Hay lecciones de fortaleza que inspiran. Lo que hizo Roberto Bautista este domingo, jugando el cruce que abrió la final de la Copa Davis entre España y Argentina, fue otra cosa mucho más grande. [Narración y estadísticas]
El español, que perdió a su padre el pasado jueves, y que también había perdido a su madre de forma repentina en 2018, quiso responder a los puñetazos que le ha dado la vida con un gancho de los que no tienen respuesta: pase lo que pase, seguir adelante no es una opción, es una necesidad. Con una dedicatoria muy especial, la victoria del castellonense (7-6 y 6-3 ante Felix Auger-Aliassime) deja La Armada a un triunfo de ganar la sexta Ensaladera de su historia.
“Estoy muy contento por la victoria”, acertó a decir Bautista a pie de pista. "Tras unos días difíciles, una semana complicada, para salir de ahí había que darla cara, dar un paso adelante”, prosiguió el número nueve mundial. “Hoy eran todo adversidades, todo dificultades, y me he sabido sobreponer para darle el primer punto a España”.
Sin una butaca por ocupar, el Estadio Manolo Santana recibió a Bautista con un abrazo. Fue una ovación enternecedora con un mensaje doble: lo siento y muchas gracias. El castellonense, aún de luto por la muerte de su padre, asumió la responsabilidad de jugar el primer punto de la final tres días después de encajar ese duro golpe, del que quiso reponerse poniéndose la camiseta de la selección.
De entrada, Canadá jugó muy bien sus cartas. Auger-Aliassime, que no había disputado ni un solo partido en toda la semana por una lesión en su tobillo izquierdo, saltó a la pista para jugar el primer punto de la serie, cambiando radicalmente el escenario: no es lo mismo enfrentarse contra Vasek Pospisil (150 del mundo) que hacerlo ante el joven de 19 años (21 del ranking), que según los técnicos será uno de los jugadores que dominen el tenis en un corto plazo de tiempo.
Auger-Aliassime, campeón de esta misma competición en categoría júnior (2015), en este mismo lugar (Caja Mágica) y con un compañero de su actual equipo (Denis Shapovalov, que a continuación se medirá a Rafael Nadal), afrontó el encuentro espoleado por la oportunidad de darle a Canadá la primera Davis de su historia.
El aspirante salió a comerse el mundo, con el sentimiento nacional inculcado desde pequeñito, y muy pronto se asentó en el partido, fabricándose una ocasión de muchísimo peligro (bola de break para 5-3) que su contrario anuló poniéndole garra y determinación.
“¡Roberto! ¡Roberto! ¡Roberto!”, animó la gente, llena la grada de banderas españolas, muy pocos los canadienses que se reunieron para impulsar a los suyos (300). En ese ambiente festivo, Bautista jugó arropado y creció en un duelo que ganó porque estuvo brillante en un tie-break inicial que le entregó las llaves del encuentro.
Llevarse ese desempate hizo que el español creciera y superase al canadiense camino de la victoria: sufrido el primer set, sufrido también el segundo (Bautista necesitó recuperar un break), y España a un solo punto de ganar otra vez la Davis.
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