Unas semanas después de quedarse a un set de alcanzar su primera final de Grand Slam en el US Open, Pablo Carreño está de nuevo metido en la pelea por cosas importantes. El lunes, el español ganó a Daniel Altmaier (6-2, 7-5, 6-2) y se citó con Novak Djokovic (6-4, 6-3, 6-3 a Karen Khachanov) en los cuartos de final de Roland Garros, que ya había alcanzado en 2017 (se retiró al comienzo del segundo set ante Rafael Nadal como consecuencia de una lesión abdominal). Además de reafirmar su crecimiento como jugador, la victoria tuvo un mérito tremendo: el número 18 del mundo se enfrentó a unos problemas estomacales que le obligaron a competir sin encontrarse bien.
“He tenido algunos problemas en el estómago”, desveló el tenista tras la victoria. “Tenía malestar general, náuseas, llevo un par de días raro… He ido al médico, me ha chequeado y me ha dicho que estoy bien, pero a Djokovic solo puedes ganarle si estás al 100%”, avisó el gijonés. “De otra manera va a ser complicado”.
Carreño y Altmaier salieron a jugar cerca de las nueve de la noche, cuando deberían haber empezado sobre las cuatro de la tarde. La lluvia fue aplazando el comienzo del partido hasta que la organización del torneo decidió moverlo de la Suzanne Lenglen a la Philippe Chatrier para que el cruce se disputase bajo techo. Así, ambos rivales buscaron la victoria en una noche fría (10 grados) y ante la mirada de 30 valientes, los pocos que se quedaron en las gradas a ver el encuentro.
Hasta ese torneo, Altmaier (22 años y 186 mundial) jamás había jugado un Grand Slam. Sin hacer ruido, el alemán superó los tres partidos de la fase previa, se metió en el cuadro final de Roland Garros y siguió ganando a rivales temibles (Matteo Berrettini, Jan-Lennard Struff o Feliciano López) para alcanzar los octavos y asombrar al mundo entero con una actuación de las que dejan huella.
Con el peligro de enfrentarse a un rival desatado, sin nada que perder, sin ninguna presión contra la que lidiar, Carreño planteó un partido muy serio en el que asumió su favoritismo desde antes de saltar a la pista, y aprovechó muy bien la inexperiencia de Altmaier cuando las cosas se pusieron un poco feas en el segundo set.
Después de hacerse con el primer parcial sin problemas, Carreño vio cómo Altmaier atacaba el segundo de revés en revés, pidiendo paso a latigazos. El alemán, muy agresivo, le arrebató el saque al español y tuvo en su mano empatar el cruce porque llegó a sacar por la segunda manga con 5-4, una buena oportunidad de nivelar el duelo. Ahí juguetéo Carreño con los nervios de su contrario hasta que consiguió lo que buscaba: que Altmaier descarrilase emocionalmente (¡qué gritos del alemán tras cada error!) para entregar ese segundo parcial y posteriorimente el encuentro.