El susto llegó de la nada, pero se marchó por la puerta de atrás. Con 4-4 en el tercer parcial de la tercera ronda de Roland Garros, y tras haber hecho suyos los dos anteriores en un parpadeo, Rafael Nadal perdió el saque y en un segundo vio cómo David Goffin le ganaba el set, obligándole a pelear por la victoria en el cuarto. Así, para llegar a los octavos de final (6-1, 6-3, 46 y 6-3), el español se regaló un partido dividido en dos partes: la primera; apabullante y espectacular, la segunda; lejos de esa perfección y marcada por los aciertos de su rival, que desde la segunda manga se puso a pintar las líneas para complicarle las cosas al balear. [Narración y estadísticas]
Hubo un momento, entre el final de la primera manga y el principio de la segunda, que Goffin quiso irse de la Philippe Chatrier. Si le hubiesen dado a elegir, el belga habría firmado estar en cualquier otro lugar del planeta que en esa pista sufriendo las embestidas de Nadal, hasta ese momento protagonista de una tarde brillante, rebosante de energía y determinación.
Nadal firmó un arranque imponente, descorazonador para Goffin. El belga, que solo ganó tres puntos en los primeros 15 minutos de partido, entregó su saque nada más comenzar dos veces y el encuentro se le hizo una cuesta arriba bien pronunciada. En el mismo tiempo que dura la primera mitad de un partido de fútbol, el español dominaba 5-0, había ganado el primer parcial (6-1) y mandaba 2-0 en el segundo.
Lejos de sus mejores días, fuera del top-10 que ocupó durante varias semanas, Goffin quizás pudo imaginarse antes de empezar un cruce difícil, casi imposible. Lo que seguramente no vio venir el belga fue la lluvia de pelotazos para la que buscó resguardo sin encontrarlo: no hay paraguas en el mundo que pueda detener la derecha de Nadal cuando todo está bien, cuando todo está en orden, cuando todo fluye, como hasta ahora en este Roland Garros.
A diferencia de la ronda anterior con el alemán Maden, donde de forma inconsciente Nadal redujo la intensidad y perdió la concentración, el problema en la tercera ronda nació en la raqueta de Goffin. Después de salvar un 0-30 con 2-0 en el segundo set, el belga se puso a jugar, a mover la pelota a toda velocidad, a hacer daño con ángulos bien tirados. De repente, Nadal se encontró metido en un lío, cargando con los aciertos de Goffin y con sus propios errores.
Para salir de ahí, claro, el mallorquín hizo lo que acostumbra: pararse, pensar y empezar desde el principio para conseguir un triunfo que estuvo lejos de estar en peligro.