"Ha sido mi mejor año". Esta era Garbiñe Muguruza (Caracas, Venezuela; 1993) hablando de su momento más feliz tras celebrar su victoria en las WTA Finals. Su triunfo no es solo histórico por ser la primera española en erigirse maestra de maestras sino que, además, supone para la tenista el autoconvencimiento de que todavía está entre las más grandes del circuito.
Tiene razón al decir que ha sido su mejor temporada y es que ha logrado su máximo de títulos en un año: tres. La Copa de Maestras ha sido el colofón de un 2021 en el que ha conquistado también el WTA 1.000 de Dubai y el WTA 500 de Chicago. Tres victorias en superficie dura a las que hay que sumar otras dos finales disputadas, las de Melbourne (Yarra Valley Classic) y Doha (Qatar Total Open).
Garbiñe ha vuelto esta semana al top-3 del ranking WTA y acabará el año ahí. Hacía más de tres, desde junio de 2018, que no se veía tan arriba. Algo menos de un año antes, en septiembre de 2017, era la número 1. Aquella Muguruza con solo 23 años, y ya campeona de Roland Garros (2016) y Wimbledon (2017), era la gran potencia del circuito femenino, pero al tiempo empezó a caer.
La hispano-venezolana tocó fondo en 2019, año que terminó en la posición 36 del ranking WTA. Su peor colocación desde que llegó a lo más alto. En muy corto tiempo pasó de ser la mejor del mundo a sumar una decepción tras otra y aquel vaivén hacía temer que su talento se terminara por perder del todo.
Garbiñe pasó de ser la nueva ilusión del tenis español a aparecer en los titulares por sus broncas con su exentrenador Sam Sumyk. Difícil de olvidar lo ocurrido en el Elite Trophy de Zhuhai, a finales de 2018, cuando ambos tuvieron varios cara a cara en la pista, acabando el último de ellos con un "que te jodan" del entrenador a la tenista. La relación con el técnico con el que llegó a tocar el cielo siempre fue así, con altos y bajos, pero el tiempo acabó dinamitándolo todo.
En manos de Conchita
El punto de inflexión fue cuando en 2020 se puso en manos de Conchita Martínez. Junto a la campeona de Wimbledon 1994 y un equipo renovado, Garbiñe ha evolucionado hasta volver a sacar su mejor versión. "Soy una Muguruza más calmada, menos quejica. Una Garbiñe más compuesta, con experiencia y perspectiva para llevar los buenos y los malos momentos", decía esta madrugada en México sin olvidarse en ningún momento de su cuerpo técnico.
La victoria en las WTA Finals es muy importante y abre una puerta en la carrera de la caraqueña, que es la de volver a aspirar a ganar un Grand Slam. Desde el año pasado ha recuperado la ambición -pese al 'palo' de perder en 2020 la final del Abierto de Australia- y apunta alto para 2022 ahora que ha encontrado la ruta a seguir en su trabajo físico y mental.
Han pasado cuatro años desde su última victoria en un 'Grande' y Muguruza se enfoca en acabar el próximo curso con la sequía. Sería el triunfo que le llevaría a volver a ser la número 1, aunque para ella ahora pesan más los títulos que un reconocimiento que ya tuvo. Sus principales objetivos son dos torneos: el Abierto de Australia y el US Open, los dos Grand Slams que le faltan en sus vitrinas.
"Me vais a ver haciendo nada, en una tumbona", dice Muguruza sobre sus planes para lo que queda de 2021. Tras un año duro, en el que también ha batallado contra las lesiones, Garbiñe se va a tomar un merecido descanso para volver con más fuerza en 2022. Su despedida a un curso fantástico no habría podido ser mejor. 'Garbi' ha vuelto y tiene hambre de títulos.
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