Jaume Munar no podrá reprocharse nada. En la segunda ronda de Roland Garros, Novak Djokovic eliminó al mallorquín (7-6, 6-4 y 6-4), que se marchó de París dejando señales muy interesantes. En el partido más exigente de su carrera, una prueba durísima que le llegó en plena resaca de su primera victoria en un Grand Slam (la que consiguió el lunes frente a David Ferrer), Munar respondió fabulosamente, cumpliendo con lo que se había propuesto: ser agresivo, jugar con desparpajo y no arrugarse ante el campeón de 12 grandes, que se medirá ahora con Roberto Bautista, vencedor 6-4, 7-5 y 6-3 de Santiago Giraldo.
El día antes del partido, Tomeu Salvà, entrenador de Munar y uno de los mejores amigos de Rafael Nadal, aprovechó la experiencia del balear como un arma de peso. Así, el técnico consideró que sería positivo para el joven de 21 años escuchar las palabras del número uno del mundo porque le ayudarían a preparar el reto de enfrentarse a Nole. En la previa, lo que el aspirante recibió del campeón de 16 grandes fue realismo a borbotones, aunque también un mensaje esperanzador.
“Lo tiene muy difícil, las probabilidades de ganar son prácticamente nulas”, había dicho Nadal después de superar su debut en el torneo ante Simone Bolelli. “Uno debe ser realista con lo que tiene, y a partir de ahí salir a la pista a disfrutar y a saber que tiene que hacer cosas que habitualmente no está acostumbrado a hacer, buscando incomodar al rival”, añadió el mallorquín. “Lo más importante es asumir que es un partido casi imposible de ganar, y después ya veremos. Yo también he estado en estas situaciones, sé que hay partidos imposibles de ganar, pero sales y juegas. Luego veremos qué sucede, pero tiene que jugar agresivo, con alegría y sin preocupación”.
Con ese golpe de realismo asimilado, Munar salió a jugarle a Djokovic sin complejos. Las cosas buenas que el español fue logrando se reflejaron en el marcador (break de entrada para 1-0, otro cuando Djokovic sacaba por la primera manga con 5-4 y otro más en el arranque de la segunda manga, recuperándose de 1-2), aunque fueron insuficientes para frenar al serbio, todavía sumido en el proceso de recuperación que debería devolverle a lo más alto.
Munar, en cualquier caso, ejecutó desde el inicio la idea de juego que había construido con los suyos. No se le encogió el brazo (28 ganadores), se mantuvo en el encuentro pese a todos los amagos de Djokovic por romper el cruce y cayó dejando una huella prometedora. A los 21 años, y si sigue con la progresión, el mallorquín tendrá hueco en la élite.