Con el ojo izquierdo debatiéndose entre el rojo y el púrpura, Arnaud Gabas acaba de pedir que le traigan una bolsa de hielo para combatir la hinchazón con frío. El juez de silla francés, que terminó la noche en el Hospital General de Ottawa, todavía sigue desconcertado por lo que le ha ocurrido hace unos minutos. En estado de shock, Gabas se marcha del estadio con la mano izquierda tapándole medio rostro, protagonizando una escena que tarda segundos en dar la vuelta al mundo entero.
Se juega el quinto punto de la eliminatoria de Copa Davis entre Canadá y Gran Bretaña y todo transcurre con normalidad. Con la serie empatada (2-2), Kyle Edmund gana 6-3, 6-4 y 2-1 al jovencísimo Denis Shapovalov, que tras perder el saque en la tercera manga fallando un revés se entrega a los demonios y dispara un pelotazo que impacta de lleno en el ojo del árbitro. No hay intención de cometer la agresión, como demuestra la repetición de la jugada, pero el golpe es tan claro como desafortunado. Inmediatamente, el supervisor de la serie toma los mandos y decide descalificar a los locales, abriendo paso para que los británicos lleguen a cuartos de final y dejando al canadiense .
“Me siento muy avergonzado”, acierta a decir luego Shapovalov, que a los 17 años se lleva un recuerdo terrible de su primera eliminatoria de Davis. “Me encuentro muy mal por haber dejado a Canadá fuera de la competición”, prosigue el 251 mundial, que pronto recibe el apoyo de sus compañeros de equipo. “Me gustaría disculparme de nuevo con el juez de silla, ha sido un comportamiento inaceptable. Prometo que será la última vez en la que ocurra algo así”.
La medida es justa y no admite debate. Según la regla, se juzgan la intención y el resultado por separado. Si hay intención de golpear es descalificación inmediata, sin que importe nada más (si se consigue impactar o no). Si no hay intención pero el resultado es grave (el caso de Shapovalov), la descalificación también es el castigo.
Así, Gran Bretaña se clasifica para cuartos de final (jugará contra Francia en abril) y Canadá se queda peor que con una derrota que habría terminado llegando de todas formas: la mancha en el libro fatídico de la historia es para siempre.