Le ha costado más de un mes, pero el objetivo está cumplido. Rafael Nadal llegará a Roland Garros (desde el próximo 26 de mayo) recuperado de una crisis que le quitó la ilusión, la energía y hasta las ganas de jugar. Para revertir definitivamente la situación, sacando la cabeza del agujero, el español venció 6-0, 4-6 y 6-1 a Novak Djokovic en Roma, levantó su primer título de la temporada, el noveno en el Foro Itálico, y se aseguró aterrizar en París con una tranquilidad más grande que cualquier trofeo: después de pasarlo muy mal mentalmente, Nadal ha conseguido volver a disfrutar en una pista, y desde esa base tan simple todo es posible. [Narración y estadísticas]
“He jugado bien, un gran partido de tenis en términos generales”, reconoció el tenista tras la victoria, que le deja como el jugador con más Masters 1000 (34) de la historia. “El primer set ha sido de un fantástico nivel de tenis. El segundo también, pero perdí muchas oportunidades para poder ganarlo. Cuando eso sucede contra un jugador como Novak estás en problemas”, añadió. “Pero en general me sentí jugando bien durante todo el partido. Solo un poco de nervios al final del segundo set, pero el nivel de tenis ha sido alto”.
Nadal y Djokovic arrancaron su enfrentamiento número 54 ante una multitud deseosa de sangre, tan altas están las expectativas cada vez que los dos rivales se encuentran. Lo que vio la gente al principio, sin embargo, fue de todo menos una pelea. En el primer juego de la final, que se estiró durante ocho minutos, el español consiguió romperle el saque al serbio, algo que no logró ni una sola vez durante las más de dos horas que duró el cruce anterior entre ambos. Ese break, por supuesto, fue un tímido adelanto de lo que sucedería en la final.
La pareja de contrarios se las vio por última vez el pasado mes de enero en la final del Abierto de Australia. Entonces, Djokovic se exhibió cediendo solo ocho juegos para ganarle el título a Nadal, que nunca antes se había quedado sin sumar al menos un set en el encuentro decisivo de un Grand Slam. Esa noche, después de la derrota, el español apareció por la sala de prensa del torneo y en su explicación vino a decir que el cruce ante Nole le había llegado demasiado pronto.
"Llevaba cuatro meses sin competir y esto era un gran desafío, no estaba preparado para dar ese extra", dijo Nadal, intentando analizar lo ocurrido. "Es complicado hacer frente a este nivel si uno no da su 100%", prosiguió el número dos del mundo. "No he tenido la capacidad para buscar una solución a lo que me exigía el partido, que era la excelencia total de su juego".
El domingo, en el Foro Itálico, Nadal se encontró con un encuentro totalmente distinto al que se le escapó en Melbourne. De entrada, Djokovic estuvo lejos de esa "excelencia" que el mallorquín señaló en Australia. Sin chispa, muy cansado después de jugar el viernes hasta la una de la madrugada contra Juan Martín del Potro y el sábado hasta casi las 11 con Diego Schwartzman, ambos partidos resueltos en el tercer parcial, Nole se movió con lentitud y torpeza, cometió un puñado de errores no forzados y estuvo lejos de inquietar a su oponente.
Esa versión impensable de Nole contrastó con la de Nadal, eléctrico, convencido y atinado para jugar profundo y cambiando las direcciones, y de la suma de los nació algo desconocido: por primera vez en de la rivalidad entre ambos, la que más capítulos ha tenido en la historia (54 con el de hoy), uno de los dos le ganó al otro un set en blanco. La paliza llevó la firma de Nadal, que atisbó dudas al otro lado y se lanzó a hacerlas más grandes, estirándolas hasta el límite.
De la nada, físicamente muerto, el orgullo devolvió a Djokovic a la final. El serbio, que estaba fuera del debate, fue metiéndose poco a poco en el partido y Nadal le ayudó. En ese segundo parcial, el español tuvo cuatro pelotas de rotura, con un clarísimo 0-40 para haberse colocado 5-3, y no convirtió ninguna. Djokovic, que llegó con la lengua fuera al final del set, aprovechó para agarrar una oportunidad al resto que le permitió hacerse con la segunda manga.
Con todo empatado, Nadal se exigió apretar los dientes desde el arranque. Un break en el inicio descompuso por completo a Nole, enviándole a la lona: el serbio destrozó su raqueta y esa pérdida de papeles avisó de lo inevitable. Nadal, un aluvión de principio a fin con la excepción de los cinco minutos que le costaron perder la segunda manga, se coronó campeón a pocos días de que comience Roland Garros.
“Para mí, lo más importante es sentirme jugando bien y sentirme con salud, con la energía que necesito. Si eso sucede, la experiencia me dice que voy a luchar por los títulos tarde o temprano”, analizó el español. “Lo principal para mí era recuperar mi nivel. Las últimas semanas he ido a mejor, y aquí estamos finalmente con este gran trofeo conmigo”.