Georgina García Pérez: “El tenis es complicado, la gente es muy egoísta”
- Tras ganar su primer partido en un grande, la española se mide este miércoles a Caroline Wozniacki en la segunda ronda de Roland Garros.
Georgina García Pérez (Barcelona, España; 1992) juega este miércoles la segunda ronda de Roland Garros contra Caroline Wozniacki. A los 26 años, la española llega al partido después de bautizarse en un Grand Slam con su victoria del lunes ante Dalila Jakupovic (6-3 y 6-4) y siendo una completa desconocida (114 mundial) para la mayoría de los que están fuera del circo tenístico.
En las horas previas a su cruce con la danesa, que se disputará en la pista Philippe Chatrier, García Pérez atendió a EL ESPAÑOL y habló abiertamente de sus orígenes, del motivo por el que aparcó su carrera cuando alcanzó la mayoría de edad y de la razón que motivó su regreso al circuito.
Para el gran público, usted ha llegado de la nada, superando la previa de Roland Garros y consiguiendo luego su primera victoria en un grande. ¿Quién es Georgina García Pérez?
Una jugadora agresiva y con muy buen saque a la que le gusta construir los puntos. Aunque me encanta ser directa, no juego todo a tiros, a las líneas. Me gusta masticar los intercambios, tengo ese puntillo español por decirlo de alguna manera.
Su 1,87m no dice lo mismo.
Es que mi bisabuelo por parte de padre era polaco y mi bisabuelo por parte de madre era alemán. Los genes han influido un poco en que yo sea así de alta, en que tenga estas palancas [brazos y piernas] tan largas.
En la fase previa del torneo de Budapest llegó a sacar a 220 kilómetros por hora. Esa no es una marca cualquiera.
Desde pequeña he tenido facilidad sacando. He probado a hacer cosas nuevas. A las chicas, como no tenemos tanta fuerza, nos enseñan más a sacar cortado. Yo veía a los chicos sacar e intentaba imitar lo que hacían, el kick [salto] por ejemplo. El saque es mi arma principal, uno de los mejores del circuito. No sé si es el mejor servicio del mundo porque tampoco he jugado contra tantas jugadoras, pero es muy importante en mi esquema de juego.
De los 18 a los 23 años usted desapareció del radar. ¿Qué ocurrió?
El tenis es un deporte complicado, la gente es muy egoísta. No me gusta mucho el mundillo. Vas al vestuario, saludas y nadie contesta. Tampoco he tenido muy buenas experiencias con mis entrenadores, la verdad. Al ir a decirnos las cosas, se aprovechan de que somos chicas y somos más frágiles. A un chico le dices algo y te manda a la mierda. Nosotras no, nosotras nos preocupamos más.
¿Quiere decir que saluda y no recibe respuesta?
No me gusta nada, me atrapo. Yo siempre saludo, pero a veces no sé si hacerlo porque me siento muy incómoda. Algunas te miran y no te contestan y otras hacen como si no existieras. Ese rollo no me gusta.
¿Y por eso dejó de jugar?
También tuve mononucleosis y eso me hacía estar muy cansada todo el día. Ganaba un set fácil y no podía jugar más. Llegó un momento en el que me estaba volviendo loca. Me hacían pruebas y no me encontraban nada. Además, quería acabar Bachillerato. Está claro que soy la misma persona sin tenerlo, pero para mí era importante tener un mínimo de estudios. Fue un conjunto de todo. Perdí la ilusión de jugar y decidí alejarme.
Pero volvió.
Estuve tres años sin jugar y cada vez estaba más tranquila. Al principio no quería saber nada de tenis ni verlo por televisión. Me encontré en un restaurante con un entrenador que tuve cuando era pequeña y justo trabajaba a cinco minutos de mi casa. Me dijo de ir a probar un día, lo hice sin ninguna intención y me gustó. La sensación de que me gustase provocó que quisiera volver. Cuando me retiré me quedé con la espinita clavada de saber hasta dónde podría haber llegado. Mis padres se habían gastado mucho dinero en mi carrera y es duro. Si viniese de una familia rica no sería igual.
Entonces, ¿cuál es su techo?
El cielo.
Ya, pero a corto plazo.
De momento, el top-100. No quiero ponerme la exigencia de ser top-20 o top-50. Estar entre las 100 mejores es un objetivo realista. Es asequible, aunque no he hecho los cálculos.
Imagine que pudiese intercambiar una cualidad suya por una de Caroline Wozniacki, su próxima oponente. ¿Cuál sería?
La experiencia, supongo.