Con la pelea por ser el mejor de todos los tiempos más viva que nunca, otro aviso, y ya van varios. Novak Djokovic se ha hecho con cuatro de los últimos cinco torneos del Grand Slam, excepto Roland Garros, y si nadie lo evita está en la situación perfecta para asaltar el récord de Roger Federer y terminar su carrera en la primera posición, la que señalará al rey de reyes tras la época más importante de la historia del tenis, que será recordada por el dominio de tres jugadores únicos. [Narración y estadísticas]
El domingo, el serbio le arrebató el trofeo de Wimbledon al suizo (7-6, 1-6, 7-6, 4-6 y 12-12), celebró su quinta corona en la catedral y elevó su marca hasta los 16 grandes, a dos de Rafael Nadal (18) y a cuatro de Federer (20). Aunque todavía le queda camino para alcanzar a uno y a otro, la sensación es que Nole lo hará tarde o temprano, y para ejemplo lo que pasó en la final: el serbio le ganó a Federer salvando dos puntos de partido al resto (8-7 y 40-15 del suizo) y conquistando el trofeo en el tie-break que Wimbledon estrenó esta misma temporada al llegar a 12-12 en el quinto parcial. Increíble.
Federer y Djokovic jugaron un primer parcial ajustadísimo. De saque en saque, los dos contrarios se citaron en el tie-break para resolver la igualdad que reinó desde el arranque de la final en un duelo con una intensidad descomunal.
Durante esa primera hora, el suizo asaltó el título con un tenis al límite. Más agresivo que nunca, planteando un cruce a tumba abierta, apurando cada tiro a la línea, pero por la parte de fuera, por si acaso Nole llegaba para devolverlo, el número tres del mundo pegó, pegó y pegó. Ante eso, su rival optó por ir a esa guerra, aceptando el ritmo que Federer quiso imprimir.
En consecuencia, Djokovic se desfondó gastando todas sus energías en correr para contraatacar cada embestida del suizo, y así se llegó al desempate del primer parcial, con el cruce envuelto en un tira y afloja vertiginoso, imposible mantener semejante nivel de excelencia en cada disparo. La muerte súbita coronó a Nole porque el serbio gestionó mejor la presión, muchísima, de competir en el filo del alambre ante el suizo.
Eso, sin embargo, no tuvo el significado que Djokovic posiblemente esperaba. El serbio pagó el peaje de ganar ese primer parcial tan exigente con un bajón mental. De repente, Federer se colocó 4-0, sosteniendo sus opciones de ganador en ganador. Con esa brecha en el marcador, Djokovic se desentendió y se puso a pensar en la tercera manga, dejando que el suizo igualase la final al resto y en blanco, con una doble falta, que la grada aplaudió, para devolver el duelo a su inicio, con todo empatado de nuevo como al principio.
La fiabilidad de Djokovic en el golpeo le dio el tercer parcial al serbio, de nuevo en otro desempate, más certero ante la tensión, y la reacción de Federer en el cuarto mandó la lucha por el trofeo a la quinta manga, con la gente explotando de alegría al ver al suizo tan cerca de la copa de campeón.
El quinto set de la final de Wimbledon se estudiará en los libros de historia del deporte. Con el corazón por delante de la raqueta, las emociones por encima de los golpes, Djokovic se colocó 4-2, a dos juegos de la copa. ¿Qué hizo Federer? Devolverle el break inmediatamente (4-3), ganar su saque (4-4) y convertir la pista central en una caldera que explotó cuando el serbio se convirtió en ganador de Wimbledon por quinta ocasión en su carrera.
[Más información: Djokovic se come el césped de Wimbledon para celebrar su quinta corona]