiere acercarse otra vez a ese nivel más alto. Uno no ha ganado nada grande y el otro tiene 14 torneos del Grand Slam. Uno lleva dos años en la élite y el otro más de 15. No tiene nada que ver, aunque la exigencia será la misma.
Si pierde finales de Grand Slam verá que está todavía para luchar por esos títulos. Si durante los próximos ocho grandes no pasa de octavos… pues lógicamente no se lo va a pasar bien, no va a disfrutar. Sinceramente, veo a Nadal para luchar por lo máximo.
¿Ya no tendrá el problema de los viajes?
Voy a hacer entre 12 y 15 semanas esta temporada. Rafa conoce mi situación familiar y la respeta. Y quiere que esté en su día a día y que forme parte de la academia, que es un proyecto muy importante para él. Al final, una de las claves es que yo estoy en Mallorca y eso facilitará que estemos juntos siempre.
¿Por qué ha dejado de ganar Nadal?
2015 y 2016 son muy diferentes. En 2015, Rafa reconoció que era un problema mental, de presión, de ansiedad. En 2016, esos problemas fueron superados y cuando estaba en el mejor momento se lesionó. Después de la lesión es posible que se precipitase jugando los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, pero luego le pregunté a él y me dijo que haría lo mismo porque ganó la medalla de oro.
Volvió con dolores, con dudas, con partidos que tuvo para ganar y los perdió… todo eso le quitó mucha confianza. Acabó el año un poco quemado de cabeza porque no pudo tener continuidad debido a esas lesiones. Son dos casos diferentes, aunque prefiero el de 2016. Lo que pasó la temporada pasada es distinto y muy superable, siempre y cuando no se lesione.
En todo este tiempo, ¿ha perdido más filo en su golpe de derecha o en el revés?
El revés lo tiene como en su mejor momento, pero el golpe con el que marca diferencias es la derecha. El revés le puede mantener en el partido, le puede llevar lejos, pero lo que le va a hacer ganar un Grand Slam es marcar las diferencias con la derecha. Ese ritmo medio que él tenía, con el que asfixiaba al rival, es el que debe recuperar.
¿Y pulmones?
Qué va, no está tan falto de físico. Los que están jugando el mejor tenis de carrera son mayores. Murray está siendo número uno por primera vez a los 29 años.
Pero corre menos que antes, bastante menos.
Por una parte, eres menos explosivo cuando te haces mayor, pero si con 18 años eres el número uno y con 30 lo sigues siendo ha habido una evolución, sí o sí. Los rivales te conocen y se van adaptando. Lo que pierdes de físico lo ganas con el conocimiento de cómo funciona el juego en particular y el tenis en general.
También es verdad que cuando eres mayor pierdes atrevimiento, quizás por la inconsciencia de la juventud, que vas a lo loco y te salen las cosas. A los 30 te piensas más las cosas. Pierdes una cosas y ganas en otras, es lo que se llama experiencia.
¿Le sorprende que Federer parase seis meses para volver con más de 35 años? Eso significó decir adiós casi de forma definitiva a su última opción de colgarse el oro olímpico en categoría individual.
Paró porque tenía problemas en la rodilla. Cuando se pierde los Juegos Olímpicos está mal. Cuando se pierde el Abierto de los Estados Unidos también está mal. Y piensa en no forzar para lo que queda de temporada. No me sorprende y está bien hecho. Se perdió lo mejor del año y posiblemente no tenía sentido para él jugar en Shanghái, París-Bercy la Copa de Maestros de Londres. ¿Para qué? Si se perdió lo que más ilusión le hacía.
¿Tienen un problema ahora sus rivales o lo tiene el suizo? Al Abierto de Australia llega como número 17, lo que significa que podría cruzarse desde la tercera ronda con rivales como Tomas Berdych, Jo-Wilfried Tsonga o el propio Nadal.
Depende del rival que le toque. Va a ser algo circunstancial porque Federer dará mucho que hablar y debería subir en en el ranking pronto. Aunque si tiene malos cuadros… quizás le va a tocar esperar un poco más para volver arriba.
Con Raonic el año pasado empezamos el 14 y la lucha era para entrar entre los ocho primeros y estar exento de jugar la primera ronda en algunos torneos. Luego, cuando era el siete, intentó ser el cuatro para que no le tocase Djokovic o Murray. Siempre hay algo a lo que agarrarse y por lo que pelear. También es una motivación para Federer este año.
¿Le parece atractiva la rivalidad entre Djokovic y Murray? Ellos son los que se juegan los títulos importantes desde hace un tiempo.
En Doha fue una buena final, pero quizás son distintos. ¿A qué llamamos rivalidad? ¿Cuántos partidos deben jugar para que sea una rivalidad? En parte, el éxito de una rivalidad es el que juego de los contrarios sea bastante distinto. Todas las grandes rivalidades que ha habido a lo largo de la historia así lo reflejan: Borg y McEnroe, Sampras y Agassi, Federer y Nadal… las grandes rivalidades son entre jugadores totalmente antagonistas. Djokovic y Murray son bastante parecidos, bastante iguales. Y hay que dejar pasar un tiempo hasta que se consolide como rivalidad.
Nick Kyrgios asoma, Alexander Zverev asoma, pero la realidad es que ningún adolescente termina de llegar a lo más alto y antes era al contrario. ¿Por qué les cuesta tanto meterse arriba?
Kyrgios tiene un talento enorme y Zverev muchísimo potencial. Sobre los adolescentes… hay que ver si dentro de 15 o 20 años sigue siendo así. ¿Las generaciones de estos últimos años no han sido tan buenas como otras? ¿Los jóvenes están madurando más tarde? ¿Los mayores se están cuidando más porque hay avances en prevención de lesiones y nutrición? Si jugadores de menos de 20 años vuelven a meterse entre los 30 primeros veremos que ha sido una, pero si dentro de 10 años la tendencia es esta será la otra. De momento es pronto. Los que defienden una y otra teoría pueden tener razón.
Su aventura con la pizarra arranca oficialmente en unos días, pese a que comenzó semana atrás en Manacor. ¿Qué significa entrenar a Nadal?
Entrenar a Nadal es el mayor reto que voy a tener nunca, el mayor desafío en toda mi carrera como entrenador. Primero, por lo que significa Rafa. Segundo, porque nunca voy a poder entrenar a alguien tan grande como él. Y tercero, por todo lo que nos conocemos, lo que hemos pasado juntos, lo que hemos vivido en la pista y fuera de ella. Ningún reto va a poder igualar a este que tengo por delante. Y estoy preparado para ello, le voy a incidir en muchas cosas que puede mejorar dentro de la pista, pero también fuera de ella.