La brecha salarial en el mundo del deporte es incuestionable. En lo que respecta al tenis, leyendas como Billie Jean King hicieron todo lo posible para que esto se recondujese hace décadas. El US Open fue el primero en igualar el reparto económico en premios entre hombres y mujeres, pero la lucha continúa y son muchas las profesionales que han alzado su voz para poner el problema a la vista de todo el mundo.
En 2017, Serena Williams en dos direcciones tras ver a la luz un estudio que señalaba que por cada dólar ganado por un hombre, una mujer de color solo gana 63 centavos: "Los ciclos de pobreza, discriminación y sexismo son mucho, mucho más difíciles de romper que el récord de títulos de Grand Slam. Las mujeres de color tienen que trabajar en promedio ocho meses más para ganar lo mismo que sus colegas varones en un año".
Los hombres también han hablado sobre ello. Un ejemplo es el de Rafa Nadal durante el pasado Mutua Madrid Open: "Qué más quiero yo que el hombre y la mujer sean exactamente iguales y tengamos los mismos derechos. Tengo una madre y una hermana y son lo que más quiero en el mundo. En algunas cosas ganarán más las mujeres y en otros los hombres pero se tiene que ganar más o menos no por ser mejor, no por ser hombre o ser mujer. Sino por los méritos y por lo que generas".
Décadas de reivindicaciones por parte de las tenistas. Batallas pérdidas y también algunas ganadas, hasta ahora. En las WTA Finals se ha dado el gran 'premio gordo' y ha sido una mujer la que ha roto todas las barreras para llevárselo. Ashleigh Barty se impuso en la cita de las maestras y ganó 3,9 millones de euros -4,4 millones de dólares-. Nunca antes nadie, independientemente de su género, se hizo con un premio económico tan grande en el mundo del tenis.
Un inicio de dudas
Ashleigh Barty (Australia, 23 años) se convirtió en una de esas grandes promesas de la raqueta sobre la que se empieza a escribir por un destapado talento de forma precoz. El gigante de Oceanía ha sido cuna de varios importantes tenistas como Rod Laver, Lleyton Hewitt o Samantha Stosur. Pero la última es la de Ipswich, quien apuntó estuvo de dejar este deporte por otro muy diferente.
Una junior que ilusionaba y dos temporadas como profesional para dar un giro radical a su vida. En 2014, con tan solo 18 años decide retirarse indefinidamente. Su decisión llegó después de caer en la primera ronda del US Open. Su argumentó fue por aquel entonces que ya no disfrutaba del tenis y cambió de disciplina para competir durante 2015 en la liga profesional de críquet de Australia. Solo un año más tarde, puso fin a esta a aventura y regresó al tenis.
Sus dudas parecieron disiparse entonces. 2016 fue el año de su vuelta, de un comienzo en los torneos WTA, de su ascensión en el tenis profesional tras dos años sin jugar. Esa temporada pasó de ser la 600 del mundo a la 272. Una escalada que solo era el principio. En 2017 ganó su primer torneo como profesional, en Kuala Lumpur, y cerró el curso como la 20 en el ranking del circuito femenino. El objetivo: ser la número uno.
Reina de la WTA
2018 fue un año de transición. Un pequeño parón para lo que estaba por venir. Tan solo subió un puesto respecto a cómo acabó el anterior curso (19ª), pero ganó varios torneos y alcanzó, por vez primera en su carrera los octavos de final en un Grand Slam -en el US Open-. Y llegó el 2019. Y llegó su momento. De vencer en Miami a conseguir su primer gran triunfo en uno de los cuatro gigantes.
En Roland Garros venció a la checa Marketa Vondrousova y se proclamó, por primera vez en su carrera, campeona de un Grand Slam. Además, desde el año 1976 ninguna jugadora de su país reinaba sobre la tierra batida de París. Entonces fue Margaret Court, ahora Ashleigh Barty. Del gran torneo francés salió en segunda posición del ranking de la WTA y de ahí a alcanzar el número uno tras vencer en Birmingham. 27ª tenista en lograrlo y segunda australiana en ocupar lo más alto de la clasificación femenina a lo largo de todos los tiempos.
"Siempre sueñas con ser número uno, pero que se convierta en una realidad es increíble y no es algo que estuviera en mi mente. Estaba apuntando a estar entre las 10 mejores este año. Es un honor estar en esta posición, que en el pasado ocuparon grandes leyendas de este deporte a las que respeto y admiro", dijo entonces una Ashleigh Barty a quien todavía le quedaba hacerse con el premio más gordo en la historia del tenis.
En la Copa de Maestras de este 2019, Barty se consolidó como número uno del mundo. Pese a que no es una tenista mediática y se queda lejos de esa larga lista de tenistas muy poderosas físicamente. Con su 1,66, la australiana destaca por su inteligencia y visión de juego. Todo ello le han llevado a lo más alto en la WTA y a ganar un premio tan astronómico que nunca, ni hombre ni mujer, han ganado en este deporte.
Un montante que aún podría haber sido superior de haber ganado en la fase de grupos a la holandesa Kiki Bertens. Los premios de la Copa de Maestras de la WTA triplican a los de los hombres, algo que ya ha sido criticado por estos. Ya que de ganar todos y cada uno de los encuentros de las ATP Finals, el hipotético vencedor no se llevaría ni 3 millones de dólares en premios, por los 6,2 máximos para ellas. Ashleigh Barty ha hecho historia por todas las mujeres.
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