La victoria llegó mucho antes de golpear la primera bola del partido, el simple hecho de saltar a la pista supuso un triunfo mayúsculo e imposible de igualar. Este martes, Carla Suárez regresó a la competición después de superar un linfoma de Hodgkin (un tipo de cáncer) y rozó el triunfo ante Sloane Stephens (6-3, 5-4 y saque), pero acabó derrotada por la estadounidense (6-3, 6-7, 4-6 en 2h24m) en la primera ronda de Roland Garros. A los 32 años, la española jugó por última vez en París para decir adiós a su carrera dentro de la pista, tal y como quería, algo que también tiene previsto hacer en tres citas más del calendario (Wimbledon, los Juegos Olímpicos y el Abierto de los Estados Unidos). Luego, Carla cerrará una etapa fantástica para dedicarse a lo que quiera con todo el merecimiento del mundo porque se lo ha ganado a pulso.
“Estoy muy orgullosa de mí misma y muy feliz de haber tenido la oportunidad de jugar aquí por última vez”, reconoció Suárez. “Estaba muy cansada al final del partido. Sabía que físicamente no estaba mal, pero tres sets han sido demasiados para cómo venía. Me ha dado rabia porque lo he tenido muy cerca, y no deja de ser una derrota... Supongo que con el tiempo lo podré valorar mucho más. He disfrutado, no lo voy a negar”.
El martes 2 de septiembre de 2020, Suárez anunció que iniciaba un tratamiento de quimioterapia durante seis meses para pelear contra el cáncer. En abril de este año, la canaria confirmó que estaba curada e inmediatamente comenzó a prepararse para regresar a la competición lo antes posible. Así, Carla aprovechó para entrenar en la Caja Mágica coincidiendo con el Mutua Madrid Open y reengancharse ligeramente a la dinámica de un circuito tremendamente exigente.
“Empecé a jugar 20 minutos con pelotas blandas”, recordó Carla sobre su regreso al trabajo. “Cada día mejoraba y estaba un poquito más en pista. Fue difícil. Mi cuerpo tuvo muchos cambios en esos meses, pero hice todo lo que pude para estar aquí porque no quería perderme Roland Garros un año más”.
15 meses más tarde (¡15 meses!), después de competir por última vez el 25 de febrero de la temporada pasada (cayó en la segunda ronda del torneo de Doha ante Petra Kvitova), Suárez apareció en la pista Simonne Mathieu y se puso a jugar como si no hubiese dejado de hacerlo. Ante Stephens, toda una finalista de Roland Garros (2018), la canaria aprovechó la precipitación de su contraria en el primer parcial (18 errores no forzados) y supo sobreponerse a la reacción de su contraria en el segundo (de 2-4 a 5-4 y saque), aunque no concretó esa oportunidad de abrochar la victoria con su servicio y lo terminó pagando caro.
En la tercera manga, con el público en casa como consecuencia del toque de queda vigente en la ciudad (a las nueve de la noche), Stephens exibió pulmones para desmarcarse (4-2) y acercarse a la segunda ronda del torneo. Lejos de rendirse, ni broma sacar bandera blanca, Suárez niveló el cruce (4-4) cuando la noche había caído sobre París. Sin energías y sin fuerzas. Visiblemente fatigada, pero con voluntad de hierro. Soñó. Rugió. Lo intentó. Y a pesar de ganar un punto más (107 por los 106 de su rival), fue la estadoundiense la que siguió adelante. Esta vez, sin embargo, importó muy poco: tras un esfuerzo formidable en su último partido en Roland Garros, Carla ganó incluso perdiendo.