Esto no es un partido de tenis, es una carnicería. A los 41 minutos de juego, Rafael Nadal gana 6-0 y 3-0 a Tomas Berdych, que no ha conseguido sumar ni un solo juego en los octavos de final del Abierto de Australia. El español ya sabe que la victoria le pertenece, que la clasificación para los cuartos es suya, que su contrario no va a lograr remontar un marcador tan claro, tan contundente, tan doloroso, pero ni aún así le regala un centímetro. Un rato después, en 2h05m, el campeón de 17 grandes tumba 6-0, 6-1 y 7-6 al checo para citarse el próximo martes con el sorprendente Frances Tiafoe (7-5, 7-6, 6-7 y 7-5 a Grigor Dimitrov) por el pase a las semifinales del primer grande del año. Si el triunfo del domingo no es una candidatura al título, se le acerca mucho: Nadal está volando sin tener alas.
“Para mí”, se arranca Nadal luego ante los perioditas, “estar en cuartos de final sin haber competido ni una sola vez desde el Abierto de los Estados Unidos ya es una gran noticia”, explica el número dos. “Estoy en cuartos de final, pero además de una manera positiva, haciendo muchas cosas bien y eso me da confianza de cara al futuro y también energía positiva para seguir trabajando, más allá de lo que pueda pasar”, celebra el mallorquín. "El año está empezando bien y espero estar preparado para seguir compitiendo así frente a un rival que va a ser exigente”.
Lesionado en la espalda durante gran parte de la temporada pasada, Berdych termina 2018 fuera de los 70 mejores del mundo tras estar alejado de la competición desde el mes de junio. Ese ranking, sin embargo, no le hace justicia al checo. Como bien demuestra al alcanzar la final en su reaparición en el torneo de Doha, que disputa unos días antes de aterrizar en Melbourne, Berdych tiene dinamita en la raqueta. A los 33 años, al ex número cuatro mundial todavía debe decir mucho, y por eso se frota las manos antes de encontrarse con Nadal en la Rod Laver Arena.
Sabe Berdych que puede hacerle daño al mallorquín, que la ocasión es buena para probar el estado del número dos, que si mantiene el ritmo de los tres partidos anteriores el pulso con su rival debería estar apretado. Desconoce el checo, claro, que Nadal está de dulce, mejor de lo que piensa, y no se imagina que a estas alturas (23 duelos jugados y 19-4 en el cara a cara, favorable al español) todavía tiene forma de sorprenderlo: el balear, que se pone a restar delante salvo la recta final del choque, genera una fuerza descomunal para devolver los saques de Berdych, que termina con un 47% de primeros servicios dentro y un 44% de puntos ganados con su segundo saque.
Antes de las estadísticas finales, el punto que lo cambia todo. La bola de break que el checo no convierte en el primer juego del cruce le lleva a un peligroso estado de desánimo que irremediablemente se traspasa a su juego. Desde esa oportunidad desperdiciada, el checo enseña sus debilidades mentales (una doble falta por aquí, una volea sencilla estrellada en la red por allá…) y se deshace tenísticamente cuando Nadal profundiza en sus agujeros negros.
El mallorquín, el más inteligente del patio, ve a su contrario temblar y pasa al ataque con el colmillo por delante. A partir de enfrentarse a esa pelota de rotura en el primer juego del encuentro, que salva con buen saque, Nadal desquicia a Berdych con una lluvia de pelotazos que sacan al checo de sus posiciones naturales de golpeo. Al gigantón (1,96m) le gusta fabricar sus golpes en estático, con los pies quietos sobre el suelo, y le incomoda mucho correr de lado a lado para devolver la pelota, que es exactamente lo que Nadal consigue imprimiendo un ritmo de crucero altísimo.
“¡Rafa de mi corazón!”, grita una aficionada mientras Nadal flota por la pista: en menos de 30 minutos se hace con el primer parcial, en una hora ya ha conquistado también el segundo y en algo más de dos levanta los dos brazos para celebrar la victoria. Aunque el final es reñido, aunque incluso debe salvar una bola de set al resto, el resumen es el mismo: hay días en los que es imposible hacer algo mal.
Abran paso, que viene: Nadal llega lanzado a los cuartos de final del Abierto de Australia tras estar cuatro meses lesionado.