A veces, ni jugar brillantemente es garantía de éxito. El domingo por la mañana, Ashleigh Barty emborronó la alucinante semana de Garbiñe Muguruza al vencer 7-6, 6-4 a la española en la final de uno de los torneos WTA 500 de las Melbourne Summer Series. Fue una derrota en la línea de meta: la campeona de dos grandes se había plantado en la pelea por el título de paliza en paliza, cediendo solo 10 juegos por el camino, pero se encontró con una rival que no sintió la inactividad tras llevar casi un año sin jugar por temor a la pandemia provocada por la covid-19.
“A veces”, dijo Barty, “no se trata solo del tenis, se trata de cómo puedes controlar la pista. Me he movido muy bien hoy, haciendo que Garbiñe estuviera bajo presión, algo importante en el desenlace del partido”, prosiguió la australiana. “Ha sido una actuación bastante sólida, pero sigo siendo muy crítica. Ese es el desafío del deporte todos los días: tratar de ser cada vez mejor”.
“Aunque estoy un poco triste porque acabo de perder la final, ha sido una gran semana”, reconoció Muguruza después del encuentro. “He jugado partidos muy buenos, a un nivel muy alto. Es una buena señal de que mi tenis está ahí. Me llevo muchas cosas positivas”, siguió. “Ella ha jugado muy bien hoy. Ha hecho su juego, que es diferente al resto de las jugadoras. La mayoría tienen un estilo más directo, más plano. Ella tiene un tenis muy talentoso”, prosiguió, analizando a Barty. “Pese a todo, he tenido muchas oportunidades que no he podido aprovechar. Ha sido un partido muy igualado y he estado cerca”.
A pesar de no haber cogido una raqueta desde finales de febrero de 2020, Barty no es la número uno del mundo por casualidad. Con su habitual cóctel de cortados, ángulos imposibles y cambios de ritmo, la australiana consiguió una cosa que nadie había logrado en toda la semana: desesperar a Muguruza, emborronándole su plan de juego y arrebatándole la sensación de superioridad con la que se había paseado por las rondas anteriores.
Aprovechándose de esa frustración, Barty se sobrepuso a dos momentos clave del final. Primero, la australiana pasó de estar 1-3 a 4-3 en la primera manga, frenando el intento de Muguruza de desmarcarse en el cruce. A continuación, la campeona de un grande volvió a salvar una situación delicada cuando su contraria le arrebató otra vez el servicio para sacar por ese primer set con 5-4. Entonces, Barty encontró su mejor versión para aterrizar en un desempate que terminó abriéndole las puertas del título.
Si hasta entonces la australiana había sido inteligente, anteponiendo una estrategia conservadora sobre el riesgo, el tie-break destapó su versión más ofensiva. No fue una Barty al contraataque, fue una Barty que se lanzó a la yugular de su rival sin miramientos para echarle el lazo al primer parcial y dar un paso importante hacia el trofeo.
Como en el primer set, Muguruza tuvo una opción que no aprovechó: aunque empezó 0-2, se recompuso (3-3) antes de ver cómo la australiana se despegaba a base de sutilezas inalcanzables que le entrengaron un rato más tarde la copa de ganadora.
La derrota, en cualquier caso, no empaña todo lo bueno que Garbiñe se lleva para cuando debute el próximo martes en el Abierto de Australia ante la rusa Gasparyan. Aunque no gana un grande desde 2017 (Wimbledon), la española vuelve a estar en la posición adecuada para volver a intentarlo.