La lluvia de pelotazos acabó consiguiendo el objetivo con el que fue provocada: inclinar a Rafael Nadal en la final de Acapulco. El sábado por la noche, Sam Querrey conquistó el título (6-3 y 7-6) desgarrando cada pelota con un convencimiento titánico para tumbar al mallorquín, que llegaba al duelo invicto en el torneo (14 victorias seguidas, campeón en 2005 y 2013) buscando su primer trofeo en pista rápida en más de tres años (Doha 2014). El estadounidense, sin una grieta en todo el encuentro, encontró en su propuesta el premio de los que son muy valientes. Con 41 golpes ganadores (19 aces), Querrey celebró un triunfo impecable contra el campeón de 14 grandes, sin armas para reaccionar ante lo que se le vino encima.
“Normalmente gana el que juega mejor y él ha jugado a un nivel muy alto, rozando la perfección”, radiografió Nadal tras la final. “He estado bajo mucha presión todo el tiempo, por su saque y por sus golpes desde el fondo de la pista, que han sido muy agresivos”, prosiguió el mallorquín. “Me ha dejado muy pocas opciones y las pocas que he tenido las ha jugado bien. Sí, en el tie-break he fallado dos restos con 1-0, pero son dos errores lógicos. No he fallado esos dos restos por miedo, los he fallado buscando lo que creía que tocaba y como consecuencia de toda la presión que me había ido metiendo antes”, aseguró el número seis del mundo. “Hay que aceptarlo. Estoy feliz con mi semana y con mi juego. Las cosas se están haciendo bien y es todo un proceso. Ahora vienen dos torneos importantes para mí [Indian Wells y Miami] y espero estar preparado para pelear en ellos”.
La responsabilidad de la victoria no le paralizó las manos a Nadal, fue su oponente el único responsable de quitarle la palabra de la boca. El mallorquín, prevenido del peligro de Querrey (“Está quemando la bola”, le avisaron sus técnicos tras ver al estadounidense ganar a Nick Kyrgios en semifinales), firmó un partido que no llegó al notable, pero es que el del número 40 del mundo mereció que le diesen la matrícula de honor, tan bien lo hizo, tal fue su grado de acierto asumiendo muchísimos riesgos desde el primer punto.
Durante toda la noche, y sin altibajos, Querrey jugó con una agresividad desmedida, llevada al extremo. El estadounidense conquistó el trofeo sin entrar en el tú a tú con Nadal, desbordándole con sus pelotazos fulminantes cada vez que tocaba una bola. Dio igual si Querrey golpeaba con la derecha o con el revés porque asfixió al español desde las dos alas de su juego por igual. El estadounidense, que cedió solo cuatro puntos con su saque en la primera manga (¡cuatro!) y terminó el partido salvando las seis bolas de break que se procuró su contrario, aprovechó un resquicio en el primer set (un mal juego de Nadal al servicio) y el desempate del segundo (territorio favorito de un sacador) para arrebatarle un título que por galones le pertenecía al mallorquín.
Aunque tuvo una buena versión de Nadal enfrente, aunque nunca le había ganado (0-4 hasta hoy), en ningún momento sintió Querrey los nervios de una final gobernada a palos, como un robot. Sin pensar en nada más que en su propio juego, el gigante (1,98cm) se dedicó a seguir machacando sus tiros hasta que cuando se quiso dar cuenta tenía el título en sus brazos y Nadal estaba analizando una derrota que no puede ocultar la realidad, aunque en caliente pueda escocer un poco.
En tres torneos, y de forma gradual (cuartos en Brisbane, final en el Abierto de Australia y final en Acapulco), el mallorquín ha acumulado el rodaje que necesitaba para confirmarse a sí mismo que todo el trabajo de la pretemporada ha servido para encontrar lo que estaba buscando después de dos años de sin sabores: afilar los dientes del caníbal y ponerle a la misma altura del resto de bestias que le están esperando en la pelea por los trofeos más importantes del planeta. Sin lesiones de por medio, la cacería está asegurada.
“Si me das un papelito para poner la firma debajo con estos resultados en diciembre te lo firmo y pago por ello”, reconoció el español, pese a la derrota con Querrey. “Me habría gustado ganar las dos finales, pero uno tiene que tener la autoexigencia necesaria, sin que sea desmesurada. Soy autocrítico conmigo mismo y sé las cosas que necesito”, añadió Nadal, que este domingo viajará a Indian Wells para empezar a preparar su debut en el primer Masters 1000 de la temporada. “Estoy muy cerca de estar a mi máximo nivel, si es que no lo estoy ya. Tengo la confianza de que si sigo jugando así lo lógico es que vaya a ganar torneos. Es mi ilusión y creo que va a ser así”.