Pocos jugadores inspiran tanta compasión entre el público como Juan Martín del Potro.
Cuesta imaginar qué techo hubiese tenido el tandilense de no haber sufrido tantas lesiones. Un jugador especial, unas cualidades físicas innatas, un tenis de superclase , una mentalidad capaz de ganar Grand Slams… y una retahíla de lesiones. El único hombre fuera del Big Four capaz de ganar un Grand Slam entre París 2005 y Nueva York 2013, cuando la hegemonía de los cuatro fantásticos era insultante. De los pocos jugadores que, estando bien de físico, podían aspirar a todo. El calvario comenzó en 2010, estando número cuatro del mundo, con una lesión de muñeca que le obligó a pasar por el quirófano y le mantuvo 9 meses alejado de las pistas. En 2014, una nueva lesión de muñeca que, tras meses compitiendo con dolor, le exige una nueva intervención. Dos grandes sequías, muchos meses de parón para un jugador que estaba en el momento de explosión de su carrera profesional. Articulaciones intervenidas quirúrgicamente, cicatrices que dejan huella en la piel y en el corazón. Mazazos a los que el argentino fue capaz de sobreponerse, en un ejercicio de pundonor, capacidad de sufrimiento y mentalidad ganadora, consiguiendo su mejor ranking en el verano de 2018.
Parecía que las cosas volvían a estar en su sitio. Libre de lesiones, Del Potro era otra vez ese jugador agresivo con su derecha, dominador con su saque y difícil de desbordar. ¿Había llegado, por fin, el fin del calvario? Parecía, desde luego, una temporada soñada. Alzó su primer título de Masters 1000 (Indian Wells), llegando a la final del US Open y consiguiendo su mejor ranking (3). Clasificado para el ATP Master Final por primera vez desde 2013, una nueva piedra en el camino. Una caída en Shanghái, un resbalón absurdo, le provocó una fractura de rótula en su rodilla derecha. Cuesta ver el vídeo y no pensar que una fractura tras esa caída es un castigo excesivo.
La fractura de rótula es una lesión atípica en el tenis. De hecho, de haberse producido la caída en una superficie diferente al duro cemento, es posible que dicha lesión no se hubiese producido. Cada día vemos en diferentes disciplinas caídas más aparatosas que las de del Potro, sin consecuencias tan graves. Todo habría quedado en una gran contusión, con tiempos de recuperación mucho más reducidos. Pero el destino quiso cebarse de nuevo con el tandilense. Es difícil explicar a qué se enfrenta un deportista profesional cuando tiene que pasar por una recuperación de este tipo. Lo primero, el temor a no volver a ser el de antes. Miedo a que el cuerpo no responda igual, a que la movilidad se vea reducida, a que los apoyos sean distintos. Si la recuperación va por buen camino, y se pueden recuperar adecuadamente los tejidos y los parámetros normales de fuerza y movilidad, acechan los nervios derivados de la falta de competición. En definitiva, un largo proceso físico, mental y emocional difícil de gestionar.
En el Mutua Madrid Open, vuelve Delpo. Vuelve un jugador que nunca se dio por vencido. Vuelve un guerrero. Pero, sobre todo, vuelve un enamorado del tenis; alguien dispuesto a reinventarse las veces que haga falta para volver a mancharse los calcetines de arcilla.