El resumen es sencillo, pero hay mucho más. Por tercer torneo seguido en tierra batida, Rafael Nadal está en semifinales. Tras alcanzar esa ronda en Montecarlo y Barcelona, el número dos del mundo se clasificó para pelear el sábado por la final del Mutua Madrid Open llevándose por delante a Stan Wawrinka (6-1 y 6-2). Esta vez, sin embargo, es diferente a las otras: el campeón de 17 grandes no solo gana, también convence. Antes de medirse a Stefanos Tsitsipas (7-5, 3-6 y 6-2 a Alexander Zverev), el español firmó su mejor partido del año en arcilla. [Narración y estadísticas]
Por primera vez desde que es alguien en el circuito, Nadal se encontró jugando dos veces seguidas en la noche de Madrid. Así, el viernes a la hora de la cena, el español congregó a más de 12.000 personas para ver cómo desmontaba a Wawrinka a la velocidad del relámpago, resolviendo el encuentro de forma sencilla, sin una mínima complicación. Fue un Nadal decidido y resolutivo, con las ideas claras y la capacidad para ejecutarlas. Nadal, claro, no es el Nadal de hace unos días.
El tenista vuelve a moverse bien sobre tierra, con los desplazamientos que exige la superficie más lenta del mundo. El jugador, definitivamente, ha encontrado el tono con su golpe de derecha, ha mantenido el estado de su revés, sobre todo cruzado, y poco a poco incluso ha conseguido estabilizar el saque, con el que durante toda la semana había tenido altibajos. Por eso, en menos de una hora, con el reloj marcando 59 minutos, Nadal estaba a dos juegos de cerrar su pase a las semifinales.
Poniendo en marcha un tenis control, minimizados los errores, el mallorquín se gustó atacando y elaborando puntos increíbles con los que puso en pie al estadio, como el que construyó con 4-2 en el segundo parcial. Llegados a ese momento, la realidad era bien clara: este Nadal ya se parece mucho al jugador que ha dominado de cabo a rabo la tierra batida durante la última década.