Juan Ignacio Londero no invitará a comer a los periodistas en París. El argentino, que se había comprometido a cumplir esa promesa en caso de ganar a Rafael Nadal, se encontró el domingo con un golpe de realidad que tardará tiempo en olvidar. En los octavos de final de Roland Garros, el primer Grand Slam de su carrera, el número 78 del mundo vio al campeón de 17 grandes alcanzar los cuartos de final llegando a los 90 triunfos, otra barbaridad estadística, a lomos de su mejor versión. La victoria del español (6-2, 6-3 y 6-3) le metió en la lucha por el pase a semifinales subrayando lo que todos saben: cada día que pasa, Nadal es más candidato a levantar su duodécima Copa de los Mosqueteros. [Narración y estadísticas]
El Topo, que es como llaman a Londero, llegó a París con una báscula en la maleta para pesarse cada noche, sin excepción. Metido de lleno en una pelea contra su cuerpo, siempre por debajo del peso que debería tener un tenista de élite (70kg, aunque llegó a estar en 63 en pretemporada), el argentino se ha estado controlando a diario de manera minuciosa, consciente de la importancia de mantenerse fuerte físicamente para poder aspirar a desafíos cada vez más grandes sin desinflarse en el intento.
Por eso, cuando Londero se clasificó para los octavos de final después de jugar el primer cruce de su carrera a cinco sets (ante el francés Moutet), acumulando en total 7h10m en las piernas, la preocupación se redobló: si habitualmente el argentino lo pasa mal cuando hay pulmones de por medio, ¿qué sucedería en el reto mayúsculo que supone competir contra Nadal en tierra batida?
Londero se vació en el comienzo del partido, y además no le sirvió de nada. En 10 minutos, Nadal ya le había roto el saque y mandaba con comodidad. En un partido clásico de arcilla, con intercambios largos y disputados, el español impuso sus reglas desde el principio: el encuentro se jugó a fuego lento, a la velocidad que impuso el español, y nunca fuera de sus términos.
Londero se hizo con el primer punto del partido con una derecha ganadora. Quizás, en ese momento el argentino se ilusionó con una victoria, una campanada, o al menos con plantar batalla. Nada de eso ocurrió, salvo el break que Londero logró en la tercera manga (para 4-2) y que terminó quedando en nada. Al final de la tarde, Nadal levantó los brazos una vez más.