Llegados al desempate del segundo set, con 1h51m de partido, Rafael Nadal arrastraba una estadística rarísima, y también un poco alarmante: una pelota de break convertida de las 18 que se había procurado hasta ese momento en la segunda ronda del Abierto de Australia ante Federico Delbonis. Al trantrán, tras estar dos veces a un par de puntos de ver cómo su rival le empataba el cruce (5-6 y 15-30, 5-6 y 40-40), el número uno acabó con un discreto 3 de 20 en pelotas de rotura y sobrevivió 6-3, 7-6 y 6-1 para citarse con Pablo Carreño (6-4, 6-1, 1-6 y 6-4 al alemán Gojowczyk) por una plaza en los octavos de final del primer grande de año con una cosa muy clara: necesita mejorar. [Narración y estadísticas]
“Necesito mejorar, y creo que voy a conseguirlo”, aseguró Nadal tras el triunfo. “Estoy haciendo las cosas lo suficientemente bien en los entrenamientos como para lograr esa mejoría. Cada día golpeo un poco mejor la pelota, pero luego en los partidos no estoy siendo capaz de soltarme. Es verdad que tanto el primer día como hoy, los terceros sets han sido buenos, buenos de verdad”, prosiguió el tenista. “Lo que ha sido una catástrofe es no haber ganar un punto de break en todas esas oportunidades. Al final, uno se va encogiendo cuando van pasando las ocasiones y no eres capaz de aprovechar ninguna. Han sido demasiadas, y eso te van tensando”.
Delbonis, el tenista que ganó el punto decisivo en la conquista de la única Ensaladera de la historia de Argentina, todo un héroe para lo suyos, salió el jueves a la Rod Laver Arena con una idea definida de cómo jugarle a Nadal: aprovechando su condición de zurdo para cargar contra la derecha del español y sacarle de posición, desplazándole hacia el costado y abriéndose huecos para entrar al partido, algo que normalmente el resto de contrarios hacen con el revés. La táctica, sorprendentemente, le sirvió para mantener el marcador apretado durante casi dos horas, para acariciar el segundo parcial y para jugar de tú a tú contra el español por primera vez en cuatro enfrentamientos.
Nadal, que el primer día avanzó regulándose ante el boliviano Dellien, todavía buscando la energía que se dejó en la exigente ATP Cup hace unos días, asaltó la victoria desde el inicio. En el primer turno de saque del argentino, el español se le echó encima como hiena sobre carroña, cazador al ataque, y se procuró seis bolas de break a las que Delbonis sobrevivió en una tortura de más de 12 minutos. Fue alargar lo irremediable para lograr algo que terminaría siendo único en el encuentro: en su siguiente juego al resto, el mallorquín le arrebató el servicio, puso el 3-1 y desde esa ventaja gestionó los ritmos del primer parcial.
Pese a que lo tuvo todo en contra, Delbonis le pegó a la pelota con el alma desde que el partido se puso en marcha. No hay otra forma, claro, de intentar hacerle frente al campeón de 19 grandes que desde una intensidad altísima. Eso estuvo dispuesto a proponer el argentino, sudor, desgaste, algo de sangre si hubiese hecho falta. Exprimiendo la jugada de abrirle la pista a Nadal por el lado de su derecha y rematarla por el otro, el número 76 fue sumando puntos en los peloteos, salvando pelotas de rotura y endureciendo la noche.
Llegó entonces el tie-break clave, con Nadal arrastrando un 1 de 18 en bolas de break. Lo sacó adelante el español acelerando, rugiendo, pegando. Y el partido se acabó, pero la conclusión está encima de la mesa: el número uno, que alcanzó su mejor versión en la tercera manga por segundo día consecutivo, necesita empezar a ser reconocible porque las curvas están a la vuelta de la esquina.