Para llegar a la tercera ronda del Abierto de los Estados Unidos, Garbiñe Muguruza respaldó con un gran partido lo que exhibió el pasado lunes en su estreno en el torneo, el grande que históricamente más se le ha resistido (nunca ha pasado de los octavos de final). El miércoles, la número 10 del mundo derrotó 6-4, 6-2 a Andrea Petkovic y siguió adelante con el convencimiento de poder cambiar en esta edición su relación con el último Grand Slam de la temporada.
Con la mayoría de los partidos aplazados como consecuencia de la lluvia, el techo de la Louis Armstrong, la segunda pista en importancia del torneo, permitió a Muguruza y Petkovic arrancar el encuentro en hora, sin retrasos, acogiendo un inicio frenético que presentó los mimbres de cruce grande, señal de tarde entretenida, de refresco grande y palomitas gigantes.
16 minutos consumieron las contrarias para dejar atrás los dos primeros juegos del duelo. En ese tiempo, de la raqueta de Muguruza salieron varias preguntas sin respuesta y también la contestación perfecta a todo lo que planteó Petkovic. Compitiendo a toda mecha y con muchos argumentos, cruzado, paralelo, tiro a la línea sin retorno, la española le rompió el saque a su rival de entrada (1-0), salvó cinco puntos de break a continuación y consolidó (2-0) la ventaja que había abierto.
La alemana, mil batallas encima, jugó con garra y entereza; la española, con más golpes decisivos que su oponente, encontró siempre un recurso especial en los momentos clave de la tarde. Después del primer cuarto de hora, Muguruza celebró otra rotura de saque (3-0) para alejar a Petkovic de la remontada. ¿Qué hizo la 68 del mundo? Pelear, claro.
Primero, la alemana consiguió un break (1-3) cuando más feo estaba el set. Luego, ganó su primer turno de saque (2-3) y se acercó a Muguruza. Así, se regaló la oportunidad de discutirle el parcial inaugural a la española, que terminó haciéndolo suyo por la misma razón que luego le abrió las puertas de la tercera ronda: Garbiñe tiene algo diferente a la mayoría de las jugadoras.