Garbiñe Muguruza empezó callada, sin decir ni pío, y terminó gritándole al vacío la victoria que logró en su estreno en el US Open, que solo presenciaron en directo su entrenadora Conchita Martínez, su fisioterapeuta Cathrin Junker y muy poquitas personas más. En su primer partido desde finales de febrero, cuando cayó ante la australiana Barty en los cuartos de final de Doha, la campeona de dos grandes se sobrepuso a un mal inicio ante Nao Hibino y avanzó 6-4, 6-4 a la segunda ronda del segundo Grand Slam de este 2020 con la vista puesta en un tobillo izquierdo que ha mantenido en el aire su participación en el torneo hasta el último momento, pero que de momento le ha dado luz verde para emprender el camino hacia un título que nunca ha conquistado.
"No había podido jugar nada antes de llegar aquí, pero estoy contenta", dijo tras el triunfo Muguruza, que a los 26 años sumó 30 presencias en Grand Slam al debutar en Nueva York. "He echado en falta los partidos, pero hemos hecho un buen trabajo estos últimos meses de cara al US Open. Hasta el último minuto no decidí si jugar o no aquí, un par de días antes de viajar”, confesó la española. “Me hubiese gustado jugar los torneos anteriores para llegar al US Open en mejor estado. Pasar seis meses sin competir hace que el cuerpo pierda esa continuidad física, que surjan nuevos dolores…".
Esto es lo que ocurrió Muguruza tenía previsto jugar los torneos de Lexington y Cincinnati, pero unos problemas en su tobillo le cerraron las puertas de reengancharse a la competición con el resto de las tenistas tras casi seis meses en blanco provocados por la pandemia de covid-19. Así, la española viajó el pasado martes a Nueva York y empleó una semana en prepararse para jugar un Grand Slam que históricamente se le ha atragantado (tres derrotas en primera ronda, los octavos de final de 2017 como mejor resultado) con respecto a los otros tres (campeona de Roland Garros y Wimbledon, finalista del Abierto de Australia).
En una Louis Armstrong cerrada como consecuencia de la lluvia, Hibino asaltó el partido con una decisión apabullante, fantástica, de aplaudir sin una. Si en los dos enfrentamientos previos la japonesa solo había logrado sumar cuatro juegos ante Muguruza (combinando los dos encuentros, que lógicamente perdió), este lunes se sacudió esos malos recuerdos con una primera media hora muy buena en la que posiblemente soñó con llevarse la victoria frente a la número 16 del mundo.
Desmelenada, Hibino se disparó en el marcador hasta un interesante 4-1, encontrando las líneas cada vez que apostó por el riesgo, algo frecuente en el planteamiento de la japonesa. A Garbiñe, un punto desconcertada, producto de mezclar la inactividad de tantos meses con los nervios de debutar en un Grand Slam, le costó reponerse de ese aluvión de golpes, y por un momento pareció destinada a sufrir otra decepción en Nueva York.
De la nada, sin ofrecer señales previas, Muguruza se comió el partido de un bocado. Ganando siete juegos consecutivos, la española pasó de estar 1-4 abajo a dominar 6-4, 2-0 a la japonesa, recuperando el filo en sus tiros y exhibiendo una buena movilidad para tapar los agujeros que intentó abrir su contraria. Fue jaque mate: llegados a ese momento, Hibino no pudo hacer nada para evitar un desenlace inevitable.