11 de septiembre de 2020. La fecha quedará para la historia como el día en el que Alexander Zverev se clasificó para jugar su primera final de Grand Slam en el US Open tras remontar a Pablo Carreño (3-6, 2-6, 6-3, 6-4, 6-3) un partido que tenía prácticamente ganado, y que le abrió las puertas de un sueño: a los 23 años, el alemán buscará el próximo domingo el título en un partido de los que se recuerdan para siempre. Esa, por supuesto, será otra historia. La de este viernes fue la victoria de Zverev ante el número 27, reviviendo cuando nadie lo esperaba. [Narración y estadísticas]
“Me siento peor ahora que hace tres años, en 2017 eran mis primeras semifinales y esta vez no era suficiente, quería continuar ganando partidos”, dijo Carreño después de la derrota. “Es duro decir algo positivo tras perder este partido. Es difícil asimilar la oportunidad perdida”.
El quinto set enfrentó a dos tenistas muy distintos: un Zverev renacido y un Carreño hundido. Después de ganar los dos primeros parciales y acercarse a la victoria, el español vio cómo su rival se levantaba del suelo, amenazando un triunfo que acarició con la yema de los dedos. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.
En el decimonoveno aniversario de los atentados del 11-S, con dos lonas gigantes colocadas en la grada de la pista Arthur Ashe para recordar a las personas que perdieron la vida y a los bomberos que trabajaron en las Torres Gemelas, Carreño le planteó a Zverev un buen problema y asistió a la autodestrucción de su rival: para ganar las dos primeras mangas del duelo, el español apostó por la consistencia y la agresividad, y con eso provocó un colapso tremendo en la cabeza del alemán. De la suma de ambos factores nació un cruce de una sola dirección, dominado sin altibajos por el gijonés.
Carreño salvó la primera bola de break cuando buscaba el 2-1, con solo 11 minutos disputados. Sobrevivir a ese momento clave tuvo recompensa enseguida: con Zverev lamentándose por la oportunidad perdida, el español le arrebató dos veces el saque y se disparó hasta un impresionante 5-1 que le hizo pupa mental a su rival, visiblemente cabizbajo, con la brújula del encuentro perdida. Aunque Carreño perdió su saque cuando buscaba cerrar el set, consecuencia de los nervios, aprovechó su segunda oportunidad con el servicio (5-3) para abrochar el parcial inaugural y darle otro estacazo moral al alemán.
Con Zverev tambaleándose, consumido por las dobles faltas y ahogado en errores no forzados, Carreño sumó tres breaks consecutivos (¡tres!) y en un parpadeo se encontró con un 5-0 en el marcador, que otra vez puso en peligro por toda la presión con la que cargó, lógica la tensión a la hora de cerrar un set en un duelo de la máxima exigencia: el alemán le rompió para colocar el 5-1, ganó un turno de servicio (5-2) y terminó entregando el parcial, tanta era la diferencia de su rival, tan grande el margen con el que contaba Carreño.
Las cosas, sin embargo, se pusieron muy feas para el español de repente. Como era de esperar, Zverev volvió al partido desde el pozo en el que estaba metido ganando el tercer set. El alemán, de repente demostrando garra, demostrando algo, arrancó el cuarto con los ojos echando chispas y eso confirmó lo que se presuponía: Zverev selló el pase a la final coronando un quinto set que controló desde el inicio. Cuando se puso a jugar de verdad, el partido se terminó. Fue tan simple como eso.