No es un tiro al aire, es un tiro al centro de la diana: cualquiera podría pensar que la vuelta de Rafael Nadal a las semifinales de un Grand Slam es un milagro. Con cuatro meses de inactividad encima, alejado de las pistas desde el pasado mes de septiembre por tres lesiones casi consecutivas (rodilla derecha, abdominal y muslo izquierdo) y una operación (pie derecho), el español tiene una cita el próximo jueves con Stefanos Tsitsipas (7-5, 4-6, 6-4 y 7-6 a Roberto Bautista) para regresar a la final del Abierto de Australia. Lo ve Frances Tiafoe, su rival en los cuartos, cuando el martes por la noche se marcha eliminado (3-6, 4-6 y 2-6) de la Rod Laver Arena con una sensación que empieza a tomar forma, con cara, ojos, manos y casi pies: si no pasa nada raro, si no ocurre nada extraño, Nadal ya sabe que está en condiciones de pelear por el título de campeón. Es lo mismo de siempre: con este jugador no existen los milagros, solo la fórmula del trabajo. [Narración y estadísticas]
De salida, Tiafoe apuesta por la potencia. El estadounidense, de 21 años, ha llegado hasta sus primeros cuartos de un Grand Slam jugando a lo grande, sin achicarse, sin encogerse, sin arrugarse, anteponiendo la fuerza a la cabeza. Por eso, cuando pisa la central del Abierto de Australia para medirse a Nadal, un desafío mayor, Tiafoe intenta zarandear a su contrario pegándole a la bola con una violencia que levanta palabras de asombro en los espectadores que llenan el estadio de la primera a la última butaca, sorprendidos por ese jovencito con cuerpo de gigante.
El estadounidense, sin embargo, se topa con un problema que no es capaz de resolver en toda la noche. De una forma u otra, eligiendo casi siempre la vía agresiva o levantando defensas fabulosas cuando las cosas se ponen feas, Nadal se hace con el control del encuentro y no lo suelta ni segundo. Es decir, la mayoría de los puntos dependen del español, que juega a un ritmo frenético, increíble la velocidad de piernas, fantástica la intensidad en cada tiro, extraordinario el estado físico que ha alcanzado en tan poco tiempo.
Viniendo de la nada, del limbo absoluto tras jugar su último partido oficial en las semifinales del Abierto de los Estados Unidos ante Juan Martín del Potro, Nadal ha conseguido limar todas las aristas en una pretemporada sobresaliente para aterrizar en Melbourne como si llevase encima una inercia ganadora de las que asustan, como las que le escoltan cada año cuando asalta Roland Garros tras una gira de tierra batida de las suyas.
Así, Nadal se planta en las semifinales del Abierto de Australia, la número 30 de su carrera en los grandes, anulando a Tiafoe: un break de entrada en el primer juego de cada set y vía libre hacia la penúltima ronda. Asombroso.