Dos remates enviados al limbo sacaron a Rafael Nadal de un partido que tenía en su mano. Durante el tie-break del tercer set de los cuartos de final del Abierto de Australia que le enfrentaban a Stefanos Tsitsipas, y tras haber ganado los dos primeros parciales con muchísima soltura, el español cometió un par de errores impropios con 1-0 y 3-1, mandando la pelota a la grada con toda la pista despejada. Esos fallos desencadenaron una tormenta que terminó con el campeón de 20 grandes eliminado: desde el cuarto set, Tsitsipas lideró un duelo salvaje para convertirse en el segundo jugador que remonta un 0-2 al español en un Grand Slam (3-6, 2-6, 7-6, 6-4, 7-5 en 4h05m), algo que solo había logrado Fabio Fognini (tercera ronda del US Open 2015). Alucinante e histórico. [Narración y estadísticas]
"He fallado un remate muy cómodo en el segundo punto del tie-break, una derecha y luego otro remate”, recordó Nadal tras la derrota. “Ahí se me ha complicado el partido de manera real. Al final, estaba muy cerca de perder, gana el desempate y le sube la adrenalina. Ha dado un cambio de nivel importante”, prosiguió el balear. “A mí me ha faltado algo más. Me he equivocado en unas cuantas cosas tácticas, pero tengo que analizarlas un poco más. He estado ahí en todo momento, con una actitud adecuada, pero físicamente he echado en falta ese extra de chispa”.
Los cuartos se jugaron en el día más caluroso de todo el torneo hasta ahora. Pese a ser de noche, los rivales salieron a la Rod Laver Arena con el termómetro marcando 28 grados de temperatura y la humedad disparada por encima del 70%. Esas condiciones pusieron a prueba el fondo físico de los tenistas, obligados a competir empapados en sudor hasta más allá de la medianoche. Lógicamente, Nadal padeció más que su contrario los efectos del desgaste, pagando la falta de preparación provocada por los problemas en su espalda que hasta hace unos días le habían impedido entrenarse con normalidad.
Al principio, y como casi siempre (6-1 en el cara a cara), Nadal se encontró muy cómodo con el estilo de juego del griego, controlando el ritmo del partido y dominando con claridad la mayoría de los intercambios. Aunque Tsitsipas logró mantener igualado el encuentro en el inicio (3-3), valiéndose de su servicio para ir solventando sus turnos de saque sin sufrir, el español convirtió un resquicio en un agujero.
Buscando poner el 4-4 en el primer parcial, Tsitsipas arrancó encadenando dos derechas ganadoras para colocarse con 30-0. Nadal, claro, no dio el juego por perdido. El siguiente punto fue suyo, conectando un resto directo con su revés cruzado que cayó sobre la línea. Sorprendentemente, el griego cortocircuitó. Tres errores de Tsitsipas le dieron el break a Nadal (5-3) y abrieron la puerta de una paliza que acabó con el griego desesperado, sintiéndose muy inferior a su rival y muy lejos de la victoria.
Nadal ganó cinco juegos seguidos para allanarse el camino (de 3-3 a 6-3, 2-0). Durante esa media hora, el español hizo lo que quiso con la pelota. Ahora la pongo allí, ahora aquí. Ahora ataco, ahora no arriesgo. Ahora utilizo el cortado, ahora le pego plano. Tsitsipas, número seis del mundo, pareció un jugador del montón. Perdido en la pista, sintiendo que no tenía forma de hacerle daño a Nadal, el griego seguramente vivió unas sensaciones muy amargas, impotencia elevada al cubo. Con sus armas, no le hizo ni cosquillas al mallorquín.
El partido giró en torno a una jugada repetida durante toda la tarde. Nadal atacando con su derecha cruzada el revés a una mano de Tsitsipas, y el griego eligiendo qué hacer: si cubrirse con su drive, corriendo el riesgo de dejar mucha pista descubierta, o si intentarlo con el revés. Pocas veces salió ganador Tsitsipas de ese escenario durante los dos primeros sets, el jueguecito del gato y el ratón, en el que el balear se desenvolvió de maravilla hasta que las cosas se igualaron de repente, cuando el mallorquín ya estaba abordando la línea de meta.
A lo largo del tercer set, Tsitsipas encontró el balance entre ser agresivo y no caer en la precipitación. Entonado al saque, el griego citó a Nadal en el tie-break y se benefició de sus dudas, materializadas en esos dos remates fallados y en otro error más (una derecha golpeada con el marco de la raqueta) que le permitieron creer en el triunfo por primera vez en toda la noche. Para entonces, la situación ya estaba muy fea para el mallorquín.
Manteniendo la corriente ganadora, Tsitsipas echó abajo de una patada la puerta del cuarto set. Exhibiendo una electricidad fantástica, el griego fue a empatar el partido sin titubear. Aquí vengo, quiero la clasificación. Con todo enredado, Nadal, respondió agarrado a su saque, de ace en ace, para ir salvando los primeros momentos delicados del parcial (tres pelotas de rotura). Tsitsipas, sin embargo, consiguió lo que buscaba: celebrar un break para forzar la quinta manga.
Con todo igualado, ambos se enzarzaron en un combate espectacular al que Nadal llegó al límite, muy cansado, con la lengua fuera. El español, en cualquier caso, empleó la inteligencia táctica que le ha diferenciado de los demas durante toda su carrera: jugando con un margen de error mayor, quitándole velocidad a sus tiros y apostando a lo seguro para desgastar a su contrario.
No sirvió para nada: inalterable, Tsitsipas culminó una remontada imposible a lomos de un tenis descomunal.