“Es un día duro para mí. No he sabido manejar la situación. Tengo que estar concentrado todo el tiempo y no quejarme. Ha habido un momento en el que quería ganar los peloteos en una sola bola. No quería jugar los puntos, y a este nivel hay que jugarlos todos, especialmente en los momentos difíciles”.
Carlos Alcaraz radiografió de maravilla lo que ocurrió en la segunda ronda del Abierto de Australia. El jueves, la victoria de Mikael Ymer (2-6, 6-4, 6-4, 7-6 en 3h08m) despidió al español de su primer Grand Slam y señaló dónde está el camino para mejorar: al jovencísimo tenista (17 años) le fallaron los nervios para pelear por una victoria que perfectamente podría haber sido suya. A veces, la paciencia vale tanto como la valentía.
“Tengo que buscar las cosas positivas, levantarme de esta derrota y seguir aprendiendo para los siguientes torneos”, explicó Alcaraz ante los periodistas. “Pero también tengo que analizar lo negativo para no hacerlo de nuevo en el siguiente torneo. Debo aprender a controlar los nervios en los momentos complicados. A nadie le gusta perder, pero me voy un poco decepcionado. La actitud no ha sido hoy una gran virtud”.
El cruce se jugó entre grandes ráfagas de viento y Alcaraz sufrió para adaptarse a las condiciones del día. El español salió a competir con la agresividad que le define, atacando todas las pelotas con una decisión granítica y aprovechándose de los errores de Ymer en el arranque. Ocurrió que el sueco dejó de fallar en el segundo parcial. Alcaraz se puso nervioso. Entonces, el cruce se igualó y se discutió a bandazos hasta el final.
El español se midió a Ymer, pero también a un enemigo indomable y vaporoso: el viento. Este es un rival que obliga a jugar tiros combados, con un margen de error mayor al habitual. A utilizar las piernas para encontrar la posición perfecta de golpeo, rectificando una y otra vez en función de los bamboleos de la pelota. A estar con la cabeza preparada, mente despierta en busca de soluciones permanentemente. Alcaraz, sin embargo, no supo cómo prepararse para eso ni para descifrar las evidentes carencias de su oponente.
Ymer, un jugador con tendencia a fallar si los intercambios se alargan, se encontró la ayuda de un rival que quiso ir a por la victoria sin bajar nunca de la sexta marcha. Posiblemente, al español le habría bastado con masticar los peloteos hasta encontrar el error del sueco. En lugar de eso, Alcaraz se lanzó a por el partido a saco, con el cuchillo entre los dientes, y acumuló una pila de errores no forzados (60) que terminaron condenándole.
“Ha sido un gran torneo”, resumió Alcaraz. “Mi primer cuadro final en un Grand Slam, la primera victoria en un evento así… He cogido mucha experiencia, me ha ayudado a eso. Me hace falta de cara a jugar con este tipo de rivales”, prosiguió. “Además, he tenido un buen rendimiento en esta gira, dándole a un top-15 en el torneo anterior. Saco muchas cosas positivas”.
No es para menos: la derrota del jueves no empaña todo lo que Alcaraz se trae de vuelta en la maleta. Una victoria ante Goffin (14 mundial). Su estreno en el cuadro final de un grande. Su primer triunfo en uno de los cuatro torneos más importantes del circuito. Y un partido que seguramente le enseñará cómo afrontar esa situación cuando le toque vivirla otra vez.
Algo está claro: si no pasa nada inesperado, aqui hay tenista para muchos años.