Dominic Thiem no puede usar las piernas para sacar. Se juega el tie-break del quinto set de la final del US Open, el primer desempate para decidir al campeón en toda la historia del torneo, y el austríaco está acalambrado. Llegados a ese momento, el número tres del mundo ha superado lo imposible: dos sets y break abajo ante Alexander Zverev (4-6, 2-6, 1-2 y saque del alemán), al que también ha visto servir por la victoria en la quinta manga (5-3). Thiem sobrevive a todo eso, agarrado al convencimiento de remontar para ganar el título con el que lleva soñando desde siempre. Llegan entonces los pinchazos en sus piernas y el 2-0 de Zverev en la muerte súbita. El austríaco está tieso como un palo, pero juega exprimiendo toda la potencia de su brazo mientras baila con sus nervios un vals terrorífico, a vida o muerte. Es la historia de una noche eterna: allí donde el límite deja paso al abismo, Thiem gana su primer Grand Slam fiándolo todo a una fe conmovedora.
“Ha sido la primera vez en años y años que he tenido calambres, pero supongo que no eran físicos sino mentales”, reconoció el ganador horas después de hacerse con la copa. “Estuve muy tenso todo el día, y también al comienzo del partido. No recordaba esa sensación, y no sabía como deshacerme de ella. De alguna manera, mi fe hoy era más fuerte que mi cuerpo, y estoy muy feliz por eso”, añadió el austríaco. “He logrado una de las metas de mi vida, un sueño que he tenido durante mucho tiempo, desde que comencé a jugar siendo un niño. Entonces estaba muy lejos, pero un día me di cuenta de que podía ganar uno de los cuatro títulos más importantes del mundo. He trabajado mucho. Básicamente, he dedicado toda mi vida a intentar conseguirlo. Y ahora lo he hecho”.
La final cambia por completo al final del segundo set. Zverev gana 6-2, 5-1, tiene el partido en su mano. Es difícil imaginar una reacción de Thiem que cierre esa brecha tan amplia entre ambos. El austríaco, sin embargo, se mete en la final con un break que en ese momento no sirve para mucho (de 1-5 a 4-5, arrebatándole el saque al alemán la primera vez que saca por el set y haciéndole dudar la segunda), pero que termina abriendo una dinámica nueva: creyendo en sus posibilidades y vinidiendo siempre desde atrás, Thiem gana el tercero, también el cuarto y se lleva el quinto para ganar el trofeo.
“Espero que ahora sea más fácil para mí en los torneos más importantes”, dijo el austríaco, que hasta el domingo había caido en sus tres finales grandes (Roland Garros 2018-2019 y Abierto de Australia 2020). “Sabía que mi carrera era mejor de lo que hubiera podido soñar, pero hasta hoy todavía faltaba una gran parte, una gran meta. Con este objetivo logrado, espero estar un poco más relajado y jugar más libre en los torneos más importantes”.
“Este título le va a dar más tranquilidad para afrontar el futuro”, coincidió Nicolás Massú, entrenador del austríaco. “Esta victoria le va a dar mucha confianza para gestionar mejor los momentos de presión. Seguiremos yendo paso a paso, pero con este triunfo tendrá mucha más calma para los próximos torneos de Grand Slam”, prosiguió el técnico chileno. “Todos decían que era su momento para ganar su primer grande. Yo le dije que tenía una gran oportunidad, pero que no iba a ser la última porque sigue siendo joven y tendría más por delante. Pero ahora que ya ganó vamos a tener una calma importante”.
Es un aviso a navegantes. Viene Roland Garros (desde el próximo 28 de septiembre) y Thiem es candidato en mayúsculas. Ahora más que nunca.