El vídeo dura menos de un minuto, pero muestra cómo Maria Sharapova sube corriendo a través de una montaña de dunas de arena, apurando sus últimos días de preparación antes de regresar al circuito el próximo 26 de abril en el torneo de Stuttgart. La rusa, que afronta la recta final de su suspensión por dopaje (dio positivo por meldonium en el Abierto de Australia de 2016), regresará a la competición rodeada de dudas sobre su capacidad de reengancharse al circuito a buen nivel, de algunas cargas largas (en el vestuario) y del inevitable fantasma de lo que hizo en su día.
“He jugado a este deporte con tanta integridad y tanta pasión que al principio no era capaz de comprender cómo alguien podía creer que tomaría el camino fácil, teniendo en cuenta la forma en la que compito y cómo me entreno”, explicó la rusa en una entrevista con Vanity Fair. “No tenía un médico que vigilase mis obligaciones antidopaje. Carecía de un médico en plantilla a tiempo completo que prestase atención a eso. Debería haber tenido un médico que vigilase mis obligaciones antidopaje, pero no era así”, insistió, confirmando que a diferencia de otros jugadores no contaba con esa figura en su equipo. “Si pudiese volver atrás, eso es lo que cambiaría”, siguió Sharapova, a la que no se le ocurrió buscar culpables en su entorno, como por ejemplo Max Eisenbud, su agente.
“Ni por un momento”, descartó la exnúmero uno del mundo. “Es tan responsabilidad mía como suya. Yo no revisé la lista. Así que si lo despidiese a él, tendría que despedirme a mí misma”, bromeó. “Nunca he querido echarle la culpa a los demás. Eso hubiese sido lo fácil”.
El 7 de marzo de 2016, Sharapova se subió a un escenario en Los Ángeles para derrumbar la leyenda que había construido durante más de una década, tanto dentro como fuera de la pista: vestida de luto, con un enorme contraste entre el blanco de su cara y el negro de su vestido, la rusa anunció un sorprendente positivo por dopaje, que dio en el Abierto de Australia tras no superar una prueba realizada después de perder en semifinales con Serena Williams.
Según los expertos, el meldonium, la sustancia que apareció en su sangre, mejora la circulación, proporciona una mayor disponibilidad de oxígeno y un aumento de la resistencia, entre otras ventajas importantes que también afectan al sistema nervioso. Eso llevó a la WADA (Agencia Mundial Antidopaje, por sus siglas en inglés) a tomar la decisión de prohibir el medicamento a partir del comienzo de 2016, algo que Sharapova no supo a tiempo, pese a los reiterados avisos de la agencia por distintas vías (carta, correo electrónico y folletos explicativos en los torneos).
“Si tu trabajo y tu lema es mantener el deporte limpio, deberías ser más cuidadoso comunicando la lista de sustancias prohibidas”, aseguró la campeona de cinco grandes, que basó su defensa en que los avisos habían sido insuficientes, pese a que nunca renunció a su parte de culpa. “Cuando el Tribunal de Arbitraje vio los correos que nos enviaron para avisarnos de los cambios en la lista de sustancias, el jurado se reía. ¡No eran advertencias! De hecho, eso ha cambiado. Los correos que nosotros recibimos a finales de 2015 son totalmente diferentes de los que mandan ahora".
Así, Sharapova decidió ir en contra de la sentencia y salió ganando: después de estudiar todas las pruebas, el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) anunció en octubre del año pasado que reducía la sanción nueve meses (de dos años a 15 meses), dándole la oportunidad de volver antes de lo previsto y empezar casi desde cero. No será fácil.
"Si tuviese miedo, no volvería", confesó Sharapova. "Nadie me dijo: 'María, tienes que volver en abril'. Podía elegir. Si no gano un partido, no es un fracaso. He ganado cientos de partidos", recordó. "Juego por mí misma. Años atrás pensaba en el final de mi carrera y ahora ni siquiera se me pasa por la cabeza. Cuando esté preparada para terminar, lo sabré".