La pista Margaret Court tiene capacidad para 7.500 personas, pero solo 200 se quedaron hasta el final del partido entre Garbiñe Muguruza y Johanna Konta, que ganó la española (6-4, 6-7 y 7-5) cuando el reloj marcaba las 3.12h de la madrugada del viernes. En consecuencia, el pase de la campeona de dos grandes a la tercera ronda del Abierto de Australia se fabricó en unas condiciones extrañas, en un horario de discoteca y entre una marea de asientos vacíos, pero también de récord: ningún encuentro en la historia del torneo había comenzado superada la medianoche (0.30h) y ningún partido femenino había terminado tan tarde en la historia de los cuatro torneos del Grand Slam. La conclusión, claro, está la vista de todos: hace falta una solución para evitar que dos deportistas salgan a competir cuando deberían estar poniéndose el pijama, hace falta una norma. La regla del sentido común.
“¡No puedo creer que haya gente viéndonos a esta hora! Creo que me iré directamente a desayunar”, dijo Muguruza sobre la pista, arrancando las risas de los pocos valientes que se quedaron hasta el final. “Estoy un poco fastidiada porque es muy tarde”, siguió después la ganadora, de pie en el vestuario ante un reducido grupo de periodistas españoles. “Cuando nos han querido mover no estaban preparados. Esa la consecuencia de jugar tras los chicos. Sabía que me tocaría tarde, pero esta vez ha sido muy tarde, demasiado tarde. Estaría bien que me hubiesen movido un poco antes”, insistió Garbiñe. “La verdad es que estaba muy motivada por jugar porque a última vez había perdido con ella. Estoy en el Abierto de Australia, me da igual la hora. No quiero desperdiciar ninguna oportunidad”, cerró la número 18, citada por el pase a octavos con Timea Bacsinzsky.
“No estoy de acuerdo con que los deportistas tengan que esforzarse físicamente en las primeras horas de la mañana”, explicó Konta, apoyada en una pared con la cara destruida. “No es normal hacer una actividad física en horario de irse a la cama. No creo que sea saludable. De hecho, es bastante peligroso”, prosiguió la británica. “Sin embargo, Garbiñe y yo estábamos en la misma posición y dadas las circunstancias jugamos un gran partido. Es una pena que más personas no hayan podido disfrutarlo”.
El cruce arrancó con media hora del viernes ya consumida, entrada la medianoche en Melbourne. Viendo el problema que se le venía encima, la organización del torneo intentó mover el encuentro a la pista 3 para ponerlo a salvo de los retrasos de la jornada, con una victoria de Alexander Zverev en cinco mangas ante Jeremy Chardy en el duelo anterior, pero se encontró con un escollo que sorprendentemente no pudo solucionar: decenas de gaviotas, las habituales en las noches de verano, sobrevolando ese estadio y una manta de excrementos manchando el cemento.
Imposible jugar ahí, sin personal suficiente a esa hora para limpiar el rastro de las aves, imposible hacerlo en la Melbourne Arena (el tercer estadio en importancia) por el gasto que supone abrir esa pista, impropio en una más pequeña por el prestigio de las oponentes, Muguruza y Konta se sentaron a esperar armándose de paciencia y saltaron a jugar en un ambiente frío e impropio: tres espectadores expulsados de la pista por haberse pasado de la raya con el alcohol, dos señoras dormidas, espalda con espalda y con los pies estirados sobre los asientos, y otros pocos más pendientes de subir a las redes sociales una foto con el insólito momento que del desarrollo del encuentro.
Ajenas a todo eso, Muguruza y Konta disputaron el mejor encuentro del torneo hasta ahora, superando a cualquier otro partido femenino o masculino celebrado hasta la fecha. Ni la española ni la británica se dejaron impresionar por el retraso y de principio a fin firmaron un duelo brillante, repleto de tiros agresivos, de línea en línea, intensidad y muchas ganas de ganar para alcanzar la tercera ronda.
La calidad del partido, sin embargo, no puede ocultar la realidad del problema: tras el deslucido espectáculo, una falta de respeto para las participantes y también para los aficionados, Muguruza se marchó a dormir a las seis de la mañana mientras su rival de tercera ronda llevaba horas descansando. Eso es tan injusto como no haber encontrado una solución para un problema que viene de lejos. En 2008, solo un ejemplo de tantos otros, Lleyton Hewitt venció a Marcos Baghdatis en la tercera ronda de este mismo torneo un maratón que terminó a las 4.33h de la madrugada.
Quizás, como dicen muchos, es tan sencillo como prohibir que ningún partido comience pasada la medianoche.