Fue un día extraño, cargado de primeras veces para un tenista de 35 años. A diferencia de los otros 62 grandes disputados a lo largo de su carrera, Rafael Nadal se estrenó en un Grand Slam sin Roger Federer o Novak Djokovic en el cuadro del torneo. Sin jugar un partido a cinco sets desde el pasado mes de junio, más de siete meses alejado de los grandes escenarios, el español despidió 6-1, 6-4, 6-2 a Marcos Giron y avanzó a la segunda ronda de un torneo que arrancó este lunes con un solo campeón individual entre sus 128 participantes masculinos: ese es el mallorquín (2009), que está ante la fantástica oportunidad de darle un bocado a la carrera por la eternidad si consigue ganar otra vez el título para romper el empate a 20 coronas de Grand Slam que mantiene con el suizo y el serbio, los otros grandes opositores a la condición de mejor tenista de todos los tiempos.
“Mis preocupaciones son diferentes a ser mejor de la historia”, confesó Nadal tras la victoria, que le permitió sumar 70 triunfos en Melbourne y citarse por el pase a la tercera ronda con Yannick Hanfmann (6-2, 6-3, 6-2 a Thanasi Kokkinakis). “Hago una reflexión de verdad, no es una pose. Al final, los tres hemos conseguido cosas especiales dentro de la historia de nuestro deporte. Si alguno termina ganando más, fantástico. De alguna manera, los tres hemos superado con creces cualquiera de nuestras expectativas”, prosiguió el mallorquín. “Todos hemos cumplido nuestro sueño y lo hemos superado con creces. La realidad es que yo estoy muy feliz por todo lo que me ha ocurrido hasta el día de hoy. No vivo con la angustia interior de querer ser yo... Si me llega, me llegará. No creo que la felicidad de mi futuro dependa de si termino ganando un Grand Slam más que Novak o Roger”.
Hasta hace unos días, cuando volvió a la competición ganando el título en el Melbourne Summer Set, Nadal acumulaba más de cinco meses parado como consecuencia de la enfermedad de Müller-Weiss, una displasia del escafoides tarsiano que sufre desde 2005 en su pie izquierdo. La semana de entrenamientos posterior a ese trofeo, sin embargo, han ayudado al número cinco del mundo a ganar el ritmo y la confianza que la inactividad le había arrebatado sin miramientos, preparándole para el desafío que tiene por delante la primera gran cita del calendario.
Ante Giron, el mallorquín hizo muchas bien y muy pocas mal. En condiciones de día, favorables para su juego, Nadal se sintió cómodo para apretar con su drive y acorralar al estadounindense, muy blandito en los intercambios ante su contrario, demasiado endeble para considerarse un termómetro fiable. A falta de una prueba mayor, que seguramente encontrará cuando se abra paso por la primera semana de competición, el español está en el camino correcto para aspirar a todo.
“Hace un mes y medio no sabría si volvería a jugar al tenis a un nivel alto porque llevaba mucho tiempo con dolores en el pie, sin poder entrenar la mayoría de los días”, reconoció Nadal. “A partir de ahí, solo puedo agradecerle a la vida que esté de nuevo aquí. Puedo jugar, que es lo más importante. Es un sueño hecho realidad. Evidentemente, tengo la autoexigencia de siempre para ser lo más competitivo posible. Ya veremos lo que pueda ocurrir”.