Como si estuviesen avisadas del final, como si hubiesen perdido el interés, las decenas de gaviotas blancas que se posan sobre la cubierta de la Rod Laver Arena durante el partido de segunda ronda del Abierto de Australia que enfrenta a Rafael Nadal con Matthew Ebden se marchan a otra parte antes de que el español se imponga 6-3, 6-2 y 6-2 al australiano, y se cite así con Álex de Miñaur (6-4, 6-2, 6-7, 4-6 y 6-3 al suizo Laaksonen) por el pase a octavos el próximo viernes. La victoria resalta lo siguiente: Nadal ha estado cuatro meses sin jugar, pero dos triunfos le han bastado para dar un paso de gigante en su candidatura al título. [Narración y estadísticas]
“He hecho muchas cosas bien, pero me falta una comparación cercana para saber dónde estoy exactamente”, dice Nadal cerca de la medianoche en Melbourne. “En estos casos, acostumbras a compararte con partidos que has tenido cerca. Mi último encuentro fue hace mucho tiempo, y el primero aquí es complicado de evaluar”, prosigue el balear. “Me falta un poco de velocidad de reacción, pero partidos como el de esta noche me ayudan. Al comienzo me notaba un poco lento… Cuando uno lleva mucho tiempo sin competir las cosas no van tan rápido, pero cuando uno viene ganando muchos partidos sale a jugar totalmente preparado”, reitera el tenista. “Hay un poquito de margen de mejora, pero en general las sensaciones han sido muy buenas”.
De vuelta a la noche de Melbourne, Nadal se encuentra con una grada que se resiste a entregarle todo su apoyo. Los australianos, claro, están emocionados con la oportunidad de ver a uno de los suyos intentando plantarle cara al español. Esa es la única razón para aplaudir los aciertos de Ebden tanto como los de Nadal, dividiendo los ánimos entre los dos oponentes cuando lo normal es concederle esa ventaja al campeón de 17 grandes, querido como nadie en todos los rincones del mundo.
Con el público a favor, Ebden juega suelto el arranque. El aspirante, que tiene talento para hacer lo que quiere con la pelota, impresiona al balear en la primera media hora del encuentro aguantándole los peloteos desde el fondo y disparando algunos contraataques fulgurantes. Esos méritos le valen para fabricarse los tres primeros puntos de rotura del cruce (con 3-3) y para enfrentarse a un momento crucial del partido: una volea a puerta vacía que estrella en la red, dejando escapar la oportunidad de romperle el servicio a su rival para ponerse 4-3 y saque.
Desde entonces, Ebden desaparece porque Nadal se lo come. El número dos, exhibiendo dinamismo en sus desplazamientos laterales, conquista el pase a la tercera ronda jugando un tenis directo, conectando tiros espectaculares y difíciles, de una complejidad técnica notable, pero sin renunciar nunca a su esencia natural, que pasa por tener el control de todo lo que ocurre en el duelo.
Entonces, una imagen lo resume de todo: la de Ebden abierto de brazos en mitad de la pista preguntándose cómo hincarle el diente a un tenista que empieza a despegar.