Frente a cualquier problema, Rafael Nadal. El miércoles, el campeón de 17 grandes debutó en el Mutua Madrid Open ganando un partido que sumó más que cualquier victoria reciente. El 6-3 y 6-3 con el que el español batió a Felix Auger-Aliassime para alcanzar los octavos de final fue un mensaje claro: no hay crisis lo suficientemente grande como para enterrar las ganas de pelear de la bestia. [Narración y estadísticas]
Pese a haber sufrido una gastroenteritis que le impidió entrenarse el domingo, retrasando su preparación de arriba a abajo, Nadal debutó en Madrid sin dejar señales de debilidad. Ni en su rostro, blanco como una pared días atrás, ni en sus movimientos, lógicamente resentidos tras el proceso vírico, dejó entrever un lastre el jugador, que empezó a las mil maravillas.
En su horario preferido, el de las cuatro de la tarde, el número dos del mundo recibió el abrazo del Estadio Manolo Santana, lleno para ver al mejor tenista español de todos los tiempos, Nadal ofreció tres señales interesantes que invitan a pensar en una recuperación que está en marcha. Primero, y como ya hizo en su última derrota en las semifinales de Barcelona contra Dominic Thiem, el español se reencontró con su golpe de derecha, un tiro que necesita tanto como el las plantas el agua. Segundo, su lenguaje corporal emitió signos muy positivos. Y tercero, las palabras que le regaló al público de Madrid hablaron de hambre, apetito recuperado tras el mal rato.
En 2015, durante la Copa Davis de categoría júnior que se jugó en la Caja Mágica, los técnicos señalaron a un jugador en concreto por encima del resto de una camada espectacular: Auger-Aliassime. El canadiense, que ahora tiene 18 años y es toda una realidad, se presentó como una amenaza importante para el primer partido de Nadal en Madrid y... el español pasó por encima sin llevarse ni un susto.