Para celebrar sus 100 partidos en Roland Garros, una victoria (98-2 de balance total durante su carrera) que le abrió las puertas de las semifinales. Entrada la medianoche del miércoles, Rafael Nadal celebró un triunfo sobre el jovencísimo Jannik Sinner (7-6, 6-4, 6-1) para citarse el próximo viernes con Diego Schwartzman, sorprendente vencedor de Dominic Thiem, por el pase a otra final en París. El descarado italiano llegó a estar break arriba en los dos primeros sets, pero no concretó esas ventajas porque todavía está demasiado verde para afrontar los momentos importantes de un cruce de la máxima exigencia, aunque en poco tiempo estará metido de lleno en la pelea por cosas imporantes. Nadal, que por fin encontró un buen test, aterrizará en la penúltima ronda con la tranquilidad de haber terminado el duelo a un gran nivel, aunque posiblemente necesite algo más si quiere luchar por la Copa de los Mosqueteros. [Narración y estadísticas]
“No he empezado enfadado para nada y menos en los cuartos de este torneo, pero no ideal jugar a estas horas por la temperatura”, se arrancó el español tras protagonizar el encuentro de finalización más tardía (1.25h de la madrugada) en la historia de Roland Garros. “Creo que es peligroso para el cuerpo. Los futbolistas juegan a estas temperaturas pero están siempre en movimiento. Con cinco partidos en la Chatrier, era previsible que pasara esto”, prosiguió. “He conseguido ir de menos a más en el partido. Es mi segundo torneo en seis meses. He venido aquí con objetivos ambiciosos y estar en semifinales ya es un buen resultado. Creo que he terminado el partido muy bien”.
El partido llegó después de un día largo y una espera tediosa. Nadal terminó su calentamiento cerca de las tres de la tarde, pero no salió a jugar hasta bien pasadas las 10 de la noche, consecuencia de estar programado en el último turno de la jornada y de padecer el retraso que provocó la victoria de Schwartzman sobre Thiem (5h08m). A una hora rara para el comienzo de un encuentro en Roland Garros, habitual en otros sitios como el Abierto de Australia o el US Open, ambos con sesión nocturna), los rivales arrancaron un poco desubicados por la situación.
Con 19 años, Sinner salió a la Philippe Chatrier y se puso a jugarle de tú a tú a Nadal. Esa pista, fortaleza inexpugnable del español, vio cómo un jovencito le exigía al campeón de 19 grandes por primera vez en todo el torneo. Después de ganar a cuatro rivales que no plantearon oposición alguna, el italiano demostró desde el inicio que quería ganar, y no solo vivir la experiencia de enfrentarse al mejor tenista de la historia de Roland Garros.
De Sinner fue la primera pelota de rotura del cruce (con 2-2), de Sinner fueron las tres siguientes (con 5-5) y de Sinner fue el break (6-5) que le puso en una posición ideal para hacerse con el primer set. La precipitación, sin embargo, le nubló el horizonte al italiano cuando sacaba por esa primera manga y luego no pudo arreglarlo: varios errores llamativos facilitaron que Nadal sobreviviese a esa situación límite (6-6) para llegar a un tie-break que devoró por pura lógica, una balanza inclinada con la experiencia de haber vivido mil situaciones como esa anteriormente.
De línea en línea, fiel a su estilo agresivo, Sinner se volvió a poner en la misma posición que en el primer parcial (break para 3-1) y otra vez gestionó la ventaja precipitándose (Nadal recuperó el saque perdido). De un tira y afloja entre ambos, varios juegos brillantez, salió el español pidiendo paso y al ganar el segundo set todo se terminó: el número dos cerró el triunfo con una tercera manga coronada con su mejor tenis del torneo, toda una declaración de intenciones antes de encarar las semifinales.