Roma

Sumido en una carrera contrarreloj para llegar listo a Roland Garros (desde el próximo 22 de mayo), Rafael Nadal debutó este miércoles en el Masters 1000 de Roma con una buena victoria ante John Isner (6-3, 6-1) y se dio la oportunidad de competir al menos un día más, y contra un rival de pedigrí: el jueves, el mallorquín se medirá a Denis Shapovalov en octavos de final un año después de sufrir horrores (salvó dos puntos de partido) ante el mismo contrario y en la misma ronda del mismo torneo. [Narración y estadísticas]

“Lo mejor es que he ganado el partido, pero necesito mejorar”, avisó luego Nadal, que tras el partido se marchó a entrenar durante más de media hora. “Por eso entreno cada día y me esfuerzo. No queda más que trabajar. Ojalá que el físico me permita hacerlo todo lo que necesito”, añadió. “Cada victoria ayuda. Tengo que pasar horas en pista compitiendo para encontrar las cosas automáticas. De aquí a las siguientes dos semanas, mi objetivo final es volver a jugar sin pensar mucho”.

Hace unos días, Nadal regresó a la competición en Madrid tras seis semanas parado como consecuencia de una fisura en las costillas, provocada ante Carlos Alcaraz en las semifinales de Indian Wells. La lesión, que hizo saltar por los aires toda la planificación del balear para la gira europea de tierra batida (baja en Montecarlo y en Barcelona), sigue teniendo consecuencias: quedan pocos días para asaltar París y Nadal sigue buscando una versión que le permita ser competitivo en el torneo de sus amores, donde podría abrir una brecha clave con Novak Djokovic en la carrera por ser el mejor tenista de todos los tiempos (ahora mismo tiene 21 grandes por los 20 del serbio).

“Hay tiempo”, dijo Francis Roig, uno de los entrenadores del número cuatro del mundo. “Sinceramente, estamos en el camino. Seguramente habrá que ir mejorando durante el torneo, como otros años en Roland Garros. Vamos a ver qué pasa aquí, los partidos de competición que tenemos. Si hay muchos, podremos entrenar menos a nivel físico; si tenemos la mala suerte de perder, podremos entrenar más”, avisó. “No es un tema de pegarle mejor o peor a la pelota, a estas alturas Rafa necesita moverse bien, estar coordinado y sentirse ligero en la pista”.

Apoyado en una pista rapidísima, Isner encontró una puerta abierta para darle a su poderoso saque todo el protagonismo. Durante la primera media hora, el estadounidense fue sacando adelante sus turnos de servicio sin sentir la presión al resto y con esa tranquilidad se fabricó las dos primeras pelotas de break del encuentro (con 3-3). Que Nadal salvase esa situación tuvo un efecto brutal en el desenlace del cruce, claramente condicionado por lo que ocurrió. 

Inmediatamente, el balear logró una rotura de saque (5-3) que le puso rumbo a los octavos de final: desde ese momento, Nadal solo perdió un juego más (¡uno!) y ganó siete para apagar la rebelión de Isner y conseguir el objetivo que perseguía: ganar para tener otra oportunidad más de probarse compitiendo antes de la llegada de Roland Garros.