La escena es un atentado contra las reglas del juego limpio. Durante la volcánica segunda ronda de Wimbledon que enfrenta a Rafael Nadal con Nick Kyrgios, el australiano lanza un derechazo tremendo al cuerpo del español, que se lo saca de encima como puede con un escorzo en la red. Durante siete segundos, el campeón de 18 grandes clava sus ojos en los de Kyrgios, que le devuelve la mirada mientras hace girar su raqueta sobre el dedo índice, como el matón del barrio al que temen todos los niños. No hay una mano levantada para pedir perdón. No hay una palabra de disculpa. No hay absolutamente nada. Hay un encuentro que refleja dos realidades tan separadas como la Tierra y la Luna: la de un campeón ejemplar, dueño de un legado irrepetible, y la de un gran tenista que ha optado por fabricar cada día un show distinto en lugar de aprovechar su talento para dejar huella en la historia.
“¿Por qué debería disculparme?”, se preguntó Kyrgios cuando los periodistas le recordaron el pelotazo a Nadal en la red. “Le di a su raqueta y gané el punto. ¿Cuántos grandes tiene? ¿Y dinero en el banco? Creo que puede recibir un pelotazo en el pecho. No me voy a disculpar por eso. Sí, le apunté directamente al pecho. Quería darle justo ahí, pero tiene buenas manos”.
“Me da igual si va a pegarme un bolazo, está en su derecho”, le siguió luego Nadal. “Otra cosa es que sea correcto o no. La ética no es 100% clara, y según la mía no es correcto”, prosiguió el español. “La historia de este deporte se basa en el respeto y en jugar limpio todo el tiempo. Es peligroso cuando él golpea así la pelota. No es peligroso para mí, lo es para un juez de línea o para el público. Cuando le pegas así a la bola puede ir a cualquier parte. Esta vez entró y casi me da, pero no hay problema. Soy profesional, sé cómo evitar esto”, añadió el número dos. “No se trata de que yo me enfade con él, se trata de que quiero jugar un partido de tenis”.
Nadal aguantó con paciencia todos los trucos de Kyrgios. Solo perdió la concentración en mitad de la discusión que el australiano mantuvo con Damien Dumusois, juez de silla del partido, en el segundo set del encuentro. Nada sacó de quicio esta vez al mallorquín, y mira que hubo situaciones para perder los nervios.
“Cuanto más hablamos de este chico…”, reflexionó el español. “No creo que sea una gran idea. Le estamos ayudando a que haga más cosas raras o especiales. Si vamos hablando de él todo el día, se sigue creciendo”, insistió. “Ha perdido un poquito el camino y debería recuperarlo porque sería bueno para su carrera. Con el saque y el talento que tiene podría ganar un Grand Slam”, avisó. “En la primera ronda con Thompson ganó, pero la intensidad, la forma de jugar o la mentalidad fueron muy diferentes a las de hoy. Le gusta jugar este tipo de partidos, pero para ganar cosas importantes tienes que jugar contra todos, no solo ante los mejores”.
Dicen los que están cerca de Kyrgios que el tenista se refugia en su circo porque es incapaz de convivir con la presión de poseer las cualidades para luchar por cosas importantes. Afirman que es una manera de protegerse, de enseñarle al resto que no es un campeón porque no quiere comprometerse a intentarlo. Aseguran que es miedo al fracaso, ni más ni menos.
“Sé que soy un gran jugador de tenis, pero no soy profesional”, confesó el australiano después de caer eliminado en Wimbledon. “No tengo entrenador. No entreno a diario. No voy al gimnasio. Por el momento no puedo pelear por un Grand Slam, pero salgo a la pista y compito contra los mejores del mundo”.