La fiesta del tenis español se vivió con alegría, pero también con bocados en el corazón, tan grande era el premio que había en juego, tan jugosa la recompensa de levantar los brazos. En Guadalajara, el martes a mediodía, Garbiñe Muguruza tumbó 6-3, 6-3 a Paula Badosa para convertirse en la primera jugadora nacional en llegar al partido decisivo de las WTA Finals desde Arantxa Sánchez Vicario en 1993. La campeona de dos grandes, fantástica en su planteamiento, brillante en la ejecución, se medirá a la ganadora del Anett Kontaveit-Maria Sakkari por el título. Antes, sin embargo, un cruce histórico: las dos mujeres que han puesto a España en lo más alto de la élite peleando mano a mano por la final del torneo que reúne a las ocho mejores de la temporada.
Fue un cruce caliente. Badosa jugó atenazada por la presión. Atrapada con su saque. Nerviosa. Defendiendo y no atacando, una de sus grandes virtudes. Sin una idea clara de cómo dominar a Muguruza. Lejos, en consecuencia, de la tenista explosiva que ha firmado en 2021 el mejor año de su carrera, destapándose como una matagigantes sin miedo a nada.
Decidida a atacar a tumba abierta desde el inicio, Garbiñe recibió la tensión de su contraria vestida de gala. Pasa y ponte cómoda, que nos vamos a divertir. La número cinco, que empezó el torneo perdiendo ante Karolina Pliskova y sufriendo en su segundo encuentro frente a Barbora Krejcikova, ha conseguido encontrar su mejor versión en los momentos cruciales del torneo, justo a tiempo para luchar por el asalto a la copa.
Después de hacerse con la primera manga en línea recta y comenzar la segunda con un break, Muguruza vio cómo Badosa se fabricaba tres pelotas de rotura para intentar volver al encuentro. Garbiñe, claro, las salvó una a una para hacer más grande la brecha entre ambas y acelerar hacia un triunfo impecable.