Garbiñe Muguruza sigue noqueada en la lona. El martes por la mañana, Alison Riske remontó 1-6, 6-2 y 6-3 a la española en la primera ronda del Abierto de los Estados Unidos para agravar una crisis que viene de lejos, y que ha convertido este 2019 en el peor año de todos los que ha pasado hasta ahora en el circuito: hace casi tres meses que la española no consigue una victoria (31 de mayo ante Elina Svitolina en la tercera ronda de Roland Garros) y en función de los resultados de estos días en Nueva York podría salir fuera de las 30 primeras posiciones de la clasificación. La situación, en cualquier caso, es muy grave: tras cambiar el rumbo de los acontecimientos tomando la decisión de romper el mes pasado con Sam Sumyk, su entrenador de los últimos cuatro años, Muguruza planificó una nueva vida que ahora le toca cimentar. En Nueva York, claro, se comprobó la realidad: a la tenista todavía se le ven todas las costuras. [Narración y estadísticas]
"Me ha faltado un poco de decisión en algunos puntos importantes”, se arrancó Garbiñe tras la derrota. “Necesito jugar más partidos y ponerme en situación. De momento, me siento muy competitiva y le doy problemas a todas las chicas”, cerró la española.
El pasado mes de julio, después de perder con la brasileña Haddad Maia en la primera ronda de Wimbledon, Muguruza se atrevió a cortar con Sumyk, su técnico desde la mitad de 2015. Despedir al entrenador que guió su camino hacia el número uno de mundo, coincidiendo con los dos títulos grandes de su currículo (Roland Garros 2016 y Wimbledon 2017), supuso decir adiós a la persona que llevó su carrera a otra dimensión, pero también a uno de los principales problemas de su estancamiento. Artífice de los mayores éxitos de Muguruza como tenista, el francés también se había convertido en una barrera mentalmente infranqueable para la tenista.
Así, Muguruza se deshizo de Sumyk, renunció a jugar en San José y Montreal por problemas físicos y recurrió a Anabel Medina, capitana del equipo de Copa Federación, para su gira americana de pista rápida, compuesta por Cincinnati y el Abierto de los Estados Unidos. Hasta que decida un nombre para ocupar su banquillo y relevar a su anterior entrenador, algo que no sucederá antes del final de la temporada, la española viajará sola y contará con la ayuda puntual de Medina, que la conoce más que de sobra por el tiempo que han pasado juntas en el vestuario.
La incómoda Riske, agresiva y directa, tuvo posibilidades de hurgar en la herida de Muguruza, y lo hizo sin dudarlo: aunque perdió la primera manga después de colocarse 2-1 y saque, con Garbiñe solucionando cada problema que le planteó su rival, muy competitiva en el arranque, la estadounidense no sacó bandera blanca y encontró premio a su esfuerzo. Riske, seis veces derrotada en la primera ronda del US Open, comenzó la remontada desde el convencimiento, y la culminó con un tenis sin trampa ni cartón: golpes planos, golpes decididos, golpes afilados.
Si Muguruza quiere ver algo positivo, si quiere quedarse con lo bueno cuando vuelva a ver el encuentro, podrá agarrarse a la lucha que exhibió durante la primera hora del cruce, el espíritu del que no se vio ni rastro durante los primeros meses del año. Todo lo demás, desgraciadamente, son malas noticias para una tenista excepcional que no sería capaz de encontrar ni un parecido con la que coronó la cima del circuito femenino hace un par de años.